El director de Vida Silvestre, Manuel Jaramillo, se refiere al informe de la Organización Mundial de la Conservación identifica los puntos más críticos del planeta en materia de deforestación: nueve de ellos están en América Latina, incluyendo el Gran Chaco. La importancia de frenar este avance en tiempos pandémicos.

“Las enfermedades más graves tienen un origen zoonótico. No tiene que hacernos pensar que la naturaleza es nuestra enemiga y nos contagia. Sino que la estamos agrediendo de forma tan brutal que facilitamos el salto de algunas enfermedades a los humanos”, señala el especialista. Y agrega que “cuando trabajamos con animales hacinados o cuando rápidamente tras deforestar instalamos poblaciones humanas le damos a virus y bacterias la posibilidad de evolucionar para atacar personas. Sumado a eso, por la globalización, en horas se puede difundir una enfermedad. Es un combo complicado”.
En este marco, prestarle atención a la deforestación y tomar medidas políticas y sociales para intentar frenarla se vuelve vital. “Si seguimos deforestando o degradando ambientes naturales, vamos a ir reduciendo la carga de biodiversidad que controla y mantiene a raya a muchas especies animales y a los propios virus y bacterias”, explica Jaramillo.
El informe de la WWF difundido esta semana indica que, en los últimos 13 años, más de 43 millones de hectáreas de bosque fueron devastadas en los 24 puntos más críticos del planeta: un área equivalente a las provincias de Buenos Aires y Santa Fe. Nueve de los 24 frentes se encuentran en América Latina, donde se registró una disminución del 94% en las poblaciones de vida silvestre monitoreadas por el Índice Planeta Vivo 2020. Además, el relevamiento refleja que las tasas más altas de deforestación se están produciendo en la Amazonía brasileña y boliviana, en el Gran Chaco Americano (Argentina y Paraguay), en el Cerrado brasileño, en Madagascar y Sumatra y Borneo, en Indonesia y Malasia.
“Lo que tiene de novedoso es haber puesto todo el escenario global en un mismo informe. Pero lo que reporta para el país no es novedoso: que el Gran Chacho es una zona afectada lo sabemos hace tiempo”, menciona el referente de Vida Silvestre. La deforestación aquí se debe al avance de la frontera agrícola y ganadera y al cambio de uso del suelo, “en algunos casos, sólo por especulación”. Jaramillo señala que en los últimos años se incluyeron al sistema 650 mil hectáreas por año, muchas de las cuales provinieron de bosques, pastizales y humedales, pero que al mismo tiempo se abandonaron otras 450 mil hectáreas. “Estamos haciendo un uso malo y nada sustentable. En algunos casos se constataron deforestaciones solo para aumentar el valor inmobiliario. Todo esto supuestamente ocurre en pos del desarrollo. Pero cuando uno va a la región chaqueña se encuentra con los peores indicadores sociales y económicos”, cuestiona.
Por los incendios del año pasado en diversas zonas y la falta de capacidad de ataque temprano y control –afectada por la pandemia-, puede que los índices locales de deforestación empeoren aún más. “Posiblemente 2020 sea un año récord de deforestación, considerando que los bosques que se quemaron se deforestaron”, alerta Jaramillo, pese a que la ley obliga a que los bosques quemados sean restaurados y mantengan su categoría de uso.
El informe explica que los bosques degradados y fragmentados son más propensos a los incendios, que a su vez afectan de manera directa al clima. Se estima que los incendios en la Amazonía durante 2019 causaron 1,1% de las emisiones globales de carbono, y 80% de las emisiones de Brasil. En la Argentina, en el 2020 se quemaron más de 1 millón de hectáreas (incluyendo bosques) en todo el territorio. El reporte enfatiza la conexión entre la deforestación y el cambio climático.
¿Cómo cambiar el panorama, en un marco pandémico que obliga a repensar el vínculo con el planeta? “Lo central es un compromiso fuerte y real político que se transforme en acciones”. Jaramillo recordó que, en diciembre, el presidente Alberto Fernández expresó su compromiso de que el país alcance un desarrollo neutral en carbono para el año 2050. “Para llegar a eso tenemos que dejar de deforestar. Y podemos hacerlo manteniendo la capacidad productiva. Si somos más eficientes en el tipo de producción y en la forma, en el valor agregado, en el análisis de incentivos impositivos, fiscales y económicos para buenas prácticas, si como consumidores exigimos productos con responsabilidad, si las empresas grandes implementan compromisos internacionales de no comprar productos de deforestación, la cosa puede cambiar”, plantea y da cuenta de una transformación necesaria en todas las escalas. “Esto Argentina no tiene que verlo como una amenaza sino como una oportunidad, porque por la riqueza de nuestro país podemos producir bien y conservar la naturaleza a la vez”.
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