El editorial del diario La Nación es algo más que bajadas de línea e imposiciones de políticas ante todos los gobiernos, y muy particularmente al actual, del que ellos mismos son parte, más allá de representar a intereses económicos y sociales comunes. Por dar tan solo un ejemplo, vale recordar aquel texto publicado por el matutino de los Mitre el día de asunción de Mauricio Macri, en el que se impuso desde la primera letra que «la elección de un nuevo gobierno es momento propicio para terminar con las mentiras sobre los años ‘70 y las actuales violaciones de los derechos humanos». Provocó un masivo repudio que incluyó a un amplio sector de los propios trabajadores del diario.

Este último domingo, una vez más, el editorial transita ese rugoso camino. Este vez se la tomaron con violencia e inquina contra Estela de Carlotto. Dijeron cosas como que la titular de Abuelas «no ha podido evitar las contradicciones y las polémicas a partir de que el dinero, la ambición y el personalismo militante fueron distorsionando». La acusa arteramente de defender las organizaciones populares de la década del 70 y advierte que «con ese mismo falso y distorsionado idealismo, que tanta sangre derramó en los años de plomo, se refería a su hija desaparecida como integrante de ‘una generación que dejó la vida y nos dejó la democracia'». Por supuesto, en una nueva apelación a la teoría de los Dos Demonios se queja que Estela «alterando los hechos, cargó contra el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv)» que, asegura la nota, «defiende los justos pero silenciados derechos de las víctimas inocentes del terrorismo subversivo de aquellos años». Continúa luego con un maniqueo y pormenorizado relato sobre hechos de la actividad de la Abuela y concluye apuntando a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, en los que se «hizo mucho más que aplicar el canon kirchnerista, distorsionar la democracia, imponer el mandato del relato único como cuestión de fe, estigmatizar al opositor o al crítico e instalar y justificar la corrupción como método válido para financiar a una facción política y enriquecerse personalmente con los recursos del Estado. Con la complicidad de muchas de las organizaciones a las que benefició, la sesgada política de los derechos humanos sólo incluyó a algunas víctimas e ignoró a otras en su afán por mantener al país encadenado a los odios del pasado».

La respuesta

Por su parte, Estela de Carlotto lamentó las acusaciones en su contra vertidas en La Nación, a la vez que reconoció que le resultaba «impensable» a esta altura tener que «volver a luchar contra un lenguaje dictatorial, el mismo que la dictadura usó contra nuestros hijos». 

«En vez de informar, deforman y ofenden», sostuvo Estela, quien realizó sus declaraciones públicas, visiblemente consternada. Reconoció que cuando leyó la nota se quedó «pasmada». Afirmó luego: «Se han extralimitado. Voy a analizar con el equipo de abogados qué consecuencias va a traer esta nota que no está firmada, por lo tanto es del dueño del diario». Consideró el texto como una «falta de respeto inconcebible».

«¿Dónde está el Presidente? Tiene que decir algo», reclamó Carlotto. Luego analizó que «están profundizando la grieta, sembrando el odio», y luego remarcó que la labor de los organismos es «para el bien de todos» y que lo hacen «con respeto». Consideró que el objetivo del artículo «es desprestigiar a la institución», al tiempo que recordó que por su lucha recibe premios y consideraciones en todo el mundo. El editorial de La Nación se publicó, paradójicamente, pocos días después de que las Abuelas de Plaza de Mayo conmemoraran los 40 años desde que fue creada.