Cinco artistas visuales le ponen obra a la muestra “Hay cuerpo”

Marina De Caro, Ariadna Pastorini, Cristina Schiavi, Nushi Muntaabski y Eugenia Streb ponen en diálogo sus existencias en la muestra “Hay cuerpo”. Se trata de una exposición que comparte sala al cumplirse 40 años del juicio a las juntas militares, en el Parque de la Memoria, poniendo un descargo sensorial a la ya histórica “Señores Jueces, Nunca Más”, marcando ausencias y destinos.

Inauguradas el 15 de noviembre y disponibles hasta el 19 de abril en la sala PAyS (Presentes Ahora y Siempre) del gran Memorial a las víctimas del Terrorismo de Estado ubicado a orillas del Río de la Plata, en la ciudad de Buenos Aires, ambas muestras juegan un contrapunto entre los hechos históricos del juicio de 1985 hasta la actualidad, y la interpelación al mundo desde la expresividad manifiesta del arte.

“Esta muestra surgió de pensar en sus obras”, apunta la curadora de la exposición Laura Casanovas, quién invitó a De Caro, Pastorini, Schiavi, Muntaabski y Streb a la aventura de entablar un diálogo particular entre sí hace más de dos años. A su vez, la exposición se ubica en la parte posterior de la sala PAyS, como contrapunto de la muestra mayor realizada por el Parque y Memoria Abierta.

“Hay cuerpo” es un diálogo pensado para el espacio y anclado desde la memoria en el reconocido poema “Hay cadáveres” de Néstor Perlongher, escrito a fines de la dictadura cívico militar, donde se “reitera incesantemente como cierre de sus versos: hay cadáveres”, como un mantra o una “gota que horada la conciencia al caer incesante”.

Son cuatro décadas de historia las que comparten poema y juicio, señala la curadora. Un poema sobre el que además expresa: “Advertía, así, el modus operandi y las consecuencias de un período siniestro de la Argentina” y describe que “en esta exposición nos permitimos decir Hay Cuerpos; no como una reacción victoriosa –aunque la presencia de un cuerpo (cadáver) en relación con su desaparición sea, trágicamente, celebratoria–, sino en tanto manifestación de las distintas posibilidades de su existencia”. En otras palabras: “¿qué pasa con los cuerpos 40 años después? y ¿cómo son esos cuerpos que hay en este mundo de violencias reales, virtuales, con tantos temores y con tantas cosas que inciden en forma directa en la corporalidad”.

Por eso, la curadora propone “desandar la construcción cultural de algunas asociaciones de significados para intentar aperturas” y responder preguntas sobre los cuerpos, lo que los atraviesa, las resistencias y propuestas, como un ejercicio de “construcción cultural que relaciona lo blando con la debilidad, como si aquellas materialidades que no fueran fuertes, firmes, tuvieran que ver con lo débil”. Y este es uno de los puntos que articulan las obras tan diversas de las cinco artistas.

“Acá venimos a decir que la debilidad también es fortaleza, desde los materiales y las formas de las obras de las artistas”, enumera y destaca además que “se asocia la oscuridad, el poco cromatismo, el blanco con el dolor, con lo político”. En cambio, “la vida es color, el desgarro es color, el dolor también lo es”, entonces, la muestra busca “romper esos lugares comunes de significaciones”.  Para esto se vale de “artistas fundamentales para pensar la renovación en el arte argentino desde fines de los 80 y los 90 en relación a materialidades, texturas, la idea de escultura, y que, pasado todos estos años siguen trabajando y renovando estás propuestas”, indica la curadora.

Compuesta por telas y mdf, esculturas, cerámicas de formas vacías, dibujos y videos e instalaciones, la exposición comienza con un pasaje al modo de rito iniciático con obras inéditas de Pastorini para abordar luego los cuerpos cerámicos desinflados y vasijas de De Caro, la serie “Cuerpo fofo” en obras recientes de Schiavi, o la serie “Rusia” de Muntaabski, que se fortalece a su vez, desde el imaginario y cercanía de orígenes, con la serie «Vestidas para agradar» de Streb. 

