«Creemos que el trabajo social permite construir una sociedad más justa»

Por: Federico Amigo

Creando Conciencia es una cooperativa de reciclado de residuos que integran 57 personas. Un modelo que conjuga inclusión social con la reducción del impacto ambiental.

En 2006, Noelia Segovia separaba la basura bajo la sombra de un árbol junto a otros cinco vecinos de Benavídez. Trabajaba en el espacio que quedaba entre el barro y los pastizales, a unos pocos pasos del 1262 de la calle Sebastián Elcano, que por esos días todavía era de tierra. “Este campo era un basural a cielo abierto”, recuerda. Desde mediados de julio de este año, en esa manzana de Benavídez no solo hay una planta de procesamiento de residuos, también se acaba de inaugurar el polo productivo de 1800 metros cuadrados de Creando Conciencia, una cooperativa integrada por 57 personas, cinco de ellas incorporadas durante la pandemia. Noelia es la presidenta de la empresa, dedicada al reciclado de desechos para generar nuevos productos (por ejemplo, kits escolares que fabrican recuperando telgopor, perchas o mates) o para reinsertarlos en la industria (papel, vidrio, latas o plástico). Su trabajo también forma parte del espacio cotidiano del barrio: los bancos de madera plástica que adornan calles y plazas de Benavídez.

Desde su creación, Creando Conciencia lleva procesadas 12.500 toneladas de basura, de las que se recicló, estiman, un 85 por ciento. El resto tuvo como destino final la Ceamse, cuya planta recibe unas 17 toneladas diarias de residuos desde 52 municipios bonaerenses y la Ciudad de Buenos Aires. “Lo que ellos levantan en un día, a nosotros nos lleva más de 15 años”, dice Ramiro Martínez, uno de los fundadores de la cooperativa, para comprender la dimensión de lo que se desecha cada día en los grandes centros urbanos. Para poder reciclar todo eso, es clave la separación en origen. Es decir, en los hogares. De ahí que lleven adelante capacitaciones y campañas para concientizar acerca de la importancia de conservar los recursos naturales y el medio ambiente. “El criterio básico es muy sencillo: limpio y seco, una bolsa”, explica Noelia.


El sol de un jueves primaveral pega sobre el techo de la planta de procesamiento. No hay ni un indicio de olor a podrido en medio de la basura. Es mediodía y los camiones, cuyo turno empieza a las 6 de la mañana, todavía siguen llegando con más desechos. Recogen alrededor de nueve toneladas por día. La pandemia también obligó a darle otro trato: hay que desinfectarlo todo y dejarlo descansar durante 24 horas antes de poder manipularlo. “Olvidate, esto sale como loco en la cuarentena”, dice Oscar, otro cooperativista, mientras mueve un bolsón con botellas de vino vacías. “También llegan muchas más latas de cerveza y descarte de delivery”, cuenta Vanesa Flores, encargada de la planta, que acumula tres años en el proyecto autogestivo. Antes, cuidaba abuelos en un geriátrico y también a chicos en distintas casas particulares. “Empecé de cero y hoy todo esto lo siento parte de mi familia”, dice la mujer, curtida en Benavídez, como gran parte de los asociados. No es casual. “Tratamos de desarrollar la economía local en todo sentido”, señala Noelia, que todavía piensa en retomar la carrera de Relaciones del Trabajo que había empezado en la UBA.

Unos pasos detrás de Noelia, que oficia de guía por la planta, hay unas 20 personas alrededor de una cinta transportadora en la que descargan los bolsones de residuos para poder clasificarlos. Al costado de la banda están las mujeres que separan el residuo, que los hombres vuelcan sobre la máquina, la última adquisición. Hay, por ejemplo, una amplia gama de plásticos: verde, celeste, cristal, soplado, bidones. La maquinaria la compraron en plena pandemia y, al mismo tiempo, sumaron cinco personas para acelerar todo el proceso. “Lo hacemos nosotras porque somos más rápidas. Igual, si hay que hacer fuerza, también la hacemos. Acá todos hacemos todo”, aclara Vanesa. Detrás de su cabeza hay un cartel que refleja la organización semanal de la limpieza del baño y la cocina, una tarea repartida entre todos los asociados.

