Los estadounidenses amanecieron el miércoles sin conocer el nombre de su próximo presidente, algo que no ocurría desde 2000. En aquel momento, tuvieron que esperar cinco semanas para que se designara al republicano George W. Bush como presidente, tras una batalla legal que tuvo al país en vilo y requirió un arbitraje sin precedentes de la Suprema Corte.

Las cadenas de televisión adjudicaron primero a Gore ese estado clave, luego a Bush, para después esperar un desenlace ante resultados tan parejos.
Se denunciaron varias irregularidades en Florida, que entonces gobernaba Jeff Bush, hermano del candidato republicano: una urna fue hallada en una escuela, se invalidaron miles de votos en el condado de Palm Beach, de población mayoritariamente negra, entre otras.
– Batalla judicial –
La larga batalla legal comenzó tras el reclamo de Gore, el 9 de noviembre, de realizar un recuento manual en cuatro condados del estado, entre ellos Palm Beach.
En el corazón del embrollo: las máquinas perforadoras utilizadas en Palm Beach para escrutar los votos no marcaban bien las papeletas, saturando a la comisión electoral, que era la que debía decidir sobre la validez del voto.
El 26 de noviembre, Florida proclamó la victoria de Bush por una diferencia de 537 votos. Gore rechazó ese resultado, alegando que no se habían contabilizado miles de votos.
El 8 de diciembre, la Suprema Corte de Florida falló a favor del aspirante demócrata, ordenando el recuento manual de más de 45.000 papeletas ignoradas por las máquinas.
Pero la Suprema Corte de Estados Unidos detuvo ese proceso, al dar lugar a un pedido de Bush.
– La Suprema Corte decide –
El 12 de diciembre, el alto tribunal, en su primera intervención en una elección presidencial, decide que se agotó el tiempo para un recuento manual, al vencer el plazo para que los estados resuelvan conflictos derivados de comicios y designen a sus electores en el Colegio Electoral.
Así, Bush fue elegido presidente por 271 votos del Colegio, uno más de los 270 requeridos.
Gore no llegó a la Casa Blanca pese a registrar más sufragios a nivel nacional, algo que no ocurría desde 1888.
El magistrado de la Suprema Corte John Paul Stevens, que votó contra el fallo, dijo: «aunque tal vez nunca se sepa con total certeza la identidad del ganador (…) la identidad del perdedor está perfectamente clara: la confianza del país en sus jueces».
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© Agence France-Presse
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