No se acallan los ecos de la tragedia y las tensiones internas se suman a la intención de las potencias de investigar e influir en el nuevo gobierno.

Sobre el fin de semana, se sucedían las visitas de representantes extranjeros con la excusa de supervisar la llegada de la ayuda humanitaria. Mientras la Justicia nacional comenzaba la ronda de indagaciones para establecer las causas de la masacre, luego de la negativa oficial de que se realice una investigación externa, el FBI logró meter un pie en la pesquisa por la explosión de 2750 toneladas de nitrato de amonio almacenadas en depósitos portuarios. Lo anunció David Hale, número tres de la diplomacia estadounidense, quien también se reunió con el presidente Aoun, así como con el exprimer ministro Saad Hariri, cuyo nombre se menciona en la prensa local para encabezar el nuevo gobierno. Hale pidió que esa eventual formación «responda a la voluntad de su pueblo, que verdaderamente se comprometa y actúe por la reforma». El estadounidense planeaba encontrarse con representantes de la sociedad civil, que reclama un gobierno que no provenga de la clase política tradicional. La tragedia también encendió los ánimos de una población castigada por la economía en declive y el hastío de su clase gobernante. Paralelamente, el presidente Aoun se había reunido con el canciller iraní, Mohamad Javad Zarif, cuyo país apoya al influyente movimiento chiíta Hezbolá. «Son el Estado y el pueblo de Líbano los que tienen que decidir el futuro del país», dijo Zarif. Sin embargo, Hezbolá no parece dispuesto a ceder a las presiones estadounidenses y su líder Hasán Nasralá expresó el viernes por la noche su oposición a la composición del «Ejecutivo neutro» que pide la comunidad internacional. «Pedimos la formación de un gobierno de unión nacional y, si esto no es posible, un gobierno con una representación lo más amplia posible de políticos y expertos», declaró en un discurso televisado Nasralá, quien defendió que el nuevo Ejecutivo esté formado por representantes de los partidos tradicionales.
El presidente libanés también recibió a la ministra de Defensa francesa, Florence Parly, que señaló la necesidad de formar «lo antes posible un gobierno de misión» que se encargue «durante un tiempo limitado de liderar reformas profundas». Las autoridades francesas también abrieron una investigación debido a la presencia de víctimas francesas y aportaron apoyo logístico a Líbano para que aclare las causas de la deflagración.
El presidente Emmanuel Macron, fue el primer mandatario en visitar la castigada capital luego de la explosión del 4 de agosto pasado. También fue el primero en pedir una “investigación internacional”, algo compartido por algunas asociaciones que representan a las víctimas, pero rechazado oficialmente. Macron juega con una relación histórica entre su país y Líbano, originada en la década de 1920 cuando Francia ejercía un mandato sobre el país de Medio Oriente que duró hasta 1946. Para algunos, es tomado como una relación amistosa, aunque para muchos libaneses no es otra cosa que la reminiscencia del yugo ejercido por una nación de tradición colonialista. Producto de lo cual también se arrastran las disputas intestinas derivadas de la fragmentación nacional entre las diversas comunidades religiosas, lo que acuñó el término de “libanización” y que produjo innumerables conflictos al país.
En tanto, el Parlamento de Líbano ratificó el estado de emergencia en Beirut. Se había precisado que un poder militar supremo se encargaría de las prerrogativas en materia de seguridad, lo que fue tomado como un intento de frenar las manifestaciones que se repiten cerca de los edificios oficiales de gobierno. «
El barco hundido
La fiscalía de Líbano comenzó el viernes a interrogar a ministros y exministros sobre la presencia de toneladas de nitrato de amonio en el puerto de Beirut, origen de la devastadora explosión. El interrogatorio empezaba con el exministro de Obras Públicas, Ghazo Aridi y seguirá con otros tres funcionarios.
La semana pasada, el presidente Michael Aoun dijo que la investigación también se iba a enfocar en la manera en que los materiales explosivos ingresaron y fueron almacenados. Aún se desconoce, al menos oficialmente, las razones por las que el nitrato de amonio llegó al puerto. Una investigación del diario The New York Times afirma que lo llevó el 21 de noviembre de 2013 un barco de nombre Rhosus, que había partido dos meses antes desde Georgia. Supuestamente llevaba su carga a Mozambique, pero se detuvo en Beirut por un adicional destinado a Jordania. Allí las autoridades incautaron la nave por “deficiencias” y decomisaron el cargamento para guardarlo en almacenes. La tripulación fue liberada al año siguiente. El barco quedó amarrado a 300 metros, junto a una dársena, donde se hundió por las filtraciones que tenía. Aún está allí, bajo el agua.
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