Desde el 2020 hasta hoy se quemaron más de 800 mil hectáreas en la zona del Delta de Paraná. Para las localidades cercanas es una tragedia diaria que no deja respirar. “La respuesta de los médicos fue que salgamos a la calle con los barbijos. Hoy Rosario es una ciudad china”, se lamentan desde las asambleas.

“El actual sistema económico ha llevado a mucha gente a ocuparse solo de sobrevivir. Tenés que mantener el trabajo entonces no podés dejarlo para ir a una movilización. No te queda otra que naturalizar lo que ocurre para seguir adelante, pero al mismo tiempo es tan potente, tan radical lo que se sufre que, ¿cómo hacés para naturalizar eso? Cuando el humo llega a las ciudades no hay lugar para escaparse, no hay refugio posible, se mete en todos los agujeros de las casas. La respuesta de los médicos fue que salgamos a la calle con los barbijos, no por el covid, sino por el humo. Hoy Rosario es una ciudad china”, reflexiona Jesica Fernández Bruera, integrante de la Multisectorial Humedales, una de las tantas organizaciones autoconvocadas que exigen el cese de las quemas en los territorios.
De acuerdo a un relevamiento del Museo de Ciencias Naturales A. Scasso, desde el 2020 hasta la fecha ya se quemaron más de 800 mil hectáreas en la zona del Delta de Paraná. Para Ana Di Pangracio, directora Ejecutiva Adjunta de Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), la mecha se prende por “claras intenciones de ´limpiar´ el terreno, cambiar el uso del suelo para desarrollar agricultura, ganadería a gran escala y emprendimientos inmobiliarios”.
“El lobby minero –aporta Fernández Bruera– también se resiste a que haya una ley de humedales porque hay muchos proyectos asentados en la zona. Tenemos que dejar de pensar a los humedales como ´islitas´ sobre el Paraná y saber que son la estructura vertebral del territorio argentino”.
La militante destaca la necesidad de recuperar el proyecto de ley de humedales presentado por el diputado nacional por el Frente de Todos, Leonardo Grosso, y que perdió estado parlamentario, por encima del que auspicia el ministro de Ambiente Juan Cabandié en coordinación con el Consejo Federal de Medio Ambiente (COFEMA). “Modificó el proyecto original, que había sido consensuado con las organizaciones y las asambleas, y terminó habilitando las mismas prácticas económicas que provocan las quemas. Está hecho a medida de los sectores que destruyen los humedales”.
El lunes a la noche Gendarmería interrumpió el tránsito en el puente que une la ciudad entrerriana de Victoria con Rosario, en Santa Fe, porque el humo volvía imposible cualquier maniobra.
“El fuego, literalmente, había llegado al costado de la calzada. Ya no sé muy bien qué palabra utilizar porque para los de afuera, para los que no están en los territorios les puede parecer que queremos sembrar el terror, pero las imágenes eran apocalípticas, grandes columnas de fuego como las que se vieron en Entre Ríos hace dos años. Desde el 2020 que estamos viviendo esto con más o menos magnitud. Es una clara muestra de que no están haciendo nada”, se queja Fernández Bruera.
Durante el último fin de semana largo, cuatro hombres fueron detenidos –tres oriundos de Santa Fe y uno de Entre Ríos– acusados de causar incendios en las islas del Delta. “Estamos a la espera de que los indaguen, algunos dicen que estaban haciendo un cortafuego (una suerte de quema controlada para evitar la propagación de los incendios), pero lo que hace falta es que se reúnan los tres gobernadores (Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires) con el Ministerio de Ambiente para tomar medidas urgentes o que directamente haya una intervención del gobierno nacional porque en este momento pareciera que el Estado no existe”, dice Matías De Bueno, abogado y director del Observatorio Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario.
“El problema principal –agrega– es que asistimos a un fracaso de los tres poderes del Estado. Un Congreso que no pudo aprobar un proyecto de ley de humedales; un poder judicial que no ha logrado un solo imputado en todas estas causas aún cuando la Corte Suprema ya se ha pronunciado pidiendo medidas; y finalmente la ausencia de políticas públicas que vayan en el sentido de la prevención. Acá lo único que se trabaja es la acción de ir a atacar el fuego, estamos dependiendo de que el viento gire o no para tener el humo en las ciudades”.
Pese al panorama complicado, De bueno cree que movilizaciones masivas como la del último miércoles al Monumento a la Bandera son necesarias para contagiar la lucha y renovar la ilusión.
“La participación ciudadana –concluye– es una herramienta fundamental para intentar algún tipo de solución. Es lo que permite que vuelva la esperanza”.
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