Los sectores que se habían impuesto hace cuatro años volvieron a ganarle la interna partidaria a los disidentes.

La Convención Nacional de la UCR se realizó en Parque Norte. Los 314 miembros del cónclave que debían votar estaban sentados delante de un escenario, luego había un pasillo de circulación, vallas y un espacio para la militancia. Allí se ubicó un grupo de afiliados que calentó el clima. Cantó fervientemente contra el presidente Mauricio Macri, coreó al ex presidente Raúl Alfonsín, pidió “basta de derecha”, “basta de Cambiemos”, con un pequeño megáfono que habían logrado ingresar.
A pesar del clima, el documento de ocho puntos que finalmente se aprobó con algunas modificaciones, sumando críticas al gobierno nacional, tiene como eje central la ratificación de Cambiemos, una propuesta de “ampliar la coalición” y utilizar las PASO como modo de seleccionar los candidatos. El escrito intentó contener algunos de los pronunciamientos de los díscolos, a pesar de que eran minoría.
El documento terminó siendo, en rigor, una base para los referentes que se sentarán a negociar poder con el presidente Mauricio Macri. Las posibilidades de ampliar la alianza oficialista son casi nulas, excepto por la incorporación de algún dirigente de Alternativa Federal, como podría ser Juan Manuel Urtubey. Por ende, la consigna funciona como una forma de correr la línea de negociación con el macrismo.
Los discursos “a favor” de mantener la alianza se apoyaron en el mismo eje creado por el dirigente Jesús Rodríguez en 2015 para tratar de dotar de mayor densidad conceptual al acuerdo y hacerlo más digerible para ciertos sectores radicales. La idea era y es dividir la puja política entre dos sectores, el “bloque populista” y el “bloque republicano”. Es una forma, también, de intentar esquivar el debate sobre el modelo económico y social. La efectividad que pueda tener esta estrategia ahora está por verse, luego de cuatro años de ajuste macrista.
Los convencionales que votaron en contra de la continuidad de Cambiemos respaldaron su posición caracterizando al gobierno de Macri como “neoliberal” y remarcando que esas políticas no tienen “nada que ver con el ideario” del partido centenario. Hubo momentos pintorescos, como cuando la convencional Lucía Alverti subió al escenario y antes de comenzar su discurso abrió un paraguas para “cubrirse” de la “lluvia de inversiones que trajo” el presidente Macri.
El antagonismo interno quedó expuesto. También volvió a quedar claro que, a excepción de los “alfonsinistas”, a la mayoría de la dirigencia boina blanca lo que la nuclea es pararse enfrente del peronismo. Hace cuatro años la disciplina partidaria fue más fuerte que las diferencias. Habrá que ver qué ocurre ahora.
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