Capitalismo explícito y lucha obrera

Por: Diego Gez

El director francés Stéphane Brizé analiza su película La guerra silenciosa, un retrato de la brutalidad del empresariado de su país. Cualquier parecido con la Argentina no es pura coincidencia.

Con la premisa de dar cuenta que las actitudes del capitalismo no se limitan a lo geográfico sino que actúan de manera global, el director de cine francés Stéphane Brizé plasmó un film en el que las prácticas opresivas se multiplican.

La guerra silenciosa pasó por el 11º Festival Les Avant Première y se estrenará para el gran público el jueves 18 de abril. Se trata de una ficción que expone la lucha de un grupo de trabajadores de la fábrica de automóviles Perrin para no perder su fuente laboral. La firma consigue un acuerdo con sus empleados para aceptar un recorte salarial que lograría salvar a la compañía y a todo su personal durante un lapso de cinco años. Sin embargo, luego de 24 meses y a pesar de haber obtenido grandes ganancias, la empresa toma una decisión intempestiva: cerrar sus puertas y despedir a sus 1100 empleados. Ellos serán los que se negarán a aceptar tamaña injusticia y lucharán para hacer respetar el acuerdo inicial.

Sentado en un hotel de Recoleta, Stephan Brizé expresa su felicidad por haber llegado a Buenos Aires para hablar de su última obra: «Que la película haya llegado a diferentes lugares del mundo me generó sorpresa, fundamentalmente porque siento que existe el mismo deseo en todos lados o quizás la misma problemática que yo planteo en mis películas. Hacer cine hoy en día es más que difícil, más allá de ser privilegiados en mi país por ciertas condiciones que se viven en Francia. Pero a mí no me escapa lo que significa llegar a un estreno y la Argentina no debe ser la excepción. Hoy para hacer cine siempre hay que jugarse», aclara el director.

El nacimiento de este film hay que encontrarlo en las circunstancias sociales que se viven en Francia, donde parece que nada está dicho de manera definitiva. «Una vez, mirando la televisión, observé que algunos trabajadores de Air France increparon a unos ejecutivos de la empresa y les arrancaron sus camisas frente a las cámaras de televisión. Inmediatamente las imágenes fueron usadas por los políticos para decir que con los trabajadores no se podía hablar. Pero nadie explicó cómo se llegó a ese estallido de violencia, y eso es lo que nunca se nos cuenta. Tomando elementos de la ficción, comencé el rodaje para explicar por qué dentro del marco de la lucha sindical suceden ciertas cosas en momentos álgidos. Para explicar todo eso me tomé dos horas de película, porque mi objetivo no es legitimar la violencia, sino el enojo y la ira de los trabajadores».

Como un fiel reflejo de la vida sindical y laboral francesa, La guerra silenciosa recibió críticas favorables fronteras afuera. ¿Pero cómo reaccionó el público francés? «Cuando salió la película guardaba la impresión que ante tanta indecencia del capitalismo la gente se iba a rebelar. Pero no fue así, aunque seis meses después nació el movimiento de los chalecos amarillos. En definitiva, mi película en términos de inconsciente colectivo aportó poco, aunque en los medios fue muy comentada», señala Brizé.

A la hora de plasmar esas actitudes en pantalla junto al realismo que exhibe el film, surgieron ciertos inconvenientes que no llegaron a condicionar el resultado final de la película. «Siempre a la hora de filmar surgen inconvenientes de todo tipo –destaca el director–. Pero diría que lo más interesante por ese lado llegó al manejar el formato televisivo para ganar credibilidad, filmar como si se tratara de noticias reales. Entonces el desafío era mantener esa instancia en todo el resto de la película, porque todo lo que muestra la película es pura ficción. Pero hay que saber mantener ese hilo de la imagen cinematográfica. Ese ultra realismo era algo que quería sostener a lo largo del film, sobre todo porque trabajé con unos 250 actores a la vez. Eso me generó bastante estrés, pero fue muy útil para conseguir lo que buscábamos». «

Ver comentarios

  • Una buena película, interesante porque aborda la conflictividad laboral y los modelos de globalización que no trepidan en cerrar empresas y despedir trabajadores, solo para hacer que el capital rinda más, quizá relocalizando plantas fabriles. Son números. No importa si 1100 trabajadores pierden su empleo, con todo lo que ello significa. Muestra la capitalismo global deshumanizado y a la estructura sindical con sus diferencias de matices en la acción. Un buen aporte del cine francés.

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