El silencio era enorme. Plaza de Mayo, a las 20 del viernes ya estaba rodeada de policías. Llegaban colectivos gigantes de un azul oscuro que parecía más oscuro todavía por la escasa iluminación en las calles que rodean la zona durante estos últimos días en los que las marchas autoconvocadas por Santiago Maldonado eran inminentes.

En el centro de la plaza, un grupo de militantes de izquierda ensayaban cánticos. “Yo sabía, yo sabía, a Santiago lo mató Gendarmería”, se escuchaba mientras las banderas seguían el ritmo.

De a poco, entraban columnas bajo banderas, mientras en las esquinas, sin banderas, los grupos de amigos se agrandaban y cruzaban hacia la plaza, así muchas veces. Había abrazos, cantos aislados, pedidos de justicia, desconcierto. Caras tristes.

“Sergio Maldonado acaba de desmentir a Macri en la tele”, comentan quienes van llegando conectadísimos con el caso y conmovidos con el hermano mayor de esta familia. Hacía apenas un rato, en la televisión, Sergio había tenido que llamar TN para desmentir a Germán Garavano, ministro de Justicia y Derechos Humanos, quien había dicho que el presidente había mantenido una comunicación con la familia.

A medida que entran las columnas, los metros en Plaza de Mayo se achican. No se sabe muy bien a donde ir. De a ratos pareciera tampoco saberse para qué. “Justicia, justicia”, se escucha desde unas de las esquinas.

Alerta policial. Despliegue de combis, motos, desfile de policías. Nadie los mira.

De pronto, desde el centro de la plaza, aparecen los ojos de Santiago en una bandera gigante. Detrás de ella, y sólo entre miradas, las columnas se agrupan y comienza una de las caminatas más tristes que se vio en estos 80 días.

Silencio, dolor y bronca, todo junto en tres cuadras que avanzan hacia Congreso. “¿Qué hacemos?” Era la pregunta que flotaba en el aire.

Alrededor de las 23, la plaza frente al Congreso comienza a despoblarse. Varias de las agrupaciones desconcentran y un grupo se queda en el Congreso. “Tengo más necesidad de estar acá que de cenar”, dice una chica a sus amigos, y se van todos juntos hacia Plaza de Mayo donde tal vez por la misma necesidad de la joven todos se encuentran en una vigilia improvisada.

Alguien cuenta entre la gente que Sergio Maldonado se comunicó con Taty Almeida. Que le agradeció por todo y que la consoló diciéndole “por lo menos nosotros tenemos el cuerpo”.

“¿Dónde está Santiago Maldonado?”, dicen las paredes por Callao hasta Corrientes. “Aparición con vida”, se lee en algunas baldosas.

La cara de Santiago. Sus ojos. Su expresión. La sonrisa oculta tras una larga barba. Es conmovedor caminar por las calles mirándolo.

Cerca de la medianoche, en la puerta de la Morgue Judicial, la entrada por calle Junín (cortada entre Viamonte y Córdoba) asila caras tristes. El silencio es absoluto aunque de pronto se escucha un grito aislado: “Andate Bullrich”. Algún cántico y otra vez silencio.

“Es Santiago”, había dicho durante la tarde, Sergio Maldonado junto a su mujer Andrea, su hermano Germán y su cuñada Carolina.

Esa misma puerta tenía ahora las fotos de Santiago en una especie de altar. Velas, flores, cartas, canciones, dibujos y un espacio donde abrazarse.

Este país que ya tuvo 30 mil desaparecidos, no tolera uno más, el viernes por la noche buscaba un lugar donde abrazarse y reclamar justicia.

Un grupo de encapuchados, a esta altura ya conocidos, aparece otra vez desde algún lugar, grita, protesta, intenta una arenga que no se contagia. Insulta. Del otro lado, nadie dice nada, se van. Más tarde volverán para colgar en la puerta de la Morgue el cartel de Anarquía.

Por la entrada de calle Viamonte, los policías se agitan, los camarógrafos corren y el juez Lleral explica que el cuerpo ya peritado de Santiago no presenta lesiones. La pregunta genera un nuevo desconcierto, pero una nueva certeza: la necesidad de reclamar justicia.

Fueron 77 días de búsqueda y 80 de angustia en los que hubo cuatro marchas multitudinarias.

También hubo un gobierno que investigó primero a la familia de la víctima y que no aceptó la colaboración ofrecida por la ONU. Un juez que fue apartado de la causa sospechado de encubrimiento; un grupo de trabajadores de PAMI de Bariloche sumariados por haber colaborado con la búsqueda de Santiago. Docentes amenazados por hablar con sus alumnos sobre el Maldonado, muchas notas “periodísticas” con versiones mentirosas y una candidata declarando barbaridades.

Por Junín, los gritos se multiplican: “¡Fuera, fuera/fuera Bullrich, fuera!”, “¡Santiago Maldonado!” “¡Presente! ¡Ahora y siempre!”, se escucha alrededor de la Morgue y así, se cierra un nuevo abrazo colectivo ante los ojos del joven de 25 de Mayo que mira entre las velas.

Santiago apareció sin vida y abrió un nuevo capítulo en la necesidad de justicia de la Argentina.