Un equipo de la UNLP y Conicet estudia los efectos de las cabinas. Su uso crece pero los manuales no mencionan los peligros.
Hace dos años el equipo científico, integrado por Mariana Paula Serrano, María Laura Dántola, Carlos Ardila Padilla y Mariana Vignoni, inició una investigación para determinar las consecuencias de la exposición de las manos a las cabinas de secado. “Estudiamos las reacciones químicas iniciadas por radiación y también el uso indiscriminado de estos equipamientos porque son de fácil acceso, económicos, y muchas personas lo utilizan en su casa. Los manuales no tienen ningún tipo de recomendación en relación a los efectos perjudiciales que podría generar la exposición a este tipo de fuente de radiación”, remarca a Tiempo la investigadora María Laura Dándola. Hasta en el ejercicio de la docencia pudo observar que su uso era prominente entre la gente más joven: “llamaba la atención la periodicidad con la que se lo hacían. Muchas alumnas compraban los dispositivos y lo usaban una vez por semana a la máxima potencia”. Esa frecuencia generalizada encendió la alarma y llevó al equipo a realizar estudios con tubos de ensayo para verificar qué desencadenaba la radiación emitida.
El proceso se realizó mediante la elección de una serie de moléculas que se encuentran naturalmente en la piel. Estudiaron las modificaciones químicas inducidas por la luz que emitían los dispositivos durante el tiempo que dura un ciclo de manicura convencional: “diseñamos un sistema para exponer las moléculas estudiadas a la altura de la uña del dedo y casi el puño”. Si bien la finalidad del dispositivo apunta al secado del esmalte en las uñas, una persona que utiliza una cabina UV, también expone a radiación los dedos y la mano. “Vimos que esas moléculas se degradaban”, remarca. Decidieron, entonces, constatar si se generaba otra alteración en las funciones biológicas de una enzima clave: la melanogénesis, que actúa en la síntesis de la melanina. Se trata del pigmento que nos protege de la radiación solar. “Vimos que en un ciclo de manicura, que dura más o menos cuatro minutos, esa enzima perdía la función biológica”, subraya. Y aclara que las pruebas no se hicieron sobre la piel de las personas sino que se trató de un estudio específico en tubos de ensayo.
Dántola expresa: “es importante destacar en este contexto de desfinanciamiento, que el estudio fue hecho en Argentina, en un instituto dependiente de la Universidad Nacional de La Plata y del Conicet”. Y resalta que si bien el estudio fue realizado en dos años, pudo ser posible gracias a la formación de instituciones públicas que recibieron a cada uno de los investigadores e investigadores a lo largo de su carrera: “no hay estudios de este tipo realizados en el exterior. Este proyecto es científico y argentino y todos estos años de formación que tenemos han sido por ese financiamiento del Estado junto a proyectos de cooperación internacional”.
“La dosis de radiación UV que una persona recibe durante el período de la sesión de manicura de unos cuatro minutos es comparable a la de un día de verano. Está normalizado que nos cuidamos de esa radiación porque sabemos las consecuencias que tiene la exposición a la luz solar en esas condiciones. La idea es que a partir de esta comparación uno trate de tomar medidas de prevención”, asegura a Tiempo la investigadora Mariana Paula Serrano. Remarca que, al no haberse realizado un estudio en piel, no es posible sacar conclusiones acerca del envejecimiento o respecto a patologías como el cáncer de piel. Pero ante la cantidad de centros de estética y manicuristas que acercaron al equipo sus inquietudes, Serrano manifiesta: “queremos darle difusión a este estudio para que la gente tenga esta información y quien utilice estos dispositivos en sí mismo o quienes hacen servicio de manicura tomen la decisión de prevenir ese daño. Sabemos que es una fuente de ingreso para algunas personas, la idea no es alarmar ni intentar que lo prohíban”. «
Las posibles consecuencias dañinas de la exposición a la radiación UV de las cabinas de secado de uñas también ha sido advertido en otros países, que ya tienen en venta diferentes tipos de guantes con filtro UV. Al respecto, la investigadora del Conicet, Mariana Paula Serrano, recomienda que las usuarias y usuarios se coloquen una protección en la mano, dejando solo al descubierto las uñas e “incluso, reduzcan la frecuencia con la que se hacen el tratamiento”.
Respecto a la necesidad de guantes de telas especiales, Serrano asegura que también podrían utilizarse telas comunes, de color negro, que minimizan la exposición: «además, el uso de protector solar de buena calidad con filtro UV sería positivo, pero la realidad es que no son muy accesibles en lo económico. Por eso, al menos, que exista una mínima protección física sobre la piel”.
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