“Creo que cometimos un error, que se asentó en el discurso público, al plantear como medida de éxito no tener casos de coronavirus. Porque cuando aparecen los casos, uno se preocupa, y los gestores de la política se sienten observados. Pero el problema no es que la gente se infecte, porque eso va a ocurrir, sino que el sistema de salud esté preparado. Y hoy estamos preparados”, plantea Sonia Tarragona, subsecretaria de Medicamentos e Información Estratégica. Bajo su órbita se encuentran tanto las áreas encargadas de distribuir remedios e insumos para tratar enfermedades como las que monitorean e investigan sus avances. De sus oficinas salen las estadísticas que utiliza el presidente Alberto Fernández para tomar decisiones sobre la pandemia de Covid-19 y hasta los gráficos que muestra en cada conferencia de prensa.

Allí se releva la información disponible y se produce, por ejemplo, el indicador sobre el tiempo que tarda el virus en duplicarse, una de las cifras determinantes para entender por qué el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) mantiene restricciones que en el resto del país se han flexibilizado. “Ese número te permite ver cuánto tiempo tenés para accionar en caso de que los contagios se disparen”, explica. “Supongamos que un área geográfica decide habilitar algunas actividades porque tiene un tiempo de duplicación mayor a 25 días. Por cómo funciona este virus, los resultados de esa habilitación los vas a empezar a notar 14 días después. Entonces, todavía tenés tiempo para cambiar y ajustar. Si tu tiempo de duplicación es más corto y le errás con la decisión, cuando te das cuenta ya es tarde”. Pero esa no es la única variable que miran.

Epidemiología para todos

“Hay cinco criterios que se incluyeron en el decreto presidencial para definir habilitaciones: cantidad de habitantes, tiempo de duplicación, capacidad del sistema para dar respuesta, condiciones de hacinamiento o densidad y cantidad de gente que circula por las actividades que se pretende habilitar”, detalla la especialista. Y aun hay más indicadores que no entraron en el decreto y que se monitorean diariamente para alimentar la toma de decisiones. Entre ellos están: la razón del incremento de casos, la tasa de aumento de las internaciones y la del incremento de la duplicación. “Estos indicadores no son fotos, sino que expresan tendencias y etapas: cómo evoluciona la ocupación de camas, los casos confirmados, los tipos de transmisión, la realización de testeos y su positividad”, entre otras cosas.

“El Ministerio de Salud no decide si abrir o no la industria, la construcción, la peluquería o el kiosco. Sólo decimos si se cumple con los criterios que habilitan a abrir actividades según los indicadores epidemiológicos”, aclara. Por eso también su área recibe permanentemente consultas de cada jurisdicción que pretende autorizar una actividad.

“Algo que nos va a dejar esta pandemia es la articulación que hoy tenemos con todos los ministerios. Nosotros vamos al Ministerio de Economía o a Desarrollo Productivo. Ellos vienen para acá. Vamos y vienen de Agricultura, Mujeres, Cancillería, Justicia. Nos necesitamos. Todos tienen un rol en esto y hay que entender que vivimos tiempos de mucha incertidumbre. Es muy difícil decidir qué es lo mejor porque nadie tiene un laboratorio donde probar las decisiones”, añade Tarragona. “Nosotros le acercamos al presidente la información que monitoreamos (epidemiológicamente, la capacidad de respuesta del sistema de salud, las transferencia de recursos y los apoyos a la provincias). Él junta información de otros ministerios y finalmente toma una decisión”.

Monitoreo y testeos

Uno de los principales insumos para monitorear el avance del Covid-19 es el Sistema Nacional de Vigilancia Sanitaria (SNVS). Allí se deben cargar todos los casos de las enfermedades de notificación obligatoria, como esta. “Cada médico sube los casos sospechosos, sus síntomas, fecha de inicio, dónde vive, si se interna en terapia intensiva, etc. Desde acá se hace seguimiento y, si detectamos algo incompleto o que no está claro, se los llama”, precisa Tarragona.

De ahí sale el detalle de la cantidad de días que cada paciente pasa en terapia intensiva (el promedio actual es entre 12 y 14 días) y el del personal de Salud infectado. “Hoy representan un 14% de los infectados totales, que no significa que es el 14% del personal de salud”, aclara. Y suma otro dato: “Hay muchos que se infectaron por viaje o por contacto estrecho, y no atendiendo pacientes”.

En el marco de las proyecciones de la evolución de la pandemia, el área de Tarragona tuvo a cargo la planificación de los testeos serológicos que comenzaron hace dos semanas en las cabeceras de las líneas de ferrocarril. “Es importante aclarar que no estábamos haciendo diagnóstico, sino investigación”. Los estudios que realizaron detectan la presencia de anticuerpos y, por lo tanto, sólo indican si el organismo de la persona tuvo contacto con el virus hace aproximadamente 20 días.

