La visita del jefe de Comando Sur, Alvin Hosley, fortaleció la iniciativa. Se trata de un punto estratégico por la cercanía a la Antártida. El estrecho de Magallanes es parte de la ecuación.

El almirante de la marina norteamericana llegó el lunes por la tarde a Buenos Aires y buscó acomodarse a la agenda argentina de una semana corta. El martes se reunió con el presidente, Javier Milei, y con el ministro de Defensa, Luis Petri. Después llegó el punto principal de su agenda. El miércoles viajó a Ushuaia y recorrió la base naval que la Armada tiene en el punto más austral del continente. A diferencia de la hiperexposición de su antecesora, Holsey fue más discreto. Quizás porque llegó en un momento donde deberá cerrar parte de las exploraciones que realizó Laura Richardson, la generala de cuatro estrellas del Ejército norteamericano que cerró el año pasado un cabildeo ecuménico en la Argentina. Se hizo conocida porque fue recibida el 25 de abril de 2022 por la entonces vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. El 5 de abril del año pasado volvió al centro de la relación bilateral entre Washigton y Buenos Aires porque viajó a Ushuaia y Milei decidió repentinamente volar para recibirla. Lo hizo porque el gobernador fueguino, Gustavo Melella, se había negado en forma tajante a recibirla. En su lugar lo hizo el presidente con un viaje relámpago. Con Richardson al lado, Milei anunció la posible construcción de una base militar integrada entre Argentina y los Estados Unidos.
Entre la última gira de la generala y la primera visita del almirante sólo ha pasado un año. La diferencia entre una recorrida y la otra es notable. Esta vez Holsey sólo fue recibido por autoridades gubernamentales en Buenos Aires, pero cuando llegó a Ushuaia avanzó en silencio. El nuevo titular del Comando Sur hizo lo mismo que hicieron sus antecesores Richardson y, mucho antes, el almirante Craig Faller. Todos recorrieron la base naval de la Armada en Ushuaia, pero Holsey lo hizo en una clave totalmente distinta.
Tres altas fuentes vinculadas a la visita confiaron a Tiempo que, en este caso, las conversaciones de los funcionarios argentinos apuntan a conseguir que el Pentágono financie y construya la base militar integrada en las instalaciones que tiene la Armada. Según las mismas fuentes se trata de la versión más ambiciosa de la instalación militar planificada en Ushuaia y el financiamiento de la construcción sería el anticipo del calibre que tendrá la presencia militar de los Estados Unidos en el puerto más importante que tiene Tierra del Fuego.
El proyecto contaría con el financiamiento directo del Pentágono y no sería a través del Departamento del Tesoro, cuyo titular, Scott Bessent, visitó la Argentina hace tres semanas para respaldar la salida del cepo cambiario para los individuos. Después del paso por Argentina, Bessent se encargó de difundir que estaban dispuestos a ayudar al gobierno de Milei con un crédito directo de EE UU para preservarlo de una inestabilidad cambiaria o financiera. Hasta ahora es el único gesto que la administración de Donald Trump ha dedicado con semejante profundidad para un gobierno de América Latina.
Una eventual base militar tutelada por Washington contaría con fondos directamente provistos por la cartera de Defensa norteamericana conducida por el expresentador de la cadena Fox, Pete Hegseth.
El presupuesto de construcción de la base es, por ahora, un secreto de Estado, pero su desarrollo sobre las instalaciones de la Armada Argentina permitiría agilizarla. El objetivo es reconstruir el puerto, dotarlo de capacidades militares aéreas, fluviales y terrestres, donde los Estados Unidos apostaría tropas, embarcaciones y tecnología para ejercer un control directo de uno de los principales accesos a la Antártida. También del Estrecho de Magallanes, el único paso logístico entre el Atlántico y el Pacífico después del Canal de Panamá que la administración Trump logró controlar, cuando han pasado solo 100 días de su regreso al Salón Oval de la Casa Blanca.
El Estrecho de Magallanes no es ajeno a la estrategia que Milei impulsa con Estados Unidos. El año pasado, cuando anunció la base integrada, reivindicó la decisión para adelantarse a la propuesta que estaba impulsando el gobierno chileno para instalar la misma base en Punta Arenas. Desde aquel entonces, el vínculo bilateral cambió. Durante el último tramo de la admministración de Joe Biden, el gobierno libertario consiguió el visto bueno del Pentágono para comprar 24 aviones F-16 Fighting Falcon a Dinamarca. Son naves de fabricación estadounidense, con renovación de segundo uso y llegarán a cuenta gotas, pero forman parte de los gestos que el gobierno norteamericano le dedica a Milei desde que la Casa Blanca tenía a un representante demócrata.
Ahora, con el regreso de los republicanos, la hoja de ruta que había dejado Richardson entró en una etapa definitoria bajo el mando de Holsey. Si se concreta el desembolso del Pentágono y avanza la construcción, se abren otras líneas de aprovisionamiento tecnológico para las fuerzas armadas argentinas. El mar de fondo apunta a limitar por completo la presencia de la cooperación de China en el país, pero de la mano de un aliado estratégico de Inglaterra, como es EE UU. Ese punto no genera el rechazo de Villarruel. “La seguridad del Atlántico Sur no puede quedar en manos de una potencia extracontinental. El desafío que aquí se presenta exige acuerdos entre los países de nuestro continente del Ártico al Antártico para fijar las políticas de defensa hemisféricas”, dijo la vice, el 2 de abril en Ushuaia para participar de una nueva conmemoración del intento de recuperación de las Islas Malvinas durante la ùltima dictadura. “Un año atrás recibimos la visita de la entonces jefa del Comando sur de los Estados Unidos, generala Laura Richardson. En un acto donde se entonó la marcha de las Malvinas, se anunció la intención de reforzar la presencia argentina mediante la construcción de una base naval integrada que sirva también como Polo Logístico Antártico. Dicha construcción fue promovida y contaría con la colaboración de los Estados Unidos, convirtiendo a la Argentina en la puerta de entrada al continente blanco. Se reconoce entonces que la Argentina es un país bicontinental”, reivindicó la titular del Senado. Villarruel, hija de un excombatiente de Malvinas, cree en el desarrollo de un “gran sistema de defensa para las Américas”, pero bajo la tutela norteamericana.
Holsey vino y se fue con un perfil mucho más bajo que su antecesora, pero quienes lo escucharon en vivo, aseguraron a Tiempo que, hasta ahora, “nunca, por parte de un gobierno argentino, se había avanzado tanto en entregar territorio y defensa a la vez». «Al parecer, esta vez no se trata de un intento ni de una exploración. Ha cambiado mucho la importancia geopolítica del Atlántico Sur y por eso es el momento de actuar”, aseguró una fuente del gobierno. «
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