La gran creación de Ridley Scott comenzó a rodarse este año con miras a estrenarse en 2024. El realizador oriental conocido por "No respires" y "Posesión Infernal" también colaboró en el guión, que será sostenido por nuevo elenco.

En el elenco estarán lCailee Spaeny, David Jonsson, Archie Renaux, Isabela Merced, Spike Fearn y Aileen Wu. Aunque poco se sabe sobre la trama y la historia (incluso si será secuela o precuela), esta vez Scott deja la dirección en manos del uruguayo -que también tendrá participación en el guión- luego de dirigir, con suerte dispar, Prometheus (2012) y Alien: Covenant (2017).
Como otras sagas que comenzaron sobre fines de los ‘70 y principios de los ‘80 (entre las más conocidas, Star Wars y Terminator), los cambios generacionales, pero sobre todo la ganas de seguir explotando la veta, llevaron a secuelas y precuelas, cuando no a cruces (como el de Alien vs Predator, por ejemplo), spin-offs y universos varios. Y si bien luego hubo otras sagas tan gustosas como espectaculares -en especial provenientes de los cómics-, aquel segundo lustro de la década de 1970 (precisamente el tiempo en que nació Álvarez, 1978) marcó un cambio en el rumbo de la narrativa y la industria cinematográfica. Y Alien, el octavo pasajero (como se conoció en Argentina), tuvo su buena dosis de influencia.
Por ejemplo, entre otras cosas, fue la primera película con éxito de taquilla y crítica que tuvo una heroína como protagonista fundamental. La teniente Ripley, encarnada por Sigourney Weaver, resultó la heroína de una generación: su condición de mujer fue determinante para resolver la historia a favor de los humanos. Sí, la película está situada en un futuro no muy preciso en el que la humanidad ya ha viajado y colonizado algún sector del espacio, pero nadie tuvo la menor duda de que Scott estaba hablando de un nuevo tipo de mujer (al menos en su imagen a representar) actual para los jóvenes de 1979.
Luego de esa aparición tan gloriosa como triunfal de ese alienígena, que además era bien distinto a los distintos “monstruos” extraterrestres que había creado el cine, la saga tuvo un derrotero bastante desparejo. Y eso que tuvo grandes realizadores a cargo. La continuidad quedó en manos de James Cameron -reconocido por propios y extraños luego de su gran Terminator (1984)-, quien estuvo a la altura de las expectativas (como siempre, demostraría después). También estableció que en la nueva narrativa (en los nuevos tiempos) los monstruos no mueren: mientras existan humanos los habrá; un poco porque su existencia está alimentada por la imaginación terrícola, otro porque nada se puede eliminar para siempre. Lo que hasta el momento era exclusivo del terror a lo Freddy Kruger, podía ser parte de la más excelsa ciencia ficción.
Los alienígenas (como la esposa del presidente Sebastián Piñera llamó a los manifestantes chilenos de las jornadas de protestas de 2019) que vendrían no serían tan atractivos. Al menos sus historias. Y eso que la siguiente entrega (Alien 3) tuvo nada menos que a David Fincher en la dirección. Luego se dijo que el final se lo cortaron mucho y mal, e incluso hubo una versión extendida con un llamado corte del director que tampoco dejó conforme a los fans de las anteriores. Se contó más tarde que los productores David Giler y Walter Hill habían pensado esta tercera película la teniente Ripley, pero que el presidente de Fox, Joe Roth, se opuso: Weaver fue “convencida” para una nueva participación.
La cosa había bajado de nivel pero la fe en la saga seguía intacta a la llegada de la cuarta entrega. Sin embargo, la dupla conformada entre Sigourney Weaver y Winona Ryder no pudo levantar el escaso vuelo que la narrativa de Jean-Pierre Jeunet (Delicatessen) le dio a Alien: Resurrección (1997). Acaso por la decepción del film de Fincher, por ahí porque hay personajes imposibles de disociar de su intérprete (tipo Terminator con Arnold Schwarzenegger), la cosa es que Weaver volvió a ser llamada, esta vez por más dinero, y con más prerrogativas en lo que se vería en pantalla. Se dice que Jeunet fue una sugerencia de ella: el mundo había quedado muy impactado con el tratamiento visual que el director francés le había dado a su Delicatessen, y Weaver también. El resultado mostró que Jeunet no era el indicado.
El nuevo siglo trajo nuevos bríos a la saga. De alguna manera los avances tecnológicos forjaron la idea de que sería más plausible el éxito de un enfrentamiento con el Alien. Y si se quería volver al éxito de antaño, lo mejor era convocar nuevamente al padre de la criatura. Scott aceptó seguir con la secuela. Sin embargo, después de un primer proyecto, planteó que lo mejor era probar con una precuela. El hombre que en la industria cinematográfica confía como pocos en eso que comúnmente se conoce como instinto humano, dejó de lado la tentación de la resolución tecnológica y optó por la sagacidad de la especie que encuentra en su falta de especialización una de sus más notables y nobles virtudes. Y así resuelve Prometheus (2012). Algo que vuelve a intentar con Alien: Covenant, aunque no con los mismos buenos resultados.
El año próximo, cuando seguramente se estrene la nueva Alien, se verá cuánto de la impronta rioplatense charrúa podrá haber influído para que la criatura, pero sobre todo la historia, sea lo que supo ser.
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