Gremios y laburantes de a pie de todos los colores. Obreros, mecánicos, petroleros, empleados de comercio, cocineros, camioneros, barrenderos… Decenas de miles marcharon por sus derechos. Un solo grito: "¡No pasarán!".
La convocatorio es variopinta en el tórrido centro de la ciudad de la furia. Gremios y laburantes de a pie de todos los colores. Hay obreros, mecánicos, petroleros, empleados de comercio, cocineros, camioneros, barrenderos… También docentes en lucha. Adriana es maestra, llegada desde el suburbio del suburbio de Avellaneda. Da cátedra a pacitos de la plaza: “Esta reforma laboral nos hace retroceder al siglo XIX, es decimonónica: si la aprueban, los trabajadores vamos a ser esclavos, volvemos a la Asamblea del año XIII”. Levanta temperatura la maestra al calificar al presidente: “Milei es un cipayo, un vendepatria. No le importa que el pueblo se muera de hambre. Lo veo en los comedores de mi barrio, en los padres que vienen a pedir mercadería al colegio para poder comer. Este es un gobierno del odio, que gobierno para los poderosos. Le pongo un cero en derechos para el pueblo”.
La batalla de los bombos estalla cerca de la callecita Hipólito Yrigoyen. Los muchachos de UPCN y Petroleros le dan duro y parejo al redoblante. Veterano guerrero es Rolando, de los combativos Jubilados Peronistas Independientes. El extornero que peina canas dice que era hora de que la CGT saliera a las calles: “Estamos para apoyar a los compañeros, no a las cúpulas. La reforma nos va a llevar puestos a todos. Hay que pelear, todos unidos triunfaremos. Iremos con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes en la pelea”. Don Rolando piensa que los traidores del peronismo quieren servirle en bandeja la reforma al presidente peinado por la mano invisible del mercado: “Son esos legisladores que en vez de cantar ‘Viva Perón’, dicen ‘Vivan peor, vivan peor’. La historia los va a condenar”.
Entre los laburantes estatales marcha Betina, trabajadora de la cartera vaciada de Desarrollo Social: “Es tierra arrasa. Despidos, ajuste y destrucción de derechos. Hace 25 años que trabajo, nunca vi nada igual, ni el 2001”. Sin presupuesto, sin tareas, sin derechos, Betina piensa que el futuro pinta negro: “Los estatales fuimos los más castigados en estos dos años de Milei. Con la reforma laboral, vienen por todos los trabajadores, por los derechos, por las vacaciones, por el aguinaldo. Por eso peleamos, por eso no bajamos los brazos”.
Las gargantas poderosas cantan el himno y que la patria no se vende, se defiende. En la Plaza de Mayo no cabe un alfiler. Los compañeros y compañeras piden la fecha del paro general. El futuro dirá.
Cerca del escenario, Eduardo, un jubilado de mil batallas, agita un cartel que tatuó a mano. Dice que tiene la salida para los males que aquejan al país asolada por los ejércitos de la noche mileísta. Nada de comunismo, una receta de mercado: “La solución argentina es exportar libertarios a Estados Unidos. Hasta agotar stock”.
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