“De los 1500 test que hicimos sólo aparecieron ocho positivos, de los cuales seis tenían antecedentes de viaje. Sólo en dos casos no encontramos nexo y por tanto podrían ser originados en transmisión comunitaria”. El dato, que refleja la efectividad de la cuarentena para ralentizar el contagio, también expone que hay mucha población aún vulnerable a infectarse, lo que obliga a mantener las precauciones elevadas.

“Probablemente, haya más casos que los registrados. Pero nuestro indicador indirecto, que es el sistema de salud, no los está mostrando. Porque si hay más casos de los que estamos viendo, son tan leves que no requieren atención. Por eso el problema no es que existan casos, sino que los podamos atender”, enfatiza Tarragona.

La semana que viene se repetirán los análisis en las estaciones terminales. Recién allí podrá medirse el impacto del anterior cambio de fase de la cuarentena. El siguiente paso, detalla la funcionaria, es llevar estos tests a las provincias, donde ya se están definiendo los puntos de estudio.

Una falsa dicotomía

Las presiones para habilitar actividades económicas impulsaron en los últimos días un discurso que enfrentaba las necesidades económicas y las sanitarias. Como licenciada en Economía y magister en Finanzas Públicas a cargo de un área clave del Ministerio de Salud, Tarragona tiene mucho que decir. “Las prioridades cambian y tenemos que comprender que esto es dinámico. El presidente lo plantea muy claro: ‘No queremos que la gente muera. Pero también queremos que la gente viva’. Entonces, tenemos que empezar a encontrar un equilibrio, que no implica escuchar sólo a unos u otros. Porque no hay dudas de que esto nos va a pegar muy mal en la economía. A nosotros, que ya veníamos complicados, pero también a las grandes potencias. Nadie estaba preparado. Y vamos a tener que entender el orden global de otra manera. En 20 años, miraremos atrás y veremos en este cambio algo parecido a la revolución industrial. La dicotomía entre epidemiólogos y economistas subestima la capacidad de todos los que estamos en el gobierno. ¿Alguien de verdad cree que sólo se mira una cosa?”

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El foco en los barrios vulnerables

El incremento de los casos de coronavirus en los barrios más vulnerables de la Ciudad puso en la escena pública un temor que desde el Ministerio de Salud ya se venía analizando. “Nosotros sabemos que esa población no puede seguir viviendo así y sanitariamente los indicadores marcan que no deberían flexibilizarse las condiciones de aislamiento allí. Por eso, si no es posible evitar, por una cuestión económica, que la gente salga a trabajar, nuestra posición es: cuidemos a los que corren más riesgo”, explica Sonia Tarragona.

“Hoy la mortalidad del coronavirus tiene de edad promedio los 75 años. El 80% de los que mueren son adultos mayores. Entonces, si en una casa donde conviven diez se infecta uno, deberías internar a esa persona y sacar de ahí al que se puede morir. Para eso están los centros de resguardo o los clubes e instituciones religiosas que pusieron a disposición sus establecimientos para recibir adultos mayores. Porque la idea es proteger a los más vulnerables donde hay muchas dificultades para aislar a todos por las condiciones de vida”, amplía.

En esos barrios del AMBA se inició la semana pasada el operativo DetectAR. “Lo que se hizo fue llevar el diagnóstico al entorno de las personas infectadas, en vez de esperar que la gente se presente en el sistema de salud”, detalla Tarragona. Los testeos realizados a los casos sospechosos tuvieron un 60% de positividad y demostraron la importancia de tener intervenciones especiales según la situación epidemiológica.

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Remediar se adapta al Covid-19

La Subsecretaría de Medicamentos e Información Estratégica que dirige Tarragona también tiene a cargo el plan Remediar, aquel programa creado bajo la anterior gestión de Ginés González García al frente del Ministerio de Salud que garantizó la distribución gratuita de medicamentos en los centros de atención primaria de todo el país.

“Cambiemos había achicado los botiquines a 38 medicamentos y nosotros volvimos a 50. También aumentamos la cantidad de tratamientos por botiquín, que estaban en 130 y los llevamos a 200, y restablecimos las once entregas anuales regulares”, precisa Tarragona. Pero Remediar también se adaptó para atender las necesidades de la pandemia. “Adelantamos los medicamentos para pacientes crónicos por tres meses y los mandamos todos juntos, para que no tengan que salir a buscar remedios. Y también usamos la logística del Remediar para que lleguen otras cosas a las provincias, como equipos de protección personal o los medicamentos usados para atender Covid: lopinavir y ritonavir (que son antivirales antes usados para VIH) o la hidroxicloroquina”.

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