Con la intención de mostrar la estructura patriarcal a través de la relación de una pareja de actores, la pelícua de Asghar Farhadi sin querer cuestiona los principios del progresismo
Con el esquema de La separación, el título que le había permitido su anterior Oscar y también el Oso de Oro en Berlín, el director comienza a hacer de ese episodio, la obsesión del varón. Farhadi parece un director obsesionado con las obsesiones de los varones. Podría pensar rose que en parte por eso no termino yendo a la entrega de los Oscars, a la que estaba habilitado luego de que ella presidente Donald Trump tuvo que dar marcha atrás con su medida antimigración para siete países musulmanes.
La mirada de Occidente suele asociar las películas de Farhadi a una mirada crítica sobre una sociedad patriarcal, la iraní. Es por lo menos una mirada cómoda (la de Occidente), y acomodaticia (la de Farhadi). De hecho en sus películas si bien el varón lleva las mayores responsabilidades por las injusticias que se cometen, no le son exclusivas ni excluyentes: la mujer parece reposar en un juego consentido que si bien la tiene como víctima, también le facilita la tare de no tener que buscar caminos alternativos; no todos los varones guardan la misoginia del protagónico, aunque más no sea por una cuestión de edad: formados en otro tiempo, sus relaciones conyugales suelen guardar el respeto de sus orígenes, que por cierto no son modelos a seguir hoy, pero resultaban positivos en su época.
Así las cosas, Farhadi queda preso de su propia trampa, trampa que Occidente parece fogonear, ya que también le sirve a la mirada que l interesa propagar sobre aquella sociedad en cuestión. Algo así como: vieron que hasta ellos mismo dicen que viven en un patriarcado que somete a la mujer (como si en Occidente el mal no se padeciera).
Y queda preso a tal punto, que termina apuntando sobre lo que prefiere obviar: que el deber ser de la corrección política occidental es a veces más pernicioso para las mayorías que las todavía vigentes estructuras patriarcales. A la manera de los bombardeos que matan y expulsan civiles por cientos de miles cuando no por millones pero que se justifican porque traerán la libertad, las películas de Farhadi funcionan de manera similar: algunos varones, para acabar con el machismo, están dispuestos a someter a la humillación que haga falta, incluso cuando una mujer -su mujer- le pide que no lo haga.
Su final alegórico sobre que el show debe continuar, no hace más que corroborar la trampa en la que Farhadi metió a su cine, que Occidente agradece.
El viajante (The Salesman/ Forushande. Irán-Francia, 2016). Dirección y guión: Asghar Farhadi. Con: Taraneh Alidoosti, Shahab Hosseini, Babak Karimi y Mina Sadati. 125 minutos. Apta para mayores de 13 años.
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