
La Argentina está atravesando un crecimiento en espiral de la violencia política, que tiene además un condimento central de violencia de género. El intento de magnifemicidio contra la vicepresidenta, Cristina Fernández, fue un punto de inflexión. Fue la consumación de un acto que tiene detrás años de estigmatización, construcción de odio, persecución mediática y judicial contra la figura de Cristina.
Ese pico de la violencia, el atentado contra la vida misma, fue repudiado de manera unánime en el Encuentro. También se repudió la prisión arbitraria que sufre Milagro Sala en Jujuy, que ya lleva seis encuentros detenida por una batería de causas armadas desde la política.
En ese país, en el que se intentó asesinar a la líder popular más importante desde la muerte de Juan Perón, y que es una mujer; en el que una dirigente social lleva más de 6 años como presa política; en el que la semana pasada se trasladó a 1500 kilómetros de su hogar a cuatro mujeres mapuche que reclamaban por su territorio ancestral, violando todos los tratados internacionales de derechos humanos; en ese país, hay otra cara de la moneda. Y está protagonizada por las mujeres y diversidades. Ese otro rostro es el que volvió a salir a la luz, a ganar las calles y las plazas, en San Luis. Es el que vibró con más de 35 cuadras de marcha el día domingo en cuatro largas horas de recorrido, que el pueblo puntano acompañó filmando desde los balcones y veredas, con sonrisas que se prolongaban como las inmensas columnas de manifestantes.
El pacto democrático argentino comenzó a resquebrajarse gravemente a partir del lawfare impulsado por los poderes fácticos, judiciales, económicos y mediáticos, con la mesa servida durante el gobierno de Cambiemos. Son sectores que retomaron sus viejas prácticas autoritarias. Democracia resquebrajada aún más con el pasaje de lo verbal, las amenazas de muerte, a los dos tiros que fallaron por esos raros milagros de la vida. La otra Argentina se dio cita este fin de semana pasado en San Luis. La de la participación, movilizada, politizada, solidaria y comprometida con su realidad; esa que tiene un reservorio de incalculable fuerza en el movimiento feminista. Allí el pacto democrático nunca se rompió. Es el lugar, entonces, que sigue convocándonos para la reconstrucción.
*Ministra de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires.
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