La llegada del portaaviones USS Gerald R. Ford al Mar Caribe lleva a preguntarse hasta cuándo y dónde llegará la escalada de EEUU en la región. La disyuntiva es capitular o resistir.

No se puede simular normalidad frente a este escenario. Con el anuncio de la operación “Lanza del Sur” por parte del Secretario de Guerra Peter Hegseth, Estados Unidos ha declarado, sin pasar por su Congreso, una guerra de facto contra América Latina. Donald Trump, quien comanda una guerra contra la democracia en su propio país, ha decidido exportar esa orientación a nuestro continente. La pregunta ya no es si habrá una invasión, sino cuándo y hasta dónde llegará la escalada.
¿Por qué ahora? ¿Por qué semejante despliegue de fuerza? Esto no es solo una operación contra Venezuela; es un ensayo general para la guerra imperialista contra China. Analistas de defensa advierten lo que el propio Pentágono sugiere en sus documentos: “El camino a Taipéi es a través de Caracas”.
Así como la invasión a Panamá en 1989 sirvió de laboratorio de doctrina y tecnología para la posterior Guerra del Golfo, la operación “Lanza del Sur” funciona hoy como una prueba piloto para una futura guerra contra China por Taiwán. El imperialismo necesita testear su maquinaria bélica, y ha elegido nuestros mares y tierras como su campo de entrenamiento. Prueba de ello es la presencia del MV Ocean Trader, un “buque fantasma” de operaciones especiales que opera sin rastreo público, diseñado para misiones encubiertas de captura y asesinato selectivo, que ya ha sido desplegado en Medio Oriente.
La guerra es producto de la bancarrota capitalista mundial y del colapso de los imperialismos realmente existentes frente al ascenso de China. Mientras la OTAN y algunos gobiernos de Europa se preparan abiertamente para una guerra directa con Rusia antes de 2028 -como lo han declarado los ministros de defensa de Alemania y Francia-, Estados Unidos busca disciplinar su “patio trasero” para asegurar la retaguardia logística y los recursos estratégicos.
La llegada del USS Gerald R. Ford al Mar Caribe, retirándolo de otras zonas, indica que la decisión estratégica ya está tomada. A esto se suma la información publicada por distintos medios de comunicación estadounidenses afirmando que Trump autorizó a la CIA a realizar acciones encubiertas y ataques dentro de Venezuela.
La amenaza es existencial. 2025 marca el fin de la era de reducción del armamento nuclear a nivel internacional, y se ha reiniciado una carrera armamentística que coloca al mundo bajo el riesgo de exterminio nuclear. El eco de las bombas de Hiroshima y Nagasaki resuena hoy más fuerte que nunca. En 1982, durante la Guerra de Malvinas, el Reino Unido movilizó 31 armas nucleares al Atlántico Sur. Hoy, la presencia de la OTAN en Malvinas y la Cuarta Flota en el Caribe configuran una amenaza inaceptable contra toda nuestra región.
La guerra exterior de Trump es congruente con su política interna. Ciudades como Chicago han sido calificadas como “zonas de guerra” por la administración republicana, y se planea invocar la Ley de Insurrección para eludir bloqueos judiciales y desplegar tropas federales contra la población. Trump ha llegado al extremo de pedir “pena de muerte por sedición” para senadores opositores. La guerra contra América Latina es la continuación de la guerra contra la democracia en Estados Unidos.
No corresponde la especulación sobre lo que pueden llegar a hacer y preguntarse cuál será la fecha efectiva de la invasión sino comprender que el despliegue de una maquinaria bélica de esta envergadura nunca debería ser tolerada en nuestra región. La paz ya no es una opción; nos la han arrebatado. Estados Unidos nos ha declarado la guerra y nuestra única disyuntiva es capitular o resistir.
La respuesta latinoamericana debe ser relanzar los comités de solidaridad con Venezuela. A nivel institucional, coordinar a los países en el plano político, diplomático y militar para blindar a la región contra la guerra imperialista y preparar a los pueblos para el combate. Hay que multiplicar las reuniones y asambleas para despertar a la militancia. Las resistencias heroicas y triunfantes de Cuba y Vietnam contra el imperialismo estadounidense son ejemplos históricos que nos guían. Tenemos que afirmar colectivamente que la derrota o la capitulación no son nuestra opción. Libres o muertos, jamás esclavos. ¡Fuera la OTAN de Malvinas! ¡Fuera el USS Gerald R. Ford del Mar Caribe! ¡Fuera la IV Flota de América Latina!
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