Anahí Berneri: «Hoy más que nunca el cine es importante para contribuir a defender la democracia»

Por: Adrián Melo

Es una de las directoras más reconocidas en la Argentina y en el exterior. Sus recuerdos de la censura, la diversidad de voces y los peligros que se avizoran.

Los 40 años ininterrumpidos de democracia han posibilitado la emergencia de artistas paradigmáticos y de excepción. Desde Un año sin amor (2005) hasta la reciente Elena sabe (2023), el cine de Anahí Berneri se ha caracterizado por incluir personajes y por problematizar temáticas que parecen incomodar a las sociedades que se jactan de democráticas y que, frecuentemente, conservan resabios de la larga noche de la dictadura. En efecto, los dilemas de la democracia y los riesgos del fascismo –que pueden adoptar diversas formas– parecen ser el marco mayor de gran parte de su producción. Gays sadomasoquistas, drogadictos e infectados de HIV; mujeres que discuten el patriarcal discurso médico hegemónico; mujeres que eligen disponer de su cuerpo para el trabajo sexual; féminas que se resisten a dejar sus vidas de lado por la exigencia social de ser las únicas responsables del cuidado de las niñeces y las ancianidades forman parte de su universo creativo.

«Mi primera conciencia de la dictadura remite a un recuerdo infantil, aproximadamente en el año 80 o 81», refiere la cineasta y productora. «Debía de tener cinco años y el padrino de mi hermana formaba parte de un sindicato y fue desaparecido por un tiempo. Y, en un momento, recuerdo que estaba jugando ‘a la casita’ y repetí algo que escuchaba en mi casa: ‘Estos militares hijos de puta’. Y salió mi papá a decirme que eso no lo podía decir en público. A decirme qué es lo que se podía decir y lo que no se podía decir». 

Quizás esa escena fundacional de su existencia marcó su cine que suele cuestionar el mandato paterno, que nunca se pregunta qué puede decir y qué no. «Yo empecé a estudiar cine en democracia y estaba estudiando cuando surgió la Ley de Cine. Recuerdo las marchas e ir a reclamar esa normativa. Es, creo, mi primera participación fuerte marchando en democracia. Es saber de la censura previa a los artistas y a nuestra cinematografía».

En ese sentido, Berneri narra que «previamente a Un año sin amor yo producía un programa y pagamos nuestro espacio para hacer una especie de magazine gay. Conozco a Pablo Pérez en una entrevista. Me encuentro con él en persona antes de leer Un año sin amor. Lo primero que tuve como impresión y lo que me llevó a elegir ese proyecto es que se trataba de un libro que no hablaba de una salida del closet. Que no contaba un universo que lo discriminaba por ser gay, sino que ponía el foco en el HIV y cómo el había transitado años de mucho temor antes del cóctel de drogas. Pensé en ese momento que teníamos que dejar de hablar de que la identidad sexual es un problema, quería poner el foco en otro lugar. Elecciones sexuales como el sadomasoquismo o las drogas. Había muchos temores y tabúes incluso desde producción y equipo técnico, prejuicios que ni siquiera ellos sabían que tenían».

Anahí Berneri y el impacto de la dictadura

El impacto de la dictadura y el deseo de ampliar los derechos de la democracia fueron cruciales a la hora de elegir sus proyectos. Berneri afirma que: «Siempre elegí hacer el cine de cuestiones que me interpelan. Filmo desde mi identidad y desde mi cuerpo. Y, en ese sentido, el tema de la maternidad era algo que estaba padeciendo cuando filmé Por tu culpa (2010). Me sentía sola, sentía un mandato patriarcal y médico sobre el cuerpo de mis hijos que me sobrepasaba y que señalizaban con el dedo en esos cuidados: cómo hay que alimentar, cómo hay que criar, cómo dejarlo dormir».

En relación con el proyecto que la llevó a erigirse en la primera mujer directora en ganar el prestigioso Concha de Plata (2017), Anahí señala: «En Alanis estaba tan mezclada la idea de trata y la de trabajo sexual que me llevaba a problematizar ambos temas. ¿Por qué las mujeres no podemos ejercer el trabajo sexual, disponer de nuestros cuerpos? Esa fue una gran pregunta para mí que no tenía respuesta. Yo intento no bajar línea en mis películas sino problematizar».

Respecto de su último proyecto, Elena sabe, Berneri afirma que «decidí contarlo desde mi propia experiencia de tener una mamá mayor, desde un tiempo en donde se invierten los roles de cuidado. También desde el feminismo me parece interesante poner foco y pensar nuestros mandatos y preconceptos. Parece que la responsabilidad del cuidado de nuestros padres recae monopólicamente en las mujeres. Criamos y después nos ocupamos de nuestros padres. Me parece que es un momento para empezar a hablar de estas cuestiones. ¿Tenemos que dejar de vivir nosotras para cuidar porque es nuestra responsabilidad?».

En relación con el triunfo de Milei y los riegos que ello implica para la democracia, Bernari es enfática: «Hay una relación directa entre cine y democracia. Hoy más que nunca el cine es importante para contribuir a defender la democracia. Mientras filmábamos Elena sabe, conversábamos con Vanessa Ragone, la productora: ‘acá se vuelve a hablar de los embarazos no deseados, del poder elegir ser madre, del aborto’. Ya tenemos el derecho ganado con la IVE y hoy se está hablando otra vez desde el gobierno de volver a poner en tela de juicio un derecho ganado. ¿Qué va a pasar con los derechos conquistados que implicaron tantas luchas? ¿Qué imágenes se van a poder seguir produciendo? ¿Qué va a pasar con los proyectos del INCAA? ¿Va a existir el INCAA? Si no es a través del INCAA, ¿cómo seguiremos produciendo y defendiendo nuestros derechos y libertades? Hoy está todo en tela de juicio y me parece fundamental para la democracia que el INCAA siga existiendo para que haya diversidad de voces. El Estado tiene que garantizar la pluralidad de voces, cosa que no puede hacer una empresa privada, más allá de haya empresas privadas con buenas intenciones o que hay directivos de plataformas de grandes corporaciones que apuestan a contar estas historias que nos ayudan a sostener la democracia. No podemos depender de las buenas voluntades. Es necesario seguir produciendo con una mirada política. Los artistas somos seres políticos y es nuestro trabajo hablar de y luchar por la igualdad y los derechos. Luchar por los derechos de las mujeres al trabajo sexual, por los derechos a la salud integral de las personas infectadas por HIV, por la equidad de género, por los derechos a la salud y la obligación del Estado de cuidar. Las cuestiones que me obsesionaron y que forman parte de mi vida son las que hoy, desde ciertos discursos están en cuestión». «

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