«Adolescencia», la serie del momento que despliega una radiografía de la violencia juvenil contemporánea

Por: Diego Lerer

La flamante producción de Netflix sorprendió a propios y ajenos por la calidad de la historia, las actuaciones y su dirección. Un asesinato descubre el telón del huevo de la serpiente.

Con 24 millones de espectadores que la vieron en Netflix en tan solo cuatro días –como dato comparativo, la segunda serie más vista tuvo 6 millones–, Adolescencia se ha transformado en un suceso instantáneo y global, colándose además en incontables conversaciones en redes sociales en las que, además de celebrar su calidad, se comentan los dos ejes complementarios que más llaman la atención. Uno tiene que ver con el tema que trata y el otro, con la forma.

Esta serie británica creada por Jack Thorne (Enola Holmes) junto a Stephen Graham, el reconocido actor de El irlandés, Venom, Boardwalk Empire que es además uno de sus protagonistas principales, Adolescencia tiene un comienzo que no parece particularmente novedoso: hay un crimen, una detención y un sospechoso interrogado por la policía para determinar si es o no el culpable. Pero el truco de la serie es arrancar desde un punto de partida familiar para luego ir deformando el recorrido.

Desde lo temático, la serie se irá alejando cada vez más de la línea dramática más obvia de saber quién es el asesino para profundizar en los motivos que rodean no solo el crimen en sí, sino al grupo de chicos de escuela secundaria que podría estar involucrado en él. Todo arranca cuando una gran cantidad de autos de la policía llegan temprano a la mañana a una casa en una pequeña ciudad británica. Da la impresión, por el tamaño del operativo, que van a detener a alguna violenta banda criminal, por lo que sorprende cuando nos damos cuenta que su objetivo es un asustado chico de 13 años llamado Jamie, interpretado por un sorprendente Owen Cooper, debutante absoluto. Pronto nos enteraremos que lo acusan de haber asesinado la noche anterior a una compañera del colegio.

Adolescencia seguirá en el primer episodio el paso a paso de su detención para luego –en los tres siguientes– acompañar a la policía a investigar en la escuela a la que va Jamie, a una psicóloga que lo entrevista y, por último, a los padres para entender cómo la acusación cambió sus vidas. El enigma de la serie no pasa tanto por saber si Jamie mató o no a su compañera, sino por entender la cultura que lo rodea, la agresividad, el machismo desatado y la violencia online que circula entre esos adolescentes varones que se vuelven crueles y brutales con las chicas.

El retrato de ese universo de chicos con aspecto inocente que tienen un comportamiento terriblemente agresivo cuando se manejan en las redes sin duda ha pegado fuerte en todo el mundo (la serie está primera en 70 países, incluyendo la Argentina), pero lo que le da a Adolescencia su particular tensión y ritmo pasa por el hecho de que cada episodio está filmado en lo que se llama un “plano secuencia”. Esto es: una sola toma continua que jamás se corta y que se extiende a lo largo de cada episodio.

El formato puede parecer caprichoso y forzado, pero en este caso no lo es. Al no haber cortes ni trucos, cada episodio se narra en tiempo real: si dura una hora, vemos una hora continua de principio a fin, sin saltar de un evento a otro ni romper el continuo espacio-temporal. Y lo que logra ese formato es acrecentar el impacto en directo de los hechos: vemos la detención de Jamie en cada uno de sus enervantes detalles, seguimos al investigador policial por cada pasillo, aula y patio de la escuela, experimentamos en tiempo real las tensiones de la entrevista del chico con la psicóloga y seguimos las atormentadas decisiones y pasos de su familia –en especial de su padre, encarnado por Graham– al lidiar con las consecuencias emocionales de lo que está sucediendo.

El director de los cuatro episodios, Philip Barantini, ya había filmado una película y una secuela de ella en forma de serie tituladas ambas Boiling Point –y protagonizadas también por Graham– que utilizaban el mismo formato de continuo plano secuencia, sólo que en ese caso tenía que ver con el minuto a minuto del trabajo en un restaurante. Acá la proeza técnica, aseguran, se hizo sin trucos ni cortes escondidos, pasándose la cámara entre varios, montándola a un drone y mediante otras improbables destrezas. Cada episodio fue filmado varias veces de principio a fin, hasta que saliera sin grandes errores o Barantini quedara satisfecho con el resultado. En un caso tuvieron que hacerla entera 16 veces.

Pero en el fondo la proeza técnica es secundaria. Sin el agobiante drama que atraviesa a los personajes, sin las tensiones que todos ellos viven o los angustiantes temas que se analizan, Adolescencia podía haber quedado simplemente como un compendio de trucos efectistas, algo que se ha visto en películas como Birdman. Lo destacable del esfuerzo de puesta en escena pasa también por el hecho de que las series suelen estar más pendientes de los guiones y las actuaciones, dejando por lo general el “brillo autoral” o los desafíos formales al cine. El éxito de esta serie prueba que este formato se enriquece cuando los directores no funcionan solamente como ejecutantes prolijos y funcionales de los guiones.

Una vez que el impacto de entender cómo se hizo la serie pase, lo que finalmente quedará de Adolescencia será la manera aterradora con la que se acerca al mundo que retrata. Como sucedía con La cinta blanca, aquella apabullante película de Michael Haneke que pintaba un universo de crueldad infantil y adolescente, la serie es una puerta de entrada a un mundo que la mayoría de los adultos desconoce. Sin ser en sí misma cruel –no hay escenas violentas en un sentido convencional, más allá de algunos tonos agresivos y voces levantadas–, la producción presenta un universo con leyes propias en el que la violencia se dispara sin límites y no tarda en dar el salto de lo virtual a lo real.

Los que nos preguntamos acerca del avance de la ultraderecha entre las nuevas generaciones de varones y nos sorprende el carácter agresivo, cruel y despiadado de muchas de las figuras recién llegadas a la política desde esos espacios, veremos en Adolescencia, sino una explicación, al menos una suerte de hipótesis de cómo esa violencia va creciendo a partir del odio, del machismo y de la misoginia. Es “el huevo de la serpiente” de un futuro que se presenta desolador.

Adolescencia

De Jack Thorne y Stephen Graham. Protagonistas: Stephen Graham, Owen Cooper, Ashley Walters, Erin Doherty, Faye Marsay, Jo Hartley. Disponible en Netflix.


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