«Todavía no sabemos bien quién fue, pero algo tenemos claro, el espionaje vino de adentro nuestro», confiesa con resignación un funcionario del jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, para reflejar la impotencia e intriga que se respira en la sede comunal sobre el presunto espionaje ilegal realizado durante la administración del presidente Mauricio Macri a periodistas, líderes opositores, como la vicepresidenta y entonces senadora Cristina Fernández de Kirchner y a parte de los dirigentes más importantes de su propio partido, pero especialmente a los que mantenían diferencias y disidencias con la Casa Rosada. Según el expediente que instruye el juez federal de Lomas de Zamora, la AFI siguió con detenimiento a un puñado de macristas destacados: Larreta; su vice, Diego Santilli; la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal; su ministro de Seguridad Cristian Ritondo; el entonces titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó; y su mano derecha, Nicolás Massot, que hasta diciembre pasado fue jefe del bloque del PRO.
Además de formar parte del puñado de políticos del partido amarillo que antagonizaban abiertamente con el entonces jefe de Gabinete, Marcos Peña, también estaban unidos por una presunción común: todos deslizaron en algún momento la sospecha de que eran espiados o seguidos. Para comprobarlo dentro del expediente, Larreta y Santilli decidieron presentarse como querellantes, mientras que los demás siguen como víctimas del presunto espionaje y mantienen un estricto silencio de radio.

Algunos de los consultados por este diario apuntan contra el propio Villena, quizás como argumento defensivo, y aseguran que tuvo un rol determinante para ordenar medidas judiciales durante la gestión de Macri que le sirvieran a la AFI para hacer seguimientos ilegales. Sin embargo, la zozobra en el gobierno porteño es mayor, porque parte del elenco involucrado en el escándalo proviene de la arqueología del PRO en su territorio originario.

Debajo del escribano Gustavo Arribas, como jefe de la AFI desde diciembre de 2015, Macri puso a la exlegisladora y exdiputada nacional del PRO Silvia «Turca» Majdalani como subdirectora de la ex Side. Fue una de las primeras mujeres que integró el partido amarillo luego de pegar el salto de peronismo porteño después de 2001. Tan conocida es para Larreta, Santilli, Vidal y Ritondo, que algunos de sus colaboradores se debaten entre quienes sospechan de una «alta traición» y los que creen que la señora 8 (como le dicen al cargo de subdirector de ese vidrioso organismo) no supo nada y fue «puenteada», una hipótesis que otros consideran imposible.

«La Turca lo quiere tanto a Diego (Santilli) que si hubiera sabido lo habría frenado», evaluó esperanzada una fuente cercana al vicealcalde, pero otros aseguran que Majdalani llegó a infiltrar su vida cotidiana con una espía que trabajó en su casa como mucama. Tanto es el estupor que se vive en la Legislatura porteña, que preside Santilli, que algunos memoriosos aseguran que la exlegisladora perdió su afecto cuando se ventiló que su hija, Agustina Olivero Majdalani, desarrollaba distintos negocios desde la presidencia de la Corporación Buenos Aires Sur, un ente estatal que posee todas las tierras públicas del sur porteño. Era secundada por Florencia Scavino como vice, mano derecha del entonces ministro de Gobierno, Bruno Screnci Silva, amigo de confianza de Santilli. En el viejo Concejo Deliberante porteño aseguran que Majdalani le adjudica al equipo del «colorado» los embates contra su hija y desde entonces la relación «no es la misma».
Majdalani no llegó sola a la AFI. Contó con la recomendación y respaldo del exsocio, magnate y amigo de Macri, Nicolás Caputo. «Ella llegó a hacer el trabajo sucio que hacen los subdirectores, pero se equivocó de colaboradores», disparó con furia un importante funcionario de Larreta que está seguro de que la poderosa mujer los espió sistemáticamente y sostiene que, «si no se le hubiera quebrado la banda que tenía, zafaba». Se refiere a Alan Ruiz, que fue nombrado como director de operaciones especiales de la AFI y estuvo a cargo de utilizar los fondos reservados, sin control, para organizar los seguimientos con narcotraficantes en coordinación con el área de espionaje del Servicio Penitenciario Federal, mediante una práctica de «bandas paralelas» que es utilizada desde los ‘70, cuando el ladrón de bancos Aníbal Gordon y el espía de la Side Eduardo Ruffo fueron absorbidos por el Batallón 601 del Ejército y formaron parte de la Triple A entre 1973 y 1976. Luego del golpe de marzo de ese año quedaron a cargo del centro clandestino de detención y tortura del Plan Cóndor Automotores Orletti.

Antes de llegar a la AFI, Ruiz se desempeñó en la Policía Metropolitana, donde también funcionó un área de inteligencia ilegal que se hizo famosa por el espía de la Federal Ciro James y su primer jefe, el fallecido comisario Jorge «Fino» Palacios. Cuando Macri llegó a la Casa Rosada, Ruiz fue funcionario de Patricia Bullrich. La entonces ministra de Seguridad, que contaba con los espías de la Dirección de Inteligencia Criminal, le habría recomendado el nombre de Ruiz a Majdalani.

Tal como reveló este diario, todas las carpetas elaboradas por esa banda llegaban a Macri y a Majdalani, pero Bullrich también aportaba lo suyo, en «una inevitable coordinación entre ambas».

Por ahora hay rastros divergentes sobre ese vínculo. Algunos macristas porteños aseguran que las dos damas de hierro se distanciaron por las «desprolijidades de Ruiz», a quien le adjudican una relación directa con Majdalani más allá de la recomendación de Bullrich. La actual presidenta del PRO por entonces ya se había contactado con el falso abogado Marcelo D’Alessio, actualmente preso, acusado por espionaje ilegal. Durante su función como ministra, además de la DiNiCri, también contaba con un ambicioso despliegue de espionaje interior realizado por las fuerzas federales de seguridad bajo su mando.
Majdalani no se quedaba atrás. En 2017, la entonces senadora bonaerense de Nuevo Encuentro, Mónica Macha, denunció que Macri y Majdalani habían designado a un espía como titular del Hospital Posadas para investigar a sus gremios y profesionales. Se refería al otorrinolaringólogo Pablo BertoldiHepburn, que había llegado a esa institución para realizar espionaje interior. Tuvo que abandonar el cargo, pero en el PRO recuerdan que su mayor preocupación era que se filtraran los videos donde entraba a la AFI como un viejo conocido, para reunirse con Majdalani.