Empeñado en hacer campaña a su favor ante los miembros del Senado norteamericano, el abogado texano Marc Stanley defendió este martes su nominación como futuro embajador en Argentina y se puso en la fila de diplomáticos políticos que propuso el presidente Joe Biden para que sean aprobados por el Comité de Relaciones Exteriores de ese recinto. En sus expresiones, el letrado del partido Demócrata dijo que se había reunido con funcionarios argentinos. Anticipó que «meterá presión» sobre temas vinculados a la relación con China y, como era previsible, reclamó un plan económico para que Estados Unidos defina su apoyo en la negociación con el FMI. Lo dijo en la misma línea que lo vienen haciendo los funcionarios de la administración Biden desde principios de año. Pero, víctima de su inexperiencia o de un sincericidio premeditado que anticipa cómo será su perfil público, opinó que la Argentina es un «hermoso bus turístico al que no le andan las ruedas».

Las arengas que lanzó Stanley para ganarse el apoyo de republicanos y demócratas en ese Comité, como la desagradable comparación que hizo con el país que podría recibirlo como embajador, cayeron muy mal en Buenos Aires, pero no tomaron a nadie por sorpresa. Es habitual que los postulantes políticos de la Casa Blanca a distintas embajadas hagan gala en el Senado de su interés por maximizar la injerencia de su país en los asuntos internos de la nación que les podría otorgar el plácet. El abogado de Dallas, que dirigió «Lawyers for Biden», el grupo de letrados que trabajó en la última campaña Demócrata, no fue ajeno a ese estilo. Habló como un lobbysta que posee conexiones directas con la Casa Blanca y que suma años como recaudador de campaña del partido Demócrata. Casi el mismo kilometraje de cabildeo y millones aportados que tiene el californiano Noah Mamet, exembajador de Barack Obama hasta 2016. Llegó al Palacio Bosch como parte de un premio a su gestión en la recaudación de fondos de campaña.

Stanley no midió que su metáfora fue lanzada tres días antes de la reunión que Biden mantuvo en el Vaticano con el papa Jorge Bergoglio, otro oriundo de ese «hermoso bus turístico al que no le andan las ruedas». Las escenas de esta semana revelan la particularidad de la relación del gobierno de Alberto Fernández con el nuevo presidente norteamericano. Las palabras de Stanley parecieron anticipar por dónde vendrán las presiones de Washington, pero la perspectiva puede cambiar luego de la gira que encabeza el presidente por Europa para participar de la cumbre del G-20 en Roma. Este viernes, se encontró por unos minutos con Biden durante la composición de la foto con todos los presidentes de la cumbre y alcanzó a saludarlo. “Me fue muy bien con nuestro amigo común”, le dijo Biden a Fernández, luego de mencionarle su interés por «conocerlo» y «verlo pronto”. De ese modo, el presidente pudo concretar la escena que no llegó a cumplir en septiembre, durante la Asamblea de la ONU. En esta oportunidad, Fernández también pudo dialogar con la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, otra pieza clave para la negociación con el FMI.

Con sus expresiones, Stanley podría quedar en aprietos ante el Comité que analiza su pliego, porque confió que tuvo reuniones con funcionarios argentinos cuando sólo puede hacerlo cuando haya sido confirmado por el Capitolio. Más allá de que sus detractores lo usen en su contra, las declaraciones también sembraron incógnitas, porque las fechas coinciden con la estadía en Washington del ministro de Economía, Martín Guzmán, y la veloz escala que hizo el jefe de Gabinete, Juan Manzur, hace diez días.

Los carriles del vínculo bilateral actualmente están en manos del secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, que hace una semana se reunió en Washington con su par Jake Sullivan, Consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. El funcionario ya estuvo en Buenos Aires, almorzó con Fernández y estuvo acompañado por Juan González, director del Consejo para América Latina, que ya pasó dos veces por Buenos Aires. A ese scrum se suman el embajador argentino en Washington, Jorge Argüello, Guzmán, Manzur y el titular de la Cámara baja, Sergio Massa.

Sus palabras, y el rechazo que cosechó en Buenos Aires, no son los únicos nubarrones que Stanley tiene por delante. También deberá superar el rechazo de su coterráneo, el senador republicano Ted Cruz. Es acusado por sus pares de ambos partidos de retrasar las confirmaciones de la mayoría de los postulantes que envió el Departamento de Estado para cubrir puestos diplomáticos en distintas partes del mundo. Dice que no moverá un dedo hasta que Biden le imponga al gobierno ruso las sanciones que ordenó el Congreso contra el gasoducto Nord Stream 2. Con esas dudas sobre la confirmación de Stanley, tampoco hay precisiones sobre una fecha de su posible llegada. Tan lentos van los nombramientos, que Biden recién pudo enviar a su nuevo embajador en México hace 20 días. Con viento a favor, el arribo de Stanley podría concretarse a fin de año, es decir, después de las elecciones del 14 de noviembre, cuando comiencen a conocerse los detalles de la negociación con el FMI que lleva adelante el gobierno argentino. «