En su cuarta película, Paula Markovitch propone una historia incómoda sobre una niña que no intenta salvar a un desconocido que quiere suicidarse. Un relato que interpela y deja preguntas abiertas.

“Esta película la escribí especialmente para la joven actriz Ángeles Pradal. Fue parte de mi segunda peli, Cuadros en la oscuridad. Ella tenía ocho años. Le prometí que iba a volver a hacer una película con ella de protagonista. Fuimos trabajando lo que podía ser y la historia la hice especialmente para ella. Está un poquito inspirada en un cuento previo mío que se llamaba Perdida”, admite la directora desde su casa en Veracruz.
–¿Cuál fue tu idea para esta película?
–Todo surge de la idea de una amistad entre una niña y un hombre adulto, sobre todo por la mirada diferente que tiene ella sobre el mundo adulto y la masculinidad, incluso sobre la depresión. Hay una energía distinta entre los protagonistas y me interesaba encontrar una mirada con otra moral, con otra lógica. En esa dinámica vamos aprendiendo de la frescura de la juventud, algo que me interesa mucho como cineasta. También quería que todo transcurriera en un contexto de marginalidad y carencia, para mostrar cómo estas niñas afrontan esa realidad: solas, pero empoderadas.
–¿En qué sentido?
–Me interesa hacer películas con personajes que no te permiten compadecerlos, que sean fuertes. Porque siento que, a pesar de todo lo que se ve en el film, ellas se tienen a sí mismas. De alguna manera son dueñas de la situación y, pese a todo, forjan su propio destino.
–¿Cómo se trabaja con chicos y chicas? ¿Cómo encontrar con ellos el tono de actuación para este tipo de películas?
–De mis cuatro pelis terminadas, tres tienen protagonistas niños. Me interesa mucho el niño, no solo como personaje, sino como actor. Es una persona que me interesa porque naturalmente piensa de manera lateral; como digo siempre, son así porque son recién llegados al planeta, entonces para mí conservan una saludable sorpresa. Por eso me atrae el trabajo actoral con niños y niñas. Con ellos me gusta charlar, hacer muchas improvisaciones y dedicarles tiempo para explicarles lo profundamente dramático de una escena y lo que necesito de ellos.
–¿No siempre se trabaja así?
–Siento que a veces algunos directores tienen un poco de temor de lastimar al niño o de generar incomodidades, pero en mi experiencia el niño está incluso más preparado que el adulto para entender la ficción y separar ficción de realidad. Tienen la capacidad de interpretar el poder de la rabia o del amor, entienden la profundidad de las pasiones y pulsiones íntimas, y hacen todo con mucha verdad. A veces con cierta torpeza, pero esa autenticidad está buenísima.
–¿Cuánto tiempo te llevó hacer Ángeles?
–El rodaje fueron seis semanas y la postproducción unas cuatro más. Trabajamos en Córdoba. Yo soy binacional: argentino-mexicana. Córdoba es la ciudad donde crecí y quería que formara parte del proyecto. Es mi segunda peli rodada allí. Además decidí filmar específicamente en esa ciudad porque las niñas son cordobesas y las locaciones me servían para la idea visual que tenía en la cabeza.
–¿Qué diferencias encontrás entre el mercado mexicano y el cine argentino?
–Más allá de las dificultades propias de la industria, tengo temor por el cine argentino, donde tengo grandes amigos, artistas brillantes y talentosos que no pueden realizar sus obras. Lamentablemente, la situación de la cultura argentina está estancada, y recortar oportunidades nunca puede ser bueno. Esto me parece muy negativo. Una de las cosas más hermosas de Argentina son sus artistas, y si no se los apoya es preocupante. Toda la situación del país no colabora, aunque quizá alienta a resistir y pensar cosas creativas. En México se apoya mucho la producción cinematográfica y se entendió que los talentos deben acompañarse, sabiendo que el negocio audiovisual genera actividad y sinergia. Pero más allá de eso, en la parte técnica se trabaja con la misma calidad y es posible complementar ambos mundos mediante equipos mixtos y producciones compartidas. Creo que hay que apuntalar estas coproducciones. Aquí, en Argentina, la mayoría de los guiones cuentan historias urbanas, apuntadas a la clase media; en México se está imponiendo la tendencia de narrar historias más rurales. Pero hay de todo. Lo importante es la pasión con la que ambos países cuentan sus historias.
De Paula Markovitch. Con Ángeles Pradal, Abian Vainstein e Isabella Ramírez. Estreno: 27 de noviembre en el Cine Gaumont, Av. Rivadavia 1635.
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