A punto de cumplir 78 años, el legendario cantante, guitarrista y compositor atraviesa una situación económica desesperante. Sin trabajo estable ni ingresos suficientes, recurrió a sus redes para evitar el desalojo.

Molinari no vive del pasado, pero tampoco puede vivir del presente. A pesar de ser una leyenda viva del rock, su situación es precaria: cobra la jubilación mínima, percibe esporádicas regalías por su obra y cuenta con la cobertura mutual de SADAIC. Nada de eso alcanza. En un video reciente, se mostró con la serenidad de quien ha peleado batallas más duras, pero con la angustia palpable de saberse a un paso del desalojo. “En estos momentos, no estoy pudiendo trabajar. Y el alquiler, la comida, las cosas básicas… no dan”, explicó. Su objetivo es simple y urgente: juntar el dinero para no ser echado del lugar donde vive con su familia.
La noticia encendió una rápida ola de solidaridad. Músicos, periodistas y seguidores comenzaron a compartir su mensaje y a ofrecer colaboración. Sin embargo, el eco institucional ha sido escaso. La industria musical, que suele homenajear con murales, placas o galardones a sus íconos cuando ya no están, muestra poco interés en el bienestar de sus figuras vivas. Molinari no lo dice con rencor, pero sí con lucidez: “Parece que primero tenés que morirte para que se acuerden de vos. Te hacen una plaza, una baldosa, y listo”.
El caso de Edelmiro no es aislado. Como él, muchos artistas de la generación fundacional del rock argentino sobreviven con magros ingresos, sin acceso a circuitos laborales y sin reconocimiento estatal. Lo que se celebra en los aniversarios y documentales pocas veces se traduce en apoyo concreto. El sistema que ayudaron a construir -la industria del espectáculo, los medios, el mercado cultural- hace décadas que los ha dejado afuera.
Edelmiro Molinari fue el guitarrista que cambió todo. En Almendra compartió escenario con Luis Alberto Spinetta, Rodolfo García y Emilio del Guercio, y en los años 70 fundó Color Humano, una banda que llevó el rock nacional a una madurez instrumental y lírica desconocida hasta entonces. Su estilo psicodélico, visceral, libre, fue una revolución sónica que sigue siendo referencia para generaciones enteras de músicos.
Hoy, su pedido expone una pregunta incómoda: ¿cómo puede ser que un artista esencial, que ayudó a definir una identidad cultural, termine pidiendo ayuda para subsistir? La respuesta no está en su cuenta de Instagram, sino en un sistema que no sabe cuidar lo que tiene. Y que suele llegar tarde.
Quienes deseen colaborar pueden hacerlo contactándolo directamente a través de su cuenta oficial: @edelmiro_oficial.
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