Una tarde lluviosa del año 1979, Víctor Bugge asomó su cámara por una de las tres ventanitas de la cúpula del ala norte de la Casa Rosada donde funciona el área de fotografía y captó al grupo de personas que reclamaban en la vereda de la calle Balcarce de la Plaza de Mayo, a metros del monumento a Manuel Belgrano, un espacio hoy vedado por las rejas metálicas que separan a la gente del palacio de gobierno. La imagen que acababa de tomar el fotógrafo de Presidencia es una de las primeras de las Madres de Plaza de Mayo: las muestra agrupadas en medio de un gran charco de agua de lluvia y completamente solas en la inmensidad de esa plaza oscura y gris, como el color que parecían tener esos días en que la dictadura cívico-militar gozaba de plena salud. Quizá no supo que era uno de los primeros registros de la lucha de esas mujeres que este domingo cumplen 40 años reclamando en la Plaza de Mayo por sus hijos desaparecidos. Sí supo que debía preservarla. Por eso la reveló de inmediato y la resguardó durante años, hasta bien entrada la democracia. 

«Ese día estábamos con el agua hasta las rodillas», recuerda Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. «Creo que es el año 1979 y me acuerdo de que desde arriba nos estaba contando el jefe de Policía, Sasiaiñ (Juan Bautista, el general fallecido que fue jefe de la Policía Federal durante la dictadura). Era un día muy, muy feo de lluvia», reconstruye. 

Cuando Bugge tomó la foto habían pasado dos años del primer encuentro de las Madres de Plaza de Mayo. También el fotógrafo Daniel García, de la agencia DyN, retrató esa marcha. «No hubo represión ese día», recuerda. Y apunta: «Como foto de conjunto de las Madres es muy fuerte y simbólica, quizás en ese aspecto se pueda llamar la primera imagen». También había otro fotógrafo: Pichi Martínez, de Crónica.

Pero la imagen del fotógrafo presidencial tiene una particularidad: muestra a las Madres solas en la Plaza, como en realidad estaban entonces. Las muestra en la Plaza oscura, rodeada por los autos Ford Falcon que, cuenta, ese día no dejaron de dar vueltas mientras duró la protesta. 

Ninguno recuerda la fecha exacta. Pero para entonces los jueves habían comenzado a ser ruidosos en la Plaza de Mayo, recuerda Bugge. 1979 fue el año en que la selección juvenil de fútbol trajo la Copa del Mundo de Japón y el dictador Jorge Rafael Videla recibió en la Rosada al equipo capitaneado por Maradona, pero también fue el año en que la Comisión Interamericana (CIDH) visitó el país. Era la época del «los argentinos somos derechos y humanos». Y no eran épocas para andar sacando esas fotos.

«Hice esa foto porque me impresionó la vista de la Plaza oscura, vacía y el grupo de Madres ahí», recuerda Bugge. Las Madres de Plaza de Mayo estaban forjando su historia de lucha, con los pañuelos como emblema, y siempre en la Plaza.

Cuatro décadas

Este domingo las Madres de Plaza de Mayo recordarán la primera vez que fueron a la Plaza. Fue el sábado 30 de abril de 1977 cuando 13 mujeres se juntaron por primera vez para pedir por sus hijos secuestrados. En ese grupo primigenio no estaban Hebe de Bonafini, ni Estela de Carlotto, ni Taty Almeida, ni Nora Cortiñas. Se sumarían luego, unidas por la tragedia del genocidio. Aquel sábado fueron Pepa Noia, Haydée Castelú, María Adela Gard de Antokoletz y sus tres hermanas, Cándida Felicia, María Mercedes y Julia Gard; Azucena Villaflor de De Vincenti, Mirta Acuña de Baravalle, Beatriz «Ketty» de Neuhus, Delicia González, Elida Caimi, Raquel Radio de Marrizcurrena y Raquel Arcuschin. También fue una joven que no dio su nombre. Haydée y Mirta todavía viven. 

Fue Azucena la que las instó a organizarse: «Individualmente no vamos a lograr nada, vamos todas a la Plaza», les dijo a mediados de abril. Poco después estaban frente a la Rosada. En diciembre fue secuestrada de su casa de Avellaneda, después de que publicaran una solicitada en La Nación. En la Iglesia de la Santa Cruz, un grupo de tareas –con Alfredo Astiz como infiltrado–, ya había secuestrado a otras dos: Bianco y Esther Careaga. 

El segundo encuentro fue un viernes, porque además de compartir información sobre sus hijos e hijas desaparecidos, necesitaban que se note su reclamo, y los sábados había poca gente. Pero viernes es día de brujas y lo cambiaron a los jueves. Y desde entonces nunca más faltaron a la Plaza. 

«Era una manera de que nos vieran. Si no, éramos invisibles. Los desaparecidos no existían. No existían para la gente, ni para los medios, los políticos, ni los jueces. Eran eso: desaparecidos», recuerda Hebe de Bonafini en el Especial 40 años de Madres de la Plaza TV. Y cuenta que cuando llegaron a ser 60 o 70 mujeres juntas, la Policía intervino porque aún estaba vigente el estado de sitio que prohibía reuniones de más de dos personas. «Circulen», les dijeron. Y ellas empezaron a caminar de a dos por el lugar. Primero alrededor de los canteros y los bancos, después alrededor del monumento a Belgrano. Y después dieron la vuelta a la Pirámide. Así nació la ronda de las Madres. «Cuando empezamos a marchar alrededor de la Pirámide tuve la impresión de que algo iba a pasar», dice Hebe. El jueves hicieron la ronda número 2037.

Aniversario

Hoy con los recuerdos y la lucha a flor de piel, las Madres conmemorarán sus 40 años. Lo harán, claro, en la Plaza. La Asociación Madres de Plaza de Mayo, que preside Hebe, realizará actividades desde las 13 y coronará el día con un festival musical con el cierre de La Bersuit. 

También las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora irán a la Plaza a las 13. Frente al monumento a Manuel Belgrano, recordarán aquella primera reunión con un acto con música donde, además, las Madres compartirán sus historias y recuerdos. 

«El terrorismo de Estado fue brutal, sangriento, y no tiene fin porque no se abrieron los archivos, no sabemos qué pasó con cada uno de los desaparecidos y hay 400 hombres y mujeres que fueron robados de bebés y no conocen su identidad», enumera Nora. «Pero seguimos reivindicando la lucha de nuestros hijos e hijas, levantamos sus banderas, que son las de la justicia social y las del derecho a vivir una vida digna». «

Testimonio

A 40 años de la primera ronda, Mirta de Baravalle, de 92 años, cofundadora de las Madres de Plaza de Mayo, presente en la Plaza del 30 de abril de 1977, repite el mismo ritual desde hace 40 años. Los jueves saca de una pequeña bolsa de celofán el pañuelo blanco, cuidadosamente doblado, con el nombre y la fecha de desaparición de su hija embarazada, junto con el prendedor que identifica a las Madres Línea Fundadora, y el cartel plastificado con la foto de Ana María y la de su yerno detenido desaparecido, y se dirige a cumplir con el ritual alrededor de la Pirámide de Mayo. «Enseguida me dividí en dos -contó en una entrevista con la agencia Télam-. No tuve momento de decaer. Cuando se llevaron a Ana me dije ‘o lloro o la busco; o muero o lucho’ porque sabía que si empezaba a llorar no paraba. Entonces empecé a moverme . Lo primero que hice fue ir a la iglesia de Lourdes en Santos Lugares. Me sorprendí porque el sacerdote leyó los nombres de Ana y de Julio y también de otros.»