La cultura en los barrios: resistencia en tiempos de crisis

Por: Rosalía Arroyo

A través del arte, los talleres, la música y los espectáculos, los centros culturales autogestionados no solo promueven la cultura independiente sino que también generan redes de contención.

En un contexto marcado por los recortes presupuestarios en el ámbito de la cultura impulsados por el gobierno de Javier Milei, los centros culturales barriales en Argentina han emergido para resistir a las políticas de ajuste. Estas organizaciones muchas veces autogestionadas han logrado instalarse en los barrios ofreciendo múltiples actividades culturales.

En los últimos años, Villa Crespo, Caballito, Paternal y Villa Mitre se han convertido en los barrios preferidos por aquellos vecinos y vecinas amantes de la literatura, la música, el teatro, y espacios de encuentros. Entre las casa antiguas restauradas, los negocios y las cafeterías emergen centros culturales que brindan una amplia variedad de actividades que conectan a las comunidades a través del arte, los talleres y espectáculos. Cada espacio ofrece una propuesta única que refleja la diversidad cultural de la ciudad.

En Paternal, bajo el nombre de “La PlaPla”, en homenaje a la gran escritora y cantautora María Elena Walsh, funciona un espacio cultural en el que combina diferentes propuestas como conciertos, ludoteca, talleres de teatro, canto, ciclos literarios, ferias, entre otras actividades.

Giselle Gajst es psicopedagoga y describe el lugar como un ecosistema en constante movimiento: «Aquí pasan muchas cosas al mismo tiempo. Tenemos familias que vienen a jugar, lectores que buscan tranquilidad, público del tablao flamenco o vecinos que se reúnen a jugar ajedrez. Se ha formado una comunidad muy diversa y rica. Somos un montón y pasan muchas cosas a la vez. Y de a poquito se va armando como un público más plaplero”.

En La PlaPla cada proyecto se piensa como una articulación entre el arte, el juego, los disruptivos: lo que no existe y hay que crear o lo que sí existe y hay que potenciar. Bajo esa premisa, hace unos meses un grupo de vecinos y vecinas llevaron la propuesta de un proyecto radial como una alternativa que apuesta por la comunicación comunitaria.

 Así nació @RadioLaPlaPla, un espacio dedicado al fortalecimiento de la pluralidad de voces, la diversidad, y el derecho a la comunicación. Cada programa de este “streaming popular” busca generar un punto de encuentro abierto que promueva la participación y el intercambio a partir de lo que sucede en el barrio.

En esa línea, Giselle cuenta que uno de los objetivos principales del centro cultural es “fomentar encuentros donde las personas se junten espontáneamente y se armen proyectos autogestivos”. Sin embargo, advierte que la situación actual con los centros culturales está cada vez más complicada: “Está muy difícil sostener estos espacios pero son muy necesarios, hoy más que nunca hay que seguir apoyando estos lugares, porque la gente se acerca, nos sigue, participa de nuestras actividades, la cultura es muy necesaria”.

A pocas cuadras, en Villa General Mitre, “Café Artigas” se destaca como un espacio multidisciplinario que combina un café, una librería, un teatro y una biblioteca que alberga del piso al techo incontables libros especializados en ciencia ficción, terror y fantasía.

Creado en 2020, justo antes de la pandemia, el lugar es una cooperativa de 10 artistas a los que los une la escena teatral, pero que se desempeñan también en otras áreas como la danza, la literatura, el audiovisual. Laura Seijo, una de sus integrantes, destaca: «Somos un espacio donde convergen disciplinas y miradas diversas. Nos interesa fomentar prácticas y encuentros vinculados al arte y la comunicación así como también el debate y la reflexión sobre una comunidad en relación a una oferta cultural”.

La decisión de ser un café y tener una vidriera a la calle no fue azarosa, fue pensada para generar esa sensación de libertad para acercarse y habitar el espacio de la forma que cada uno quiera: “Hay personas que vienen al café, otras tal vez se asocian a la biblioteca, y después empiezan a venir a las obras en cartelera o a asistir a charlas, de a poco se fue armando una comunidad que siente a Café Artigas como un espacio propio y eso es lo que buscamos”, explica Seijo.

Algo característico del lugar es la combinación de propuestas, que abarcan disciplinas y miradas diversas. ”Nosotros venimos de la producción escénica y eso tiñe nuestro acercamiento al resto de las áreas, es decir desde la escena abordamos el café, la librería, la biblioteca, y también desde esa mirada alojamos encuentros de música, de literatura y de debate social”, cuenta Laura.

En Café Artigas toda la programación es con entrada a la gorra, bajo la premisa de que el acceso a la cultura no debe tener impedimentos económicos. En ese sentido, Seijo manifiesta que “en el imaginario del sentido común se suele hacer una asociación entre los espectáculos a la gorra y una baja calidad de las propuestas pero nosotrxs buscamos romper con esa lógica”.

Por último, destaca la importancia de sostener estos espacios en época de crisis: “Creemos que tener un lugar donde encontrarse, leer, charlar, ver una obra, participar de un debate y crear colectivamente con otras personas son todas prácticas comunitarias que van a contramano de esta época que fomenta el aislamiento y el individualismo”. Y agrega: “Por eso creemos en la potencia de lo comunitario para construir alternativas de futuro”.

Ubicado en la avenida Córdoba, entre Palermo y Villa Crespo, “Vuela el Pez” es otro ejemplo de cómo los centros culturales fortalecen el tejido social. Con una programación que incluye música, teatro, cine y danza, este espacio promueve la cultura popular, inclusiva y feminista.

Ingresando por una empinada escalera, el espacio tiene una sala principal con escenario, una barra en el mismo espacio y también ofrece una propuesta gastronómica para acompañar cada una de sus propuestas culturales.

A través del trabajo cotidiano basado en fortalecer y promover la cultura popular, independiente, inclusiva, en Vuela el Pez se busca sostener la gran comunidad que han formado a lo largo de los años entre público, artistas, trabajadores y trabajadoras y militantes: “Entendemos que es muy importante promover el acceso al derecho a la cultura por eso, desde hace años sostenemos un espacio autogestivo con una fuerte perspectiva feminista y colectiva”, explica Agostina Agudín, directora del espacio.

Cultura y resistencia

En tiempos de crisis, la búsqueda de alternativas para permanecer y subsistir se convierte en un trabajo colectivo: “Para nosotres en muy importante sostener estos espacios porque cultura nos hace más humanos y nos permite imaginar otros mundos posibles” expresa Agudin. Y agrega: “Frente a la narrativa de que ‘no hay plata’, debemos rechazar la falsa dicotomía entre economía y cultura. La comunidad, el encuentro y la solidaridad son esenciales para pensar y construir alternativas».

Bajo esa perspectiva, Agustina explica que es fundamental encontrarse, reunirse, generar comunidad porque es lo que hace a las personas más libres y más críticas: “Necesitamos fortalecer la cultura del encuentro y de la solidaridad en este momento tan difícil”, concluye.

En un contexto donde los recortes afectan cada vez más a los espacios culturales, estos centros se erigen como pilares fundamentales para mantener viva la cultura. Son lugares donde se construyen redes de solidaridad y se crean propuestas innovadoras que inspiran y transforman.

Hoy más que nunca, la resistencia se sostiene desde lo colectivo, demostrando que el arte y cultura son herramientas muy importantes para enfrentar y construir un futuro más inclusivo y esperanzador.

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