Pastorini (Montevideo, 1965) inaugura la muestra con partes de cuerpo, bajo el nombre «Sobre observaciones, importancia, representaciones», algo que se encuentra íntimamente relacionado a sus experiencias de dislocaciones de mano o pie sufridas por la artista, como algo “arquelógico” y que acompaña de pequeños Oni tomados de la tradición japonesa. Y por otro lado, instala “cuerpos enteros” que adoptan la forma de “una especie de marcha” o “manifestación” aérea en la instalación de ropas creadas con materiales plásticos y telas.

Como contrapartida, están las cerámicas de De Caro (Mar del Plata, 1961) que según la curadora “escenifica caídas y resurgimientos de fisonomías y organismos”, y son producto de experimentaciones varias de una artista conocida por sus esculturas blandas.

En tanto, lo fofo en Schiavi (Buenos Aires, 1954) “reivindica con ternura esta noción estigmatizada, mediante una geometría elástica en un juego plástico y conceptual”, detalla Casanovas. 

“Fofo es una palabra que me gusta porque es como invertir ciertas nociones connotadas en un sentido y otro, como en la realidad del lenguaje”, explica Schiavi en diálogo con Tiempo. “La serie empezó a partir de mi propio cuerpo, de pensar cuerpos por fuera de la normativa. Cuerpos blandos que se derraman sobre el paisaje o sobre una mesa, y hacer visibles de alguna manera gozosa, placentera esos cuerpos no normativos. No tengo mucho más, siempre son sensaciones en mi trabajo”, resume la artista que viene trabajando con estas geometrías corporales hace un par de años. 

También indica la sorpresa que le provoca que estas obras estén en el Parque de la Memoria porque, apunta, así “como toda obra genera un desvío de significado y por suerte el arte no tiene uno sólo”, en la muestra, ese deseo de aparición se concreta.

Una sala con tres videos da paso a un último diálogo recíproco entre las obras y alguna resolución colectiva curatorial. En la última sala del recorrido de diseño expositivo unidireccional, Muntaabski (Buenos Aires, 1963), conocida por sus trabajos con venecitas, propone “cuerpos doblados y segmentados” referenciadas en los cuentos populares rusos compilados por Alexander Afanasiev en el siglo XIX, al igual que lo hicieran los hermanos Grimm en otras partes de Europa. 

La artista, de ascendencia húngara y polaca, redescubrió durante una mudanza los libros de cuentos de su infancia y rememoró “la crueldad” de esas historias con fuerte presencia de la muerte y la idea de “resurrección del cuerpo regurgitado por algún cuervo, un lobo” -enumera- y no sólo en espíritu como en occidente”. 

La serie Rusia cierra su tiempo de enfermedad de casi tres años y es un homenaje por haberse curado. Entre las piezas están “Tetania” y representan en general “el dolor, la muerte, y el dolor después de la muerte” como la pieza del “decapitado que sigue llorando por la guerra y la injusticia”, apunta la artista. Pero también está allí refuncionalizado el telón del Parakultural, el espacio contracultural de los 90 en Buenos Aires, que fue un regalo de Alejandro Urdapilleta. 

Por último, las formas textiles de Streb (Tucumán, 1961), “mullidas y brillosas proponen entrantes y salientes con un decorativismo que por momentos pareciera enmascarar sombras”, dice Casanovas. Y sostiene que la artista toma la idea de lo patriarcal, y la cita: «Una vez que se supera la desnudez y aparece la vestimenta en el cuerpo» ¿qué pasa con esa vestimenta y con sus códigos?”.  Ese “aparece para agradar, pertenecer” en la historia lo cual trabaja desde lo decorativo con retazos de materiales reciclables, terciopelo, seda, y plantea de qué modo “eso puede estar enmascarando sometimiento cultural”. 

“Lo que manifiesta la muestra son las distintas posibilidades de existencia de esos cuerpos: deseantes, que gozan, se cuestionan, y plantean cierta ambigüedad”, resume la curadora. 

En otras palabras, “la idea es que cada uno pueda interrogarse, y tomar o ver aquello también que desea” de esos cuerpos en una propuesta que no es casual. “En momentos donde a nivel mundial dominan los discursos cerrados, antagónicos, donde todo es blanco y negro” como “una obediencia debida de los relatos”, entonces, «hoy la apertura, el diálogo, pasa por lo contracultural”.