El Reino Unido, el Brexit y la trampa de alejarse de Europa, pero no tanto

Por: Ricardo Gotta

El 1° de enero entra en vigencia la salida británica de un mercado en el que siempre dejó un pie afuera, y que ahora se aseguró de no abandonar del todo. La injerencia de EE UU.

A once meses de entrar en vigencia una decisión que fue adoptada en un referendo realizado en 2016 – hace cuatro años y con un resultado apretado: 52% positivo – el “Britain exit” (conocido por su acrónimo: Brexit); uno de sus propulsores, Alexander Boris de Pfeffel Johnson, el polémico primer ministro británico anunció exultante el acuerdo comercial final con Europa. Un acuerdo que viabiliza el verdadero lanzamiento de la separación, formalmente planeada para este 1° de enero.

«Fue un camino tortuoso», la frase más escuchada como comentario de la resolución que tuvo en vilo a británicos y a todos los europeos que arribaron, tras una “negociación feroz», a un contrato que todavía debe pasar por el formalismo de la aprobación parlamentario inglesa, que se descuenta, aunque sea una pequeña deuda por este cierre urgente y sobre la hora del “escape de Europa”, como señaló una parte de la vanguardia más conservadora del Reino.

Pero en el 10 de Downing Street festejaron estruendosamente durante esta Navidad. Para el gobierno de Johnson, el acuerdo logró evitar un Brexit duro. «Hemos recuperado el control de nuestras leyes y nuestro destino», aseguró un pletórico primer ministro que hizo caso omiso a los críticos que lo acusaron “de haber roto sus promesas” sobre el Brexit.

Mientras, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, afirmó que se «continuará cooperando en todas las áreas de interés mutuo, incluyendo temas como el cambio climático, la energía, la seguridad y el transporte». La UE fue el socio comercial más próximo de Gran Bretaña, mientras se encontraba dentro: con la unión aduanera, las empresas comercializaban bienes con libertad. Hubo presiones sobre el gobierno por el temor a nuevos impuestos que habría aumentado costos, lo que Londres destrabó el último acuerdo, cerrado con 58 de los 70 países que conforman ese “mundo comercial”. Se trata también de algunos cambios en la vida cotidiana, como nuevos controles fronterizos nuevos; la no participación del programa de intercambio Erasmus o el corte de facilidades para ir de vacaciones o por lo que fuera a la UE.

En tanto, se fogonea el regreso a la «Global Britain» que se resume en algunas frases. «Cuando salgamos habrá enormes oportunidades en todo el mundo. Y Reino Unido será una fuerza para el bien», aseguró el ministro de Exteriores, Dominic Raab. “Recuperar nuestro papel natural e histórico» del país como «emprendedor verdaderamente global, generoso y comprometido con el mundo», dijo Johson. «Un acuerdo de libre comercio con EE UU le daría impulso a las empresas, crearía empleos, reduciría el costo de vida y ampliaría las opciones de los consumidores a ambos lados del Atlántico», terminó de poner las cosas en blanco sobre negro Raab.

Algo así como lo que dijo Winston Churchill en 1944, hace 76 años: «Debes saber que si tenemos que elegir entre Europa y los mares abiertos, siempre elegiremos los mares abiertos». El Reino Unido se unió finalmente a la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1973: demoró 16 años, luego de la creación con el Tratado de Roma (1957), pero entonces, Europa atravesaba un boom mientras que la economía británica era una llamativa meseta. El ingreso se dio tras dos vetos del Charles De Gaulle (1961 y 1967): tras su renuncia a la presidencia francesa (1969), Londres logró la aprobación. Pero siempre tuvo un pie en cada vereda, y si bien acompañó centenares de movidas, no cerró algunos acuerdos clave como el de Schengen (1985), para suprimir controles fronterizos, ni la Unión Económica y Monetaria (1988), cuando la mayoría adoptó el euro como moneda.

Justamente, fue con Margaret Thatcher como primera ministra (1979-1990) que, tras un romance fuerte, las posiciones se tornaron menos amables. Al punto que uno de sus actitudes que precipitó su salida fue haber pronunciado la frase: «Queremos nuestro dinero de vuelta». La contracara: el laborista Tony Blair fue uno de los grandes impulsores de una ampliación del bloque hacia el Este. La crisis financiera de 2008 y la asunción del conservador David Cameron (2010) tras 13 años laboristas cambiaron el panorama definitivamente.

Pero el ejecutor fue un remedo despeinado de Donald Trump, aunque mucho más cauto y previsible que el saliente presidente de los EE UU. Boris Johnson lo hizo. A su modo. «

¿Escocia rompe la unidad?

“Antes de que comience el giro, vale la pena recordar que el Brexit está sucediendo en contra de la voluntad de Escocia. Y no hay un acuerdo que pueda compensar lo que nos quita el Brexit. Es hora de trazar nuestro propio futuro como nación europea independiente”. La frase fue lanzada en un tuit por la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon (@NicolaSturgeon). Es más que elocuente. Otro factor más en la historia de impulsos independentistas de los escoceses en relación con el Reino Unido.

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