La lucha por el principal hospital pediátrico de alta complejidad se cuenta en las voces de pacientes, expacientes, mamás, papás, trabajadores. El reclamo al ministro de Salud: que pase al menos “una vez, un día, una hora, diez minutos” por el centro de salud.

Pero entre tanto testimonio hubo uno que me impactó un poco más: el de Myriam Guiter, jefa clínica de hemato oncología. Y mamá. A principios de junio, cuando el reclamo salarial que había surgido entre médicos residentes comenzaba a expandirse, dio una entrevista en Futurock y contó por primera vez una historia personal: que cuando una de sus mellizas fue diagnosticada con leucemia, pese a tener medicina prepaga decidió tratarla en el Garrahan. Con el mismo equipo del que ella forma parte.
Me impactó por lo ridículamente cínica que puede ser la vida: ¿cómo va a tener leucemia la hija de una médica especializada en leucemias, jefa del servicio de leucemias y linfomas del hospital que atiende al 40% de los casos oncopediátricos del país?
Y me impactó como mamá de una niña diagnosticada con leucemia. Pucha, si fue difícil enfrentar el tratamiento sin tener la menor idea de lo duro quq sería, qué arduo debe haber sido encararlo sabiendo en detalle todo lo que podía pasar.
Por ese impacto quise entrevistarla para Tiempo. “Estamos en una situación muy grave. Más allá de que decidimos garantizar la salud y la atención, nos está costando mucho estrés. Y tener que salir a esta altura a decir lo que hacemos nos parece muy triste”, dijo a este diario.
Después de esa entrevista la consulté por otras cuestiones relacionadas con el conflicto, como la conversión de las residencias en becas (algo que definió como “un atentado a la salud pública”). Todos los intercambios fueron por teléfono o por mensaje de texto. Nunca la vi en persona.
Una mañana, después de un ida y vuelta por chat el día anterior, recibí un audio suyo:
“Hola, Luciana. Cuando le den el alta a tu hija –estoy hablando como mamá, no como médica, porque sé que es como un túnel que parece que nunca llega pero llega- nos vamos a juntar, con tu niña y las mías, vamos a hacer un buen asadito, y por lo menos nosotras nos vamos a tomar unas birras. Te aseguro que eso llega. Está el miedo, la angustia, la ansiedad, el no saber, pero llega. Vas a ver que un día te van a decir: ‘cinco años, está de alta’. Y va a estar todo bien. Besos”.
Eso. En medio de jornadas de paro y movilizaciones, siendo blanco de críticas, cuestionamientos y mentiras por parte del presidente Javier Milei, el ministro Mario Lugones y las hordas de trolls que les siguen el juego para tildar de ñoquis a quienes osan salir a reclamar, la jefa clínica de hemato oncología del Garrahan quiso mandar un mensaje reparador. A una mamá más, entre tantísimas que conoce. “Cuando pasan estas cosas sabemos que no estamos solas”, agregó después.
A su Vera le faltan poco más de tres meses para el alta. A mi Vera, dos años, dos meses y 23 días cuando escribo estas líneas. Sí, las dos son Vera. El asado quedó agendado para octubre de 2027.
El jueves 17, antes de la Marcha Federal en defensa de la salud pública, Myriam fue la primera entrevistada en el programa de Futurock que se transmitió desde la puerta del Garrahan. Allí habló de sus casi 28 años en el hospital, de su especialización en leucemias y linfomas, del diagnóstico a su hija, de que así como le pasó a ella le puede pasar a cualquiera.
En esa mesa hubo otros profesionales de la salud y también familiares de pacientes. Como María de los Ángeles Suárez, mamá de un adolescente con leucemia que falleció hace 15 años. Desde entonces, la mujer milita para concientizar sobre cáncer infantil, donación de sangre y de médula ósea. Por estos días se ocupa de acompañar y difundir la lucha del hospital al que sigue agradecida, aunque Nahuel haya partido hace una década y media. “La contención y el amor que le dieron a nuestros hijos nosotros los estamos devolviendo y cuidando”, remarcó.
También estuvo Johana Tricárico, mamá de Bruno, un nene de cuatro años con neurofibromatosis tipo 1, una enfermedad rara que genera tumores. Cuando le apareció un glioma en el nervio óptico derecho, en la clínica privada donde se atendía la mandaron a rezar. Pero entonces llegó al Garrahan y supo que había cuatro tratamientos posibles. Hoy el niño recibe quimioterapia y, con controles, podrá hacer vida normal. “Hay cosas que se hacen acá que no se hacen en otro lado. Sin este hospital, los pibes se van a morir”. Cortito y al pie.
“Hoy se montó un acto político partidario en uno de los ingresos del Hospital Garrahan, impulsado por sectores de izquierda, la casta gremial y hasta Julia Mengolini”, escribió el ministro de Salud, Mario Lugones, sumándose al ataque odiante del gobierno de Milei contra la periodista que igual se planta y lo denuncia.
“Lo hicieron en un acceso por donde diariamente ingresan trabajadores, pacientes y familias, dificultando la circulación y alterando la tranquilidad que un hospital de niños requiere”, agregó Lugones en su cuenta de X sin saber –o sabiendo y mintiendo- que el programa se hizo sobre la entrada de Combate de los Pozos, por donde ingresa el personal. Las familias y pacientes lo hacen por la puerta de Pichincha.
“Quiero destacar la enorme labor de los médicos que salvan vidas y no dejan que la política entre al hospital de niños más importante del país”, cerró su posteo el titular de la cartera sanitaria nacional.
Quien no entró al hospital de niños más importante del país, según dijeron trabajadores y familiares de pacientes durante la transmisión radial, fue el Ministro de Salud. Karina, mamá de Amorina, pidió ante el micrófono que Lugones pase al menos “una vez, un día, una hora, diez minutos” en el hospital que le salvó la vida a su hija. Hasta ahora, nunca lo hizo.
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