(Foto: Mariano Martino)

“Creemos en el trabajo social como la única manera de construir una sociedad más justa y segura para todos, por eso sabemos que el trabajo territorial es fundamental”, describe la web de Creando Conciencia. En la planta, Alexis pone en práctica ese criterio en el trabajo cotidiano cuando le deja el camión a Lucas, quien maniobra el volante y, marcha atrás, sigue las indicaciones de su compañero. Es una clase de manejo en medio de un día laboral. “Algo sabe, pero le faltan detalles”, dice Alexis, en modo de instructor ocasional. Al otro lado de la calle, en el nuevo polo, Iván maneja la inyectora en la que se elabora uno de los productos más nuevos: kits escolares que incluyen reglas, transportadores, paletas y escuadras. Cuando el virus permita volver a clases, los útiles llegarán a las aulas por distintos acuerdos municipales. “Gracias a este trabajo tuve muchos logros y fui creciendo”, cuenta Iván, que antes controlaba la enfardadora y las cintas. Entró a la cooperativa hace diez años, por su padrastro. “Iba a estudiar Historia”, agrega mientras de fondo resuena la máquina que emplea telgopor molido y plástico para la producción.

Del «basurero» a la ONU

El modelo de Creando Conciencia, que se basa en la inclusión social y la reducción del impacto ambiental, viajó de Benavídez al mundo hace unos meses. La empresa fue seleccionada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para celebrar el Día Internacional de las Cooperativas, el último 4 de julio. En un webinar internacional y como ejemplo de la lucha “contra la injusticia ecológica y social”, se proyectó un documental de la cooperativa realizado por una pareja de italianos que durante 2019 viajaron por todo el mundo para retratar historias del sector vinculadas a cuestiones ambientales, económicas y sociales. Fue un paso más para la consolidación de la mística y el espíritu que caracteriza al movimiento cooperativo.

“Es interesante ver cómo fue la transformación para las y los asociados. Cuando empezamos en 2006, decían que trabajaban en el basurero. Ahora dicen con orgullo que son parte de la cooperativa que recicla residuos en el barrio”, resume Ramiro Martínez que, además, es el presidente de la Confederación Argentina de Trabajadores Cooperativos Asociados (Conarcoop).

(Foto: Mariano Martino)

El exclusivo complejo Nordelta fue uno de los primeros grandes clientes que se interesó en el particular servicio de recolección que ofrece Creando Conciencia. Para hacerlo, la cooperativa tuvo que invertir en la compra de un camión. Fue el primer paso de un largo camino de capitalización. Hoy cuentan con seis camiones caja seca y tres húmedos. Sus clientes, además, se diversificaron. También los lazos con otras cooperativas, como Cristal Avellaneda, a la que le venden vidrio que se utiliza, entre otras cosas, para hacer la reconocida vajilla Durax. “Nosotros seguimos creciendo: es el modelo cooperativa”, dice Noelia.

El virus los mantuvo activos, como al resto de las actividades esenciales. No dejaron de trabajar un solo día. Cambiaron los protocolos de cuidado y perfeccionaron algunas tareas para seguir generando ingresos para los 57 cooperativistas en plena crisis. “Todo el día estoy pensando qué se puede hacer y cómo dar mejores soluciones. No me creo jefa sino una compañera más, con más responsabilidades”, resalta Vanesa. A su lado, escucha Noelia, que lleva más de 14 años en el reciclado. “Este es mi primer trabajo. Y espero que sea el único”, dice, antes de ir a almorzar a una de las oficinas del polo productivo en el que, hace 14 años, solo se veían eucaliptos.


(Foto: Mariano Martino)


(Foto: Mariano Martino)

Un sector que avanza a través del esfuerzo compartido

Más de 22 mil cooperativas hay en la Argentina, la mayoría concentradas en grandes ciudades. La Provincia de Buenos Aires es el distrito que más tiene (7282 cooperativas), y la siguen Capital Federal (2362), Santa Fe (1575), Córdoba (1261) y Jujuy (1095).
18 millones de personas están asociadas a una cooperativa de algún modo, aunque no en todos los casos se trata de una relación laboral. Este número también registra, por ejemplo, a aquellos clientes de cooperativas eléctricas o servicios. Los datos surgen del relevamiento que lleva adelante el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (Inaes), que registra este universo de acuerdo a su objeto social.
Las cooperativas de trabajo encabezan la estadística con 16.139 experiencias en el territorio nacional y 169 mil trabajadores.
400 empresas recuperadas se encuentran dentro de esa órbita, autogestionadas tras procesos de quiebra, vaciamiento o abandono empresario. Generan 18 mil puestos laborales.
Las cooperativas de servicios son 1664, mientras que las de vivienda son 1372. Después, aparecen las de provisión, con 1205 matrículas; las agropecuarias, que son 1141, mientras que hay 248 de construcción, 226 de créditos y apenas 19 de seguros, repartidas entre Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos y Buenos Aires.

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