La exitosa serie de Netflix abrió la curiosidad de miles de espectadores sobre el funcionamiento de los espacios religiosos más conservadoras.

La esposa prometida
Una que trata de mostrar los problemas que tienen las mujeres del judaísmo ortodoxo a la hora de planificar su futuro familiar. Acá es Shira, la hija más joven de una familia judía ortodoxa de Tel Aviv, la que ve frustrados sus deseos ante el mandato religioso. Si bien su matrimonio también está convenido de antemano, al menos su pretendiente le gusta. Pero su hermana mayor muere al dar a luz, y eso la lleva automáticamente (según la religión) a tener que ser la nueva esposa del hombre ahora viudo y padre. El film pone en tensión los deseos individuales con las necesidades de pertenencia a una comunidad. Y didácticamente expone temas por lo general desconocidos para las mayorías.
The Believer
Aquí se pone el conflicto en la ideología de superficie. Es la historia de un judío que se hace neonazi (Gosling). Estudiante en una secundaria judía de Nueva York, sus posturas y vulgata autoritarias le van haciendo ganar una popularidad que lo convencen de que está por el camino correcto: entonces decide subir su apuesta y se mete en círculos neofascistas en los que gana poder hasta convertirse en líder. No por eso deja de estudiar la Torah y enseñando hebreo en su carrera a convertirse en rabino. La película juega deliberadamente a poner al judaísmo ortodoxo y el antisemitismo radical en una equivalencia dogmática, pero sin olvidar que el primero opta por el aislamiento y el segundo por la persecución. Así, consigue el efecto de mostrar que ellos (los dogmatismos) son más hijos de la debilidad que de la fortaleza. Un muy aplaudido debut del hasta entonces sólo guionista Henry Bean, que fue premiado en Sundance.
Shtisel (dos temporadas)
Simpática y atrevida, le pone bastante humor e ironía a su retrato de la comunidad judía ortodoxa de Jerusalén. Al ser una serie tiene más posibilidad de desarrollar personajes y jugar en distintos niveles en lo que no todo sobresale por la denuncia, sino también por la comprensión y, sobre todo, por la picardía. Sí, la picardía de los personajes de la serie tiene prácticamente un toque infantil: todos prefieren hacer trampa (o a veces negar) con las reglas religiosas a tener que enfrentar la autoridad y los mandatos (incluso también llegan a la crueldad hartera). Lo que le da a la historia un nivel de empatía muy especial, a la vez que tal vez la aleja de los cánones de las series predilectas de los sectores medios intelectuales urbanos: esa comunidad parece tener los mismo vicios y virtudes que cualquier de cualquier otro lugar, aunque sus mujeres usen polleras muy largas y sus hombres pelo enrulado.
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