Diego Alfaro Palma: “Uno se ensucia las manos con tierra, del mismo modo que se las ensucia con tinta”

Por: Mónica López Ocón

En “Pequeño diario del que peregrina” el autor chileno Diego Alfaro Palma vuelve poéticamente el tiempo atrás para establecer una relación más estrecha con la tierra y, en consecuencia, con la escritura, ya que ambas están relacionadas.

Hay libros –entendidos como objetos físicos– que son un soporte más o menos adecuado al texto que materializan. Otros, en cambio, que están tan integrados a él que forman parte de su esencia. Pequeño Diario del que peregrina, del escritor, traductor y editor chileno Diego Alfaro Palma (Limache, 1984) forma parte del segundo grupo.

Este hermoso libro poético editado por la editorial cordobesa Portaculturas dirigida por Javier Folco. Fue concebido por la diseñadora Cecilia Alfonso Esteves y está pensado en base a dibujos botánicos del siglo XIX.

Sus imágenes fueron tomadas deThe instructive picture book. Lessons from the vegetable world. Yonge, Charlotte Mary. Edinburgh, 1858. 

No son sólo bellas imágenes, sino que acompañan la intención del texto de mostrar un mundo en que el cambio de las estaciones y la relación con la tierra no estaban tan mediatizadas por las pantallas.

“Creo que los libros no se terminan con la intervención del autor –dice su autor, Diego Alfararo Palma, sino que en su belleza hay mucha gente involucrada. Por ejemplo, Javier, el editor de Portaculturas, se dio cuenta de que en se texto mío había un libro, cosa de la que yo no me había dado cuenta. Él descubrió que esos textos tenían un correlato. Él diseñó la escena para que este libro pudiera transcurrir. En este sentido, el libro es doblemente poético. Eso es algo muy lindo porque no es solo un libro mío, sino que hay una estructura poética también en el diseño”.

Pequeño diario del que peregrina compara constantemente el trabajo con la escritura con el trabajo con la huerta. Es más, en algún momento del texto dice que la escritura es una huerta llena de tachaduras. “Es que la primera escritura del ser humano –dice Alfaro Palma– fue la tierra. Uno escribe con entusiasmo y cuando, al día siguiente lee lo que escribió, se da cuenta de que necesita más trabajo. Pasa lo mismo cuando uno hace un jardín, un huerto o arma un pequeño espacio de tierra en un departamento. Claro que un jardín o una huerta requieren un trabajo más cíclico”.

“En la poesía, en cambio, uno escribe después de que ocurre lo físico. Uno tiene que vivir para que ocurran las cosas, para que llegue el después. Pero uno se ensucia las manos con la tierra igual que se las ensucia con la tinta y aquí hay una correspondencia evidente”.

La escritura de Alfaro Palma en Pequeño Diario del que peregrina se expresa en pequeños poemas en prosa. Al igual que el autor de Moby Dick, Alfaro Palma introduce materiales diversos, incluida una bibliografía sobre huertas. Esos discursos distintos se amalgaman en algo poético. “No creo que nadie se sienta frustrado si compró el libro pensando en hacer una huerta, porque de algún modo se trata de eso”, dice Alfaro Palma. “Y sí, creo que el libro tiene mucho de Moby Dick porque ambos parten de un presupuesto narrativo pero están bajo una base poética: todo entra en el libro. Puede entrar hasta otra novela, un ensayo o el tipo de texto que sea”.

Pese a que está escrito en prosa, cuesta imaginar que existe un narrador ficticio, sino que, contra todos los principios de la teoría literaria, es una tentación pensar que quien habla en Pequeño diario del que peregrina es el autor.

Alfaro Palma y los géneros literarios

“A mí no me gusta mucho encasillar los libros en géneros, contesta Alfaro Palma ante esta observación. La poesía no es solo escribir una poesía. Es saludar a tu vecino en la mañana, programar tu día, estar con tu familia, leer un libro, entender cómo ocurre la naturaleza y tratar de leerla…”

“No me quedaría con la noción de que la poesía es un poema, eso sería muy restrictivo y muy académico. Creo que para leer uno tiene que liberarse de cualquier preconcepto y disfrutar el texto que tiene bajo sus ojos. A mí me gusta leer así y ese tipo de libro que se deja leer así y por eso me gusta tanto Moby Dick, que es mi libro de cabecera. Lo he leído muchas veces”.

“Lo mismo ocurre con la Divina Comedia. Son libros que uno no sabe dónde ponerlos, establecer a qué género pertenecen. Lo mismo me sucede con los libros de Pascal Quignard. Estos libros te llevan a hacer una travesía interior”.

Cuando se le pregunta al autor chileno cómo suele ser su proceso de escritura, contesta: “No me gusta sentarme a escribir teniendo todo planeado. Ese modo de escribir a mí no me funciona. Por otra parte, soy muy análogo en la escritura, soy muy de escribir en libretas. Cada libreta es un proyecto, un periodo de escritura”

“En cuando a Pequeño diario del que peregrina, justo nos habíamos mudado con Claudia, mi pareja, que es argentina, al campo. Volvía a un sector rural de la ciudad en que nací y cuando nos entregaron el lugar que arrendamos, no había nada, sólo dos mandarinos, pero no había ninguna otra planta, no había prácticamente vida vegetal”.

“Tuvimos que empezar a entender cómo se reciclaba el agua, cómo ir nutriendo la tierra y muchas otras cosas que yo sabía, pero que había olvidado. Por eso el libro también tiene que ver con recordar lo olvidado y por eso también hay citas, por ejemplo, a la tradición. Es un libro que muestra los procesos de costura, cómo se fue haciendo. Es como hacer un vestido y, al mismo tiempo, explicar cómo se hace un vestido. Creo que esa es la verdadera libertad”.

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