La CGT se va quedando vacía. El movimiento obrero está polarizado. Las opciones: un supuesto dialoguismo versus un sindicalismo que busca ser combativo. El descontento social crece. Las bases reclaman. El Gobierno no da pan hoy y promete más hambre para mañana. Las elecciones 2019 parecen cada vez más cercanas.

Ese es el escenario en el que se conoció la renuncia de Juan Carlos Schmid, uno de los integrantes del triunvirato que hasta el domingo pasado conducía la CGT. La carta documento que llegó el lunes a Azopardo 802 puso de manifiesto todas estas cuestiones y presenta un nuevo panorama.

Quienes ahora conducen la central obrera, Héctor Daer (de Sanidad, representa al sector de los “gordos” y de los “independientes”) y Carlos Acuña (Estacioneros, del sector barrionuevista) saben que perdieron a la pata moyanista que representaba Schmid. Y si bien eso, en una primera instancia, les puede significar un alivio, en el largo plazo será un problema.

El alivio les llegará porque junto con el titular de Dragado y Balizamiento -que ya venía madurando la decisión pero eligió esperar a que se hubiera realizado el paro nacional del martes pasado- se irán los sindicalistas de otros sectores combativos. Los dialoguistas celebrarán el alejamiento de estos sectores que sistemáticamente exigían reacciones más rápidas, medidas con mayor demostración de fuerza y rechazos más contundentes a las medidas del gobierno de Mauricio Macri.

Es cuestión de horas para que también anuncien su retirada de Azopardo otros sindicatos cercanos al camionero Hugo Moyano como los canillitas, los aeronavegantes, los guincheros, los peajistas (gremio que condujo Facundo Moyano) y los judiciales. De hecho, Canillitas y Aeronavegantes no estuvieron participando en las últimas reuniones de consejo directivo.

Una de las primeras grietas que terminó con esta escisión se dio en diciembre pasado en el marco del tratamiento legislativo de la polémica Reforma Previsional que propuso en Poder Ejecutivo. En aquella ocasión, la CGT reaccionó tarde y convocó a un insólito paro a partir del mediodía de la semana siguiente al inicio del conflicto. Schmid había intentado que la central obrera acompañara desde antes el descontento social por una medida lanzada por el Gobierno para reducir el gasto público que le sacó del bolsillo a los jubilados cerca de un 5% de sus haberes por el famoso “empalme”. Y eso fue antes de que la inflación pulverizara el poder adquisitivo de activos y pasivos.

Pero una vez que pase el alivio quienes permanezcan en la sede de Azopardo deberán enfrentar los embates de los que se fueron (pero que no se desafilian y siguen en el Confederal). Según varios dirigentes que salieron o que están por salir, el objetivo es que se convoque a una renovación de autoridades y aspiran a volver a la CGT para ocupar la secretaría general. Y además, la conducción de la central obrera -a la que le se le podría sumar el estatal Andrés Rodríguez- tendrá que responder a sus bases si no atiende a sus demandas ante una crisis económica creciente.

Quienes abandonen la CGT deberán decidir si se suman o no al Frente Sindical para le Modelo Nacional (FRESIMONA) que ya integran otros gremios que dejaron la central obrera para aliarse en la acción y salir a la calle a combatir las políticas públicas implementadas por Cambiemos. Este frente está integrada por 70 gremios como Camioneros, el SMATA, Bancarios, los gremios aeronáuticos, además de las dos CTA y organismos sociales que promete “seguir en la calle”.

“No hay que dejarles la calle, es el único lugar que el Gobierno no domina. Aunque nos repriman…”, dijo un dirigente sindical que está a punto de abandonar la CGT. A la calle quieren ir para rechazar una desocupación del 9,2%, una reducción del poder adquisitivo del salario de al menos el 10% (mucho mayor en los sectores público y no registrado), un aumento de la pobreza al 27,3% tan solo en el primer semestre y una inflación que fue del 24,3% en los primeros 8 meses de 2018. Pero estos números empeorarán en lo que resta del año, según admiten hasta los propios funcionarios de Cambiemos y los economistas de todas las escuelas.

Schmid, cuando todavía era triunviro de la CGT, había prometido “conflicto permanente” si el Gobierno no cambiaba su política económica. Ahora ya no estará en la CGT pero sí en la poderosa Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT), que fue el que garantizó la contundencia del paro del 25 de septiembre. Desde allí podrá seguir realizando medidas de fuerza para defender los derechos de los trabajadores frente a un Gobierno que, lejos de cambiar su rumbo, profundizará el ajuste y también para decidir hacia qué sector del peronismo se inclina de cara a las elecciones de 2019.

En paralelo, en el nuevo espacio político-sindical en formación también está pensando en las elecciones presidenciales de 2019. Y con ese norte muchos están dispuestos a olvidar viejos rencores. Así fue como Hugo Moyano se reunió, a principios de agosto pasado, con la ex presidenta Cristina Fernández. Ambos supieron ser archienemigos en el último período de la segunda presidencia de CFK.

Las rupturas dentro de las centrales obreras son tan antiguas como las centrales obreras. Las pujas políticas suelen intensificarse en momentos de crisis y más cuando las elecciones se acercan. Por eso, la renuncia de Schmid no sorprende pero sí profundiza la grieta dentro del movimiento obrero.