Entre la Pachamama y la necesidad de una nueva matriz energética

Por: Belauza

En el nombre del litio retrata la resistencia de las comunidades originarias de El Moreno (Jujuy) para frenar la explotación del nuevo oro blanco. El rol de las multinacionales y las preguntas sin respuesta.

Cristian «Tian» Cartier y Martin Longo son documentalistas y hace diez años comparten parte de su destino en la productora Calma Cine, pilar que solventó proyectos de cada uno y en conjunto. Hacia 2016, una amiga de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), ONG sin fines de lucro fundada en Buenos Aires en 1985, les comentó si no les gustaría convertir en una película su tesis de doctorado “con el conflicto de litio y el impacto social y ambiental en la zona”. Ahí empezó el trayecto hacia En el nombre del litio, un documental que con suma destreza Cartier y Logo transforman en una pieza importante para empezar a comprender el fenómeno del litio y su impacto en el ecosistema.
“Todo el rodaje duró tres años y medio”, cuenta Cartier. Luego de familiarizarse con la tesis de doctorado de su amiga, los realizadores, con el respaldo de FARN, que ya venía trabajando en la zona con varias comunidades de pueblos originarios “para construir herramientas para incluir en los debates y las consultas sobre la exploración y explotación de los salares”, viajaron hacia El Moreno, en Salinas Grandes, Jujuy. “Tuvimos un primer acercamiento a las comunidades y a Clemente Flores”, a quien las necesidades narrativas lo convertirían en protagonista/hilo conductor para explicar la situación y el conflicto.
“Después de esa primera presentación continuamos viajando nosotros como equipo de documentalistas, convivimos con él en su casa, nos abrió las puertas y nos presentó a distintas referentas de las otras comunidades, de manera de ir tejiendo relaciones –puntualiza Cartier–. Por suerte, logramos una intimidad muy fuerte para poder estar filmando todo el proceso de su cuestionamiento y su lucha. Ellos trabajan mucho en un sistema horizontal, más allá de que en la película hay un protagonista por una necesidad narrativa, pero no hay un líder, no tienen una cabeza única, sino que debaten todo en asambleas”.
Cada uno de los cinco viajes de entre 15 y 20 días implicó una nueva etapa de financiamiento. Primero el de mecenazgo cultural, que permitió confeccionar un material que posibilitó la selección para proyectos de incubadora del Incaa, que dio lugar a nuevos materiales y a nuevos fondos del Centre for Research on Multinational Corporations (SOMO), The Good Electronic Network, Fundación Humedales, York University. Tenían el dinero, tenían la solidez conceptual de la tesis de doctorado, tenían al “protagonista” como para ir armando la trama. Faltaba darle profundidad narrativa a la historia –y más si se trata de introducirse en la complejidad de un ecosistema, algo sobre lo que la mayoría de los espectadores aún no cuenta con experiencia y conocimiento acumulado– como para no dejar la cosa en un tema entre buenos y malos, puros e impíos.
“Eso fue surgiendo durante el proceso creativo –comenta Cartier–. No arrancamos con un guión sólido, lo fuimos armando en cada viaje, que fue una capa nueva de perspectivas y puntos de vista. Nos quisimos centrar en un documental de observación y de tinte etnográfico para hacer un seguimiento de los personajes de la película y su conflicto, como una especie de camino del héroe para estructurar narrativamente, y para eso necesitábamos un antagonista, que de alguna manera está representado por la demanda mundial del litio: desde su cosmovisión, ellos lo ven como una amenaza externa que está queriendo vaciar las salinas y sacarles el agua, que es su principal recurso. Hay una frase muy representativa de Clemente que es ‘vienen a destruir esto para salvar esto otro’, cuando en definitiva es todo lo mismo, todo es humanidad. Y queríamos presentar el antagonismo con un lenguaje más moderno, más disruptivo, que mezcla un poco de archivo, pero no queríamos usarlo en pleno, sino integrarlo a distintos paisajes para hacer una metáfora de la invasión que se siente desde las salinas. Por eso nos apropiarnos de ese material de archivo y lo intervenimos utilizando animación 3D y VFX para transmitir cómo esa visión del mundo externo irrumpía y rompía las salinas, literalmente. En un momento hay un auto eléctrico Tesla que cae explotado sobre las salinas, y un poco eso representa ese choque de cosmovisiones: las comunidades probablemente nunca vean un auto eléctrico o entiendan la necesidad del mundo de cambiar todo a una movilidad eléctrica”.
En ese contraste disruptivo y por momentos violento, En el nombre del litio consigue dar una idea de la terrible complejidad de los problemas que pronto debe resolver la humanidad si pretende evitar la catástrofe. “Tratamos de poner las voces, incluso las chicanas, de la manera más cuidadosa posible para no demonizar a nadie. Nuestro enfoque siempre fue tratar de mostrar las cosas que están mal y generar debate sobre lo que se puede hacer mejor. Sabemos que es necesaria la transición energética de los combustibles fósiles para evitar el calentamiento global, pero no es simplemente cambiar el petróleo por el litio, sino de las conductas que tenemos que dejar más allá de cambiar de un combustible a otro”, puntualiza Cartier. «

En el nombre del litio

Dirección y guión: Tian Cartier, Martín Longo. Investigación: Pia Marchegiani. Estreno: 1 de agosto en www.enelnombredellitio.org.ar (online y gratis del 1 al 9 de agosto).

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