Quienes el 24 de marzo vandalizaron la estación Rodolfo Walsh, de la línea B del subte, con afiches que califican al autor de Operación masacre (y militante montonero) de “asesino”, tuvieron la ocurrencia de registrar la acción con un simpático video difundido en sus redes sociales. En la primera imagen hay una inscripción sobreimpresa que dice “8:30 AM”, cuando en realidad tal pegatina –efectuada por tres pibes y dos chicas que actuaban a cara descubierta, junto a otro que oficiaba de camarógrafo– se hizo durante la madrugada de ese jueves. De hecho, tal como se observa en la filmación, los andenes estaban desiertos; allí no había ningún otro vestigio humano. Era una “zona liberada”.

Semejante beneficio operativo –tal como confió a este diario una fuente directa de Subterráneos de Buenos Aires (Sbase) – fue obra del ex cabecilla de Asuntos Jurídicos de la AFI macrista y actual miembro del directorio de dicha empresa, Juan Sebastián De Stéfano. Un tipo muy coherente: de los sótanos de la democracia brincó a los sótanos del transporte público, gracias a los buenos oficios de Horacio Rodríguez Larreta, pese a sus múltiples procesamientos en expedientes por espionaje ilegal (como el de la “Gestapo bonaerense”).  

Pero vayamos a los autores y mandantes de esta performance.

Los afiches en cuestión tienen el logo (un corcel que parece de calesita) y la sigla de Jóvenes Republicanos (JRep), la rama imberbe de la denominada Unión Republicana (UR), una pequeña agrupación de extrema derecha nacida bajo el amparo del PRO.

“Emocionado de ver cómo los argentinos se movilizan”, tuiteó Mauricio Macri el 27 de febrero del año pasado. Ese día, una raleada masa de Juntos por el Cambio (JxC) supo celebrar su propia Kristallnacht (Noche de los Cristales Rotos), tal como se le llamó al ataque perpetrado, en 1938, a hogares y tiendas de la comunidad judía en Alemania. En cambio, esta tuvo horario vespertino y una clave simbólica: bolsas mortuorias con nombres de personas vivas, como el de Estela de Carlotto. Fue el bautismo de fuego de la UR y de sus “camisas pardas”, la muchachada de JRep. ¿Un flamante huevo de la serpiente?

En este punto hay que retroceder al 28 de septiembre de 2020. Ese lunes pasó desapercibido para la opinión pública el lanzamiento por zoom de la UR. Un acontecimiento que tuvo a Patricia Bullrich como animadora de honor. De hecho, ella es la madrina de dicha criatura. Y su líder, el diputado neuquino de JxC, Francisco Sánchez.

El tipo es un cavernícola de manual; en las redes sociales define los ejes de su ideario con solo tres palabras: “Dios, Patria y Hogar”. De oratoria algo rústica, su discurso provida en las sesiones parlamentarias donde se trataba la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) no exhibió la vehemencia de los argumentos a favor de la pena de muerte que suele esgrimir de tanto en tanto, como invitado en algún canal de cable. También es un fanático de la “justicia por mano propia”, un sentimiento que enlaza con su proyecto legislativo para flexibilizar la portación de armas de guerra “en manos de ciudadanos decentes –según aclaró– con el propósito de enfrentar la inseguridad”. Cultor del estilo llano de Jair Bolsonaro, el feminismo es otra de sus aversiones favoritas. Eso ya le valió denuncias en el INADI por denostar la Ley Micaela (que establece la capacitación de género para los funcionarios del Estado), a la cual considera una forma de “adoctrinamiento marxista”. Sí, ese es su lenguaje.

Sería injusto soslayar el apoyo dispensado a Sánchez en la construcción de la UR por parte de tres dirigentes de fuste: Cristián Ritondo, Miguel Ángel Pichetto  y Guillermo Dietrich.

Durante la presentación en sociedad de aquella agrupación, retribuía los elogios de Bullrich ladeando el maxilar inferior. Era su modo de sonreír.

En aquella ocasión, la jefa del PRO también expresó su simpatía hacia el diputado neuquino, David Schlereth y la abogada Inés Liendo. El primero es un pastor evangelista cuyas posturas horrorizarían al mismísimo Atila; la otra, es la nietita del general Horacio Tomás Liendo, quien fuera ministro de Trabajo durante la última dictadura.

Foto: @PibLibertarios

No es la única familiar de un genocida, ya que también se encontraba en aquel cónclave virtual el coronel retirado Abel Catuzzi, hijo del sanguinario general homónimo que comandó el V Cuerpo del Ejército con asiento en la ciudad de Bahía Blanca, durante la última dictadura. Papá Catuzzi tuvo a su cargo varios centros clandestinos de detención en la zona. Y con la fortuna de que las leyes de Obediencia Debida y Punto Final lo preservaran de la carcel por delitos de lesa humanidad, antes de morir en 1997.

Su retoño, quien fuera entre 1997 y 1998 jefe en la ciudad entrerriana de Concordia del Regimiento de Caballería 6, no fue ajeno, algunos años antes, a los rechifles carapintadas ni, ya en la primera década del siguiente siglo, a la epopeya negacionista de la inefable Cecilia Pando.

Pero ese sujeto no es el dirigente más picante del nuevo espacio, ya que, sin duda, aquel mérito le corresponde a otro “republicano” allí presente: el ex brigadier Vicente Autiero, quien proviene de la cantera Bullrich. Y no es otro que el “estratega” que comandó la represión a la protesta del 18 de diciembre de 2018 contra la reforma laboral, desplegando la fuerza policial sin ninguna clase de comunicación entre sí y con el gatillo irrestricto para actuar. Como si estuviera  en la batalla de Stalingrado. Así transcurrió ese festival del garrote y la pólvora.

Entre esos dinosaurios resaltaba un muchacho de contextura esmirriada, en cuyos ojos  había un brillo algo perturbado. Era Ulises Chaparro, quien en aquella ocasión presentó la “pata juvenil” de la UR.

Se trata de un personaje primordial en la trama de las bolsas mortuorias y, ahora, en el asunto de la estación Rodolfo Walsh.

A los 24 años, este estudiante de Ciencias Veterinarias no oculta en las redes sociales su desmedida admiración por Donald Trump, al punto de poner la siguiente frase: “Make Argentina great again” (Haz que Argentina vuelva a ser grandiosa), inspirada en un slogan del ex presidente norteamericano. Ese personajillo encabeza una milicia (aún herbívora) de casi dos mil integrantes en todo el país, divididos en 11 secciones.  

Su obediencia hacia Bullrich es explícita. Ella es el poder en la sombra de JRep. Y él no da un solo paso sin una orden suya o su visto bueno. Entre la militancia de JRep es un secreto a voces que, durante la madrugada del  24 de marzo, Ulises ejecutó una idea de Bullrich, y a cambio de 15 minutos de fama, aunque encorsetado en una rigurosa omertá.

Ese mismo día escribió en Twitter: “Nos está puteando medio país por la acción que hicimos (…) Me encanta. Cómo les duele que un grupo de pibes tenga pensamiento propio”.

¡Pobre Ulises! Lo suyo fue, en rigor, un homenaje involuntario. Porque, a 45 años del asesinato de Walsh, su figura aún enfurece a la canalla. Hoy más que nunca, hay un fusilado que vive. «