El Poder Judicial le puso un freno (todavía no definitivo) al intento de un acusado por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura que denunció por “falso testimonio” a una víctima que lo reconoció como el secuestrador de su madre.

Se trata de Martín Eduardo Sánchez Zinny,  quien a través de su abogado, Ricardo Saint Jean (pariente de Ibérico Saint Jean, gobernador bonaerense de facto durante el régimen) denunció por falso testimonio a la periodista Bárbara García,  hermana de Camilo e hija de la desaparecida Rocío Ángela Martínez Borbolla.

Sánchez Zinny, en cuyo pasado también aparecen antecedentes de activa participación en levantamientos carapintadas a fines de los 80 y principios de los 90,  denunció que García lo había incriminado falsamente al reconocerlo como uno de los que irrumpió en su casa para llevarse a su madre y a Pedro Oscar Martucci. Bárbara García tenía por entonces ocho años de edad; su hermano, Camilo, también periodista, apenas cuatro. Y vieron todo.

Más de tres décadas después, Bárbara García reconoció la fotografía de un joven Sánchez Zinny, quien había sido detenido por los secuestros de 37 opositores a la última dictadura, entre ellos María Cristina Cournou, hermana del cantante Víctor Heredia.

En primera instancia, el juez Rodolfo Canicoba Corral había considerado que “el hecho denunciado (el falso testimonio)  no se cometió”. Y precisó: “La testigo (García) no varía ni las circunstancias de hecho ni la descripción física de la persona a la cual identifica con el grado de certeza que a esa identificación le da, que nunca es de certeza absoluta».

La fiscal Paloma Ochoa le dio letra al juez. Para probar que García no mintió, destacó que “lejos de haber ocultado tener conocimiento de la investigación que se estaba llevando a cabo de las detenciones que se habían materializado en el marco de dicha causa, a diferencia de lo sostenido en la denuncia, la testigo alegó su conocimiento, expresando incluso que vio la fotografía de uno de los detenidos”.

Sobre las diferencias físicas que el tiempo generó desde aquel joven Sánchez Zinny al que finalmente fue detenido (hoy goza de prisión domiciliaria), Canicoba  explicó que «el álbum que  se le exhibió fue conformado con las fotografías del Regimiento de Infantería número 6  de Mercedes, es decir fotografías oficiales obrantes en los legajos personales de todos los individuos que conformaron ese cuerpo armado, y esas fotografías no permiten apreciar las facciones en su totalidad».

Los grupos violentos que secuestraban y hacían desaparecer personas a menudo disimulaban sus aspectos con barba, pelo largo e incluso pelucas.

Bárbara García recordó de aquella patota que irrumpió en su casa que había uno que hacía de “bueno” y otro que era el “malo”.

«Yo tenía nueve años, para mí todos eran viejos, pero tendría entre 30 y 40… ‘El malo’, que me golpeó con la escopeta, era alto, flaco, grandote, tenía aproximadamente 40 años. (…)Siempre dije que la cara no me la iba a olvidar más».

Sobre esas supuestas imprecisiones se basó la denuncia por falso testimonio. El secuestro ocurrió en la madrugada del 13 al 14 de junio de 1976.

«Si el testigo afirma una falsedad creyéndola verdadera, no hay delito. Quién miente creyendo que dice la verdad no comete falso testimonio, porque subjetivamente no miente», sostuvo Canicoba y ratificó la Cámara Federal.

La causa todavía no está cerrada. La Cámara Federal, en un fallo firmado por los jueces Martín Irurzun y Leopoldo Bruglia, habilitaron un recurso de los abogados de Sánchez Zinny para llegar hasta la Cámara de Casación  -la máxima instancia penal-  para una nueva revisión del fallo exculpatorio.