Según cálculos del mercado, implica una emisión de 500 mil millones de pesos. La suba de los encajes determinará tasas de interés más elevadas que podrían asfixiar la economía.

El intento de imponer la normalidad llegó hasta las oficinas de los directores del Fondo Monetario, quienes en una oportuna reunión en la tarde del jueves aprobaron la primera revisión del nuevo acuerdo que ata a la Argentina a ese organismo multilateral de crédito y control financiero (ver página 6), a pesar de que el gobierno no cumplió una meta central de ese convenio, como es la acumulación de reservas en el Banco Central para garantizar el pago de la deuda con el propio FMI.
Lo cierto es que el viernes, el valor del dólar bajó un peldaño de los 20 que subió en los últimos 45 días. En el gobierno exageraron el dato, pero lo cierto es que el dólar mayorista se instaló, cómodo, en un nuevo nivel en torno de los $ 1360 cuando un mes y medio atrás estaba en un 20% abajo.
Llegar a este punto no fue gratis. El Banco Central perdió todas las apuestas que realizó en el mercado del dólar futuro, uno de los principales instrumentos a los que apeló para detener el aumento de la cotización del billete verde (ver gráfico).
No hay cifras oficiales, pero comienzan a colarse algunos números. El periodista Matías Barbería publicó en Infobae un cálculo en base a datos del mercado en el que situó en 500.000 millones de pesos las pérdidas del Banco Central por estas apuestas perdidas.
El número es muy factible. El Banco Central apostó a sabiendas de que iba a perder en mayo, en junio y en julio. El dólar futuro es, en pocas palabras, una operación financiera por la cual alguien vende que, a fin de un mes cualquiera, el valor del dólar estará en un nivel determinado. Si al llegar la fecha, ese valor es menor, el que vendió ese contrato ganará la diferencia, y si es mayor, la pagará. El BCRA pagó tres meses seguidos.
Era claro que sólo con futuros no se podría detener al dólar. Pero en ese momento, el Ministerio de Economía resolvió una medida que mostró un error de cálculo significativo al volcar al mercado una masa significativa de pesos (alrededor del 30% del circulante) con la eliminación de las Lefi.
Ninguno de los funcionarios del gobierno explicó con claridad por qué llevaron a cabo esa decisión de esa manera. En algunos círculos se cree que fue con la creencia de que los bancos derivarían ese dinero a nuevos títulos públicos, con lo que esa masa de dinero desaparecería de la escena.
Pero los bancos resolvieron que ya no es momento de seguir financiando al Tesoro. Y se armó el desparramo. El dato es importante porque desmiente la especie que el gobierno repite todos los días acerca de un supuesto superávit fiscal: existe si y solo si los bancos refinancian la deuda pública acumulada. La licitación especial, por fuera del cronograma original, que organizó el Palacio de Hacienda no logró superar el entuerto a pesar de ofrecer letras ultra cortas, a 15 días, con tasas elevadísimas, del 65 por ciento.
La consultora Ecolatina señaló que, al verse desbordado, el Tesoro y el BCRA armaron una “hoja de ruta clara” determinada por un “peso caro y escaso para frenar al dólar”. Para ello, la autoridad monetaria aumentó las exigencias de encaje (dinero que los bancos están obligados a colocar en el BCRA como garantía de los depósitos y que no tiene remuneración), lo que se decidió este jueves.
Ecolatina caracterizó: “Estamos en una etapa de menor oferta en el mercado oficial y una demanda sostenida en las puertas de una contienda electoral, históricamente asociado con una dolarización por parte de los individuos. En este marco, la duda está en si el gobierno logrará recalibrar de forma conducente el aspecto monetario, que viene sufriendo un deterioro tras el desarme de las Lefi. Esta cuestión será fundamental para suavizar la volatilidad de las tasas, dirigirse a un nivel de tasas reales menos nocivo para la actividad y anclar con mayor firmeza las expectativas de devaluación”.
Pero la suba de los encajes conlleva un riesgo mayúsculo: que no logre contener la suba del dólar y, por el contrario, asfixie la economía porque al faltar los pesos, su “costo” (o sea, la tasa de interés) se elevará. Cabe recordar que el crédito fue el motor del impulso del comercio de bienes durables, autos y viviendas. La suba de la tasa ya comenzó a golpear la oferta y los propios bancos comenzaron a restringir el acceso a ciertas líneas de crédito.
Sin dólares de la actividad rural en el horizonte (ver gráfico), y ante un proceso electoral que ya no parece tan fácil para el gobierno, la perspectiva es que comenzará una nueva carrera entre las tasas de interés y el dólar. Es el mismo recorrido de 2018, cuando Caputo era primero ministro de finanzas, luego, secretario de Finanzas y finalmente presidente del Banco Central, para terminar echado por presión del FMI. Se sabe cómo terminó esa historia.
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