Empoderado por su foto con Trump, Milei va al G20 con la idea de quitarle centralidad a Lula

Aunque el agobiante aumento de la temperatura signifique una amenaza directa al uso de chalecos inflables y trajes satinados, los nuevos clásicos atemporales de las pasarelas de la Casa Rosada, en la sede de Gobierno sólo se ven rostros felices. La consolidación del triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos el pasado 5 de noviembre envalentonó como nunca antes a una gestión que, contra todo pronóstico, afianza su línea política y discursiva y se prepara para dar el gran salto: convertir a Javier Milei en el máximo referente mundial del libertarismo.

Con el espíritu de un viaje relámpago a algún austero balneario de la costa atlántica, este jueves el primer mandatario se subió al avión presidencial con rumbo a Estados Unidos para por fin verle la cara al republicano. Después de una semana de estar pegado al teléfono y no tener respuestas de su amado, la cita se concretó en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC). El evento, que reúne a la punta más selecta de la crème de la crème de la derecha internacional desde 1964, se montó en la paqueta mansión que la familia Trump adquirió en Mar-a-Lago varios bronceados atrás.

Allí el presidente no sólo logró codearse con empresarios y el círculo rojo estadounidense, también consiguió llevarse su deseada foto con el flamante presidente, el magnate Elon Musk y hasta el actor Silvestre Stallone, conocido por su icónica interpretación de Rocky Balboa. Sin exponer el pudor que le significó la interrupción a su discurso en la inauguración del cónclave derechista, desde su cuarto de hotel en The Ben Autograph Collection, el libertario reposteó por horas cada una de las imágenes y videos que retrataron en cada ángulo posible su presencia en el foro, su más reciente hazaña.

El cholulismo no fue lo único que el presidente empacó en su valija. Tal como había anticipado Tiempo el jueves por la mañana, en su corto discurso Javier Milei propuso la creación de una Liga de las Naciones conservadora para hacerle frente a la ONU. A pesar de la grandilocuencia del anuncio, la convocatoria es por demás selectiva. El presidente sólo llamó a Trump, Giorgia Meloni (Italia) y Benjamín Netanyahu (Israel) a sumarse. El objetivo, explican puertas adentro del gobierno, es consolidar un ámbito que permita a estas cuatro naciones impulsar tratados de libre comercio, profundizar la cooperación militar y, por sobre todo, afianzar el avance del conservadurismo y la ultraderecha a nivel global.

Inamovible del campo de batalla cultural, la gestión libertaria aspira que esta nueva organización rompa todo tipo de vínculo con la llamada “agenda woke”, que incluye desde la adhesión a la Agenda 2030 hasta desconocer todo tratado que reconozca políticas de género para mujeres y diversidades. La intención, dicen terminales irrefutables, será poner en jaque la centralidad que aún mantiene la ONU en las relaciones internacionales y apuntar a destruir la homogenización entre países diversos que el organismo trabaja por mantener y expandir.

En tanto, y todavía con algo de jetlag, el primer mandatario recibió el sábado por la noche a su par francés, Emmanuel Macron en la Quinta presidencial de Olivos con una pomposa cena privada de la que también participaron la primera dama europea, Brigitte Macron, y la secretaria general, Karina Milei. Las mujeres del poder mantienen un muy cordial vínculo desde que la hermana presidencial se presentó personalmente en la embajada de Francia en Argentina para pedir disculpas por los dichos de la vicepresidenta, Victoria Villarruel, quien, envalentonada en su nacionalismo castrense, acusó de “colonizadores” a los franceses.

Antes de volver a verse con su colega latinoamericano, esta mañana Macron llevará una ofrenda floral a la Iglesia de la Santa Cruz, donde fueron secuestradas las monjas Alice Domon y Léonie Duquet en diciembre de 1977. Se espera que el presidente francés dé un discurso contra el negacionismo y se sume al reclamo contra la impunidad de los autores materiales e intelectuales de la última dictadura cívico militar, entre quienes se encuentra Alfredo Astiz –acusado de “marcar” a las monjas y Madres de Plaza de Mayo–, visitado por diputados de La Libertad Avanza en la cárcel en julio de este año.

Tras este contundente gesto, el francés llegará a Balcarce 50 donde tendrá formalmente su reunión bilateral con el anfitrión de la que no se despegarán anuncios trascendentales para ninguna de las dos naciones. Más tarde, inversores argentinos tendrán su oportunidad de cautivar al presidente galo para continuar ampliando el vínculo comercial con la nación en la que se pelea contra el cambio climático, una aberración en los libros libertarios.

Por la tarde, Milei viajará a Brasil para participar del G20. Con la intención de bajar la espuma tras las declaraciones del libertario y su indisimulable pasión por los Estado Unidos, el presidente concretará una reunión bilateral con el mandatario chino Xi Jinping. Luego de entender lo trascendental de la intervención del país oriental en el flujo de ingresos a la economía nacional, se espera que el libertario tenga un gesto de amor para con su par asiático luego de haber despreciado con todos los adjetivos posibles su condición de comunista.

A pesar de jugar de visitante, Milei se mantendrá espiritual y físicamente lejos del anfitrión Lula da Silva. Todavía dolidos por la falta de respuesta de la carta que el porteño le envió al líder del Partido de los Trabajadores brasileño, en el gobierno fantasean con la posibilidad de arrebatarle su protagonismo y convertir al libertario en el máximo referente de la región. Con cada vez más fe y esperanza, en Casa Rosada creen que con Trump durmiendo en Washington el empoderamiento de Milei es casi una consecuencia natural. Lo que la líbido libertaria no da cuenta es que la estrategia del republicano va más allá de las fronteras de esta golpeada república. «