El gobierno ha tomado nota de la caída en la intención de voto del presidente Mauricio Macri; también de que los sondeos indican que una buena dosis de los votantes arrepentidos de Cambiemos constituyen parte del caudal electoral que por ahora tiene Roberto Lavagna. El resto se fue a engrosar el rubro “indecisos”. En los últimos días ha quedado clara la estrategia que el oficialismo desplegará para tratar de recuperar ese sector de la sociedad: llevar la polarización con el peronismo/kirchnerismo a un extremo aún desconocido. El bien frente al mal absoluto. Blanco o negro. No hay matices, ni medias tintas, ni unión de los argentinos, como prometía Macri en 2015.

El video que circuló días atrás con Elisa Carrió comparando la realidad argentina con el cruce del desierto del pueblo judío luego de dejar la esclavitud en Egipto muestra el camino diseñado por la usina de propaganda de la Casa Rosada, liderada por el dúo de Marcos Peña y Jaime Durán Barba.

El jefe de gabinete es el encargado de tratar de contener a los radicales críticos del gobierno nacional, como Ricardo Alfonsín, Federico “Fredy” Storani o Jorge Sappia. El argumento que despliega para “convencer”  a este sector de quedarse en la alianza es que la polarización será irrefrenable, una  forma de presentar una estrategia política como un fenómeno social que se da de modo natural.

Al mediodía día de hoy, Peña recibió a Storani en la Casa Rosada y lo que se acaba de mencionar fue el argumento principal que desplegó, según pudo reconstruir este medio, para decirle que abandonen la “aventura Lavagna”, que este grupo de la UCR mira con buenos ojos aunque estén esperando la sacrosanta Convención Nacional para ver qué rumbo tomar.

En el encuentro, que giró sobre todo alrededor de la cuestión electoral, Peña se mostró confiado en que frente a un escenario de extrema polarización -que él mismo intenta instalar-, el oficialismo saldrá airoso, que terminará ganando la elección. La mirada de Storani no coincidía con la visión confiada del jefe de ministros. El histórico dirigente no sólo planteo lo complejo del escenario económico y social. Sostuvo, además, que aún si Cambiemos lograse ganar el balotaje, su capacidad para gobernar estaría  muy disminuida. Remarcó que un presidente que pierde la primera vuelta, aunque gane la segunda, sin mayoría en el Congreso, y que ya no es una “novedad”, implica un escenario de suma fragilidad. La reunión duró una hora y el tono de la conversación fue cordial aunque no se llegó a ninguna coincidencia.

La posibilidad de que el radicalismo, y por ende Cambiemos, finalmente se fracture está latente. Ya está partido en Córdoba y en Santa Fe. Son señales muy claras de lo que puede ocurrir en otros distritos claves, a pesar de la estrategia de Peña.