El foco puesto en el aspecto físico de las deportistas tomando al cuerpo como objeto y volcando en su imagen todos los estereotipos; los análisis de los partidos que no pasan por la pelota y su juego; los chistes machistas que simbolizan sus propios universos pequeños en cada situación cotidiana; las preguntas incómodas que no jerarquizan a las deportistas sino que las ponen en un lugar de entretenimiento; las comparaciones con los jugadores de la selección masculina para construir la identidad de las integrantes del equipo femenino como si no fueran quienes son por ellas mismas. Son ejemplos del pasado. El modo de abordar las coberturas periodísticas –como la vida– empezó a deconstruirse. Y el Mundial de Francia es la primera gran prueba.

La mejor jugadora del mundo, la noruega Ada Hegerberg, decidió justamente no participar en el torneo como protesta contra la desigualdad entre el fútbol masculino y el femenino. «No es siempre dinero. Hablamos de darles a las chicas las mismas oportunidades de soñar que a los chicos», reclamó. La  Federación Noruega de Fútbol equilibró los sueldos de ambos seleccionados en 2017 pero Hegerberg exige el mismo profesionalismo y trato igualitario en todos los sentidos.

Parte de ese trato también se construye en cómo se cuenta y se aborda el deporte femenino. Hoy en la Argentina la gran mayoría de las redacciones cuentan con un porcentaje muy bajo de mujeres periodistas y no hay editoras de Deportes. Sin embargo, en ese contexto algo empezó a moverse: este Mundial generó un espacio en los medios para que las periodistas cuenten este torneo. Eso también es el resultado de empezar a cuestionar al patriarcado y de empezar a empoderarse. Como en las canchas, en las tribunas y hasta en la misma estructura machista de la AFA, las redacciones también saben que son otros tiempos y que la complicidad con la que se manejaban hasta no hace mucho, como un código de un universo ajeno al de las mujeres, las lesbianas y les trans, se terminó.

Esta Selección, y el fútbol femenino, vino a patear y enterrar esa manera de abordar al deporte femenino en la cotidianidad y en los medios de comunicación porque así tenía que suceder para ser una sociedad más inclusiva, más igualitaria. Y porque si algo está claro es que nunca más las va a mandar a lavar los platos desde una tapa de un diario. Porque si algo en ese tono sucediera habrá una fuerza imparable que viene desde la calle y desde las nuevas generaciones para marcarles que quedaron en offside. Y que pueden –y deben– empezar a deconstruirse con este Mundial.  «