El investigador del Conicet, historiador y ex director del Museo, cuenta su experiencia en las Islas, cómo transmitir la memoria a las nuevas generaciones y de qué manera la Argentina podría en algún momento obtener mayores resultados en su reclamo de soberanía. ¿La clave? Dejar de pensarlas de manera nacional hacia un pedido más regional.
Lorenz fue director del Museo Islas Malvinas entre 2016 y 2018. Además de investigador del Conicet, es historiador, novelista, docente y publicó varios libros sobre la temática como las novelas Para un soldado desconocido o Fantasmas de Malvinas. El experto se destaca también por haber viajado varias veces a las islas para recoger testimonios y recabar datos para sus trabajos.
– ¿Qué significa Malvinas para Argentina?
– Creo que Malvinas, para Argentina, representa dos cosas: Es una causa diplomática por un territorio ocupado ilegalmente por Gran Bretaña, que ha tenido idas y venidas y hemos llegado incluso a una guerra por la recuperación de esas islas; pero sobre todo es una gran obsesión nacional transformada en una causa que en los distintos lugares del país se siente de distintas maneras, que a lo mejor genera controversias en cómo contar la guerra, la historia, pero a la vez es unánime en cuanto a la convicción acerca de los derechos argentinos sobre las islas y al compromiso con quienes en 1982, sobre todo los soldados conscriptos, fueron a combatir allá contra los británicos. Es una fuerza muy poderosa, un pararrayos de argentinidad, que sentimos e interpretamos de distintas maneras y que por eso une al mismo tiempo que separa.
– ¿Cuál fue su experiencia en Malvinas?
– Mi experiencia con Malvinas tiene claramente dos registros. Uno es el del investigador, el divulgador, el profesor que investiga, lee, escribe, da clases sobre un tema que lo apasiona. Y otra es la del viajero. Pude estar tres veces en las islas en ocasiones muy diferentes. A comienzos del tercer milenio, en 2012 y en 2019, el año anterior de la pandemia. En esas tres veces vi tres islas muy diferentes. Por supuesto que es una conmoción llegar al cementerio de la guerra. Es una conmoción ver un paisaje que es tan parecido a algunas partes de la Argentina, pero a la vez donde hablan otro idioma, donde las casas son parecidas a lo que uno se imagina que es Escocia o algún lugar de Gran Bretaña, pero también a algunas partes de la Patagonia continental, sobre todo Santa Cruz y Tierra del Fuego. Es un lugar muy perturbador, porque es un lugar muy cercano y muy lejano a la vez. Se llega muy rápido, pero es muy caro llegar, y muy costoso también, en términos emotivos y prácticos, pero es una experiencia inolvidable.
– ¿Cómo enseñar o transmitir la memoria a las nuevas generaciones ?
– A las nuevas generaciones hay que darles toda la información que se pueda, aún aquella que es conflictiva o controversial y que ellas se armen un mapa, una hoja de ruta para acercarse a las Malvinas y para recuperarlas. Eso es muy difícil cuando hay un mandato de recordar a quienes murieron o quienes combatieron una guerra. Creo que una causa, la palabra causa, tiene la connotación de lo sagrado. Es muy difícil defender o querer algo que no se conoce, que no se siente como propio. Hay que abrir Malvinas a la discusión, a la reapropiación, a que los chicos, las chicas puedan preguntarse por qué Malvinas son importantes hoy y por qué deberían serlo. No pueden ser solamente por aquello que para nosotros las vuelve importantes. Ahí hay un vector muy poderoso porque Malvinas, en tanto es tan convocante, les permite a nuestros chicos imaginarse qué país quieren que sea el país que recupere las Malvinas. Creo que hoy por hoy es la pregunta más importante.
– ¿Cómo vislumbra que podría en algún momento pensarse el reclamo por soberanía? ¿En un futuro Argentina puede recuperarlas?
– Es una pregunta muy difícil de responder porque los británicos se han dedicado a consolidar su posición en función de los recursos, más la proyección que puedan tener. Entonces el único recurso que le queda a nuestro país es transformar una cuestión nacional en una cuestión regional. Instalar en los demás países sudamericanos la idea de que es una usurpación para la Argentina y una amenaza para la Argentina, pero también es una usurpación para el continente. Esto no debería ser solamente retórico sino que debería anclarse en acciones concretas colaborativas. Al mismo tiempo, al menos conceptualmente hay que empezar a pensar qué significa que las Islas Malvinas sean parte del territorio argentino, particularmente la provincia de Tierra del Fuego, cuyo nombre completo es provincia de Tierra del Fuego, Malvinas, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Cómo nos damos una política nacional que materialice y haga efectiva y sólida nuestra presencia en el lugar. Es un trabajo muy lento porque primero hay que hacer un trabajo conceptual, de cambio de paradigma. Reclamamos las islas con mentalidad de país pampeano, ganadero y lo que nos falta construir es tener una mentalidad de país marítimo.
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