Gastón Garriga: «Siempre en la condición política es mejor persuadir que obligar»

Por: Martín Suárez

El autor de Campañas moleculares junto al Grupo Nomeolvides dicta talleres para capacitar a la militancia en el arte de hablarle al votante fluctuante. Cree que el kirchnerismo abandonó esa misión, pero que hoy es posible recomponer la relación con los maltratados por Macri.

Gastón Garriga es licenciado en Comunicación Social de la UBA, con posgrados en la Universidad  Autónoma de Barcelona y Flacso. Es hiperquinético, lector compulsivo, hincha de Racing y milita al interior del peronismo con los conceptos de comunicación persuasiva y campaña molecular. Es uno de los fundadores del «Grupo Nomeolvides» (GNMO), una organización política nacida entre la «primavera sciolista» y los primeros meses de gestión de Mauricio Macri. «Esa campaña dejó un sabor agridulce porque los encuestadores coincidían en que había 20 puntos de diferencia y que eso era inmodificable y sin embargo Macri terminó ganando por 1,5 puntos», afirma Garriga. «Después de esta elección nos quedó la preocupación por seguir estudiando este tipo de campaña y una de las conclusiones a las que llegamos, es que del elector fluctuante, independiente o indeciso, prácticamente no sabíamos nada.» Desde 2016, GNMO realizó más de 360 talleres de comunicación persuasiva en la Ciudad, en el Conurbano y en la Provincia de Buenos Aires. El objetivo de los talleres es «reconciliar los vínculos rotos por las diferencias políticas». De estos encuentros se gestó el libro Campañas Moleculares: comunicación política territorial, en tiempos Big Data, Fake News y Posverdad.

–Al principio parece que la manipulación desde las redes es el eje central del libro, pero esencialmente habla del contacto interpersonal…

–Absolutamente. Nosotros creemos que la disputa es por el sentido y esa disputa se da en el ámbito del lenguaje y las palabras. Las redes son plataformas que invitan a la conversación, lo que ocurre es que por algunas particularidades muchos de nosotros abandonamos ese arte de conversar y nos fue ganando una pulsión cada vez más endogámica, más cerrada. En consecuencia le dejamos esta franja del 30 y pico por ciento del electorado, muy accesible al macrismo.

–El libro manifiesta una crítica muy fuerte en materia comunicacional al kirchnerismo.

–Sí, pero también es una autocrítica porque a nosotros nos incluye, porque somos militantes, somos profesionales de la comunicación. Nosotros no éramos conscientes de que si Cristina hablaba en cadena (por poner un ejemplo) el que estaba viendo la tele se incomodaba por eso, pero mi vecino no se iba a cruzar con Cristina se iba a cruzar conmigo, y nosotros reproducíamos esa conducta que a él le irritaba. La mayoría de las críticas de los indecisos o de los fluctuantes, son de forma y no de fondo. Nosotros proponemos un replanteo de las formas.

Y entonces, ¿cuál es la crítica más profunda en esta materia a la gestión anterior?

–Haber abandonado al fluctuante, haber abandonado la misión persuasiva. Siempre en la condición política es mejor persuadir que obligar. En los últimos años del kirchnerismo pasaron dos cosas: por un lado no pudimos convencer al fluctuante; si teníamos un buen día lo ignorábamos para no amargarnos, y si teníamos un mal día lo usábamos como bolsa de boxeo. En ninguno de los casos  hacíamos nada por reconstruir la mayoría que demanda este momento histórico y que supimos ser no hace tanto tiempo. Esa crítica nos abarca a todos.

El libro y los talleres, ¿intentan ser una herramienta de defensa de las masas populares, o manipular a un sector del electorado?.

–El objetivo es darle anticuerpos al electorado para que no lo manipulen más. Si con esos anticuerpos el electorado logra madurar políticamente, alcanza. Nosotros al concepto de «inteligencias múltiples» del psicólogo, investigador y profesor de la Universidad de Harvard, Howard Gardner, le agregamos el concepto de «inteligencia política» que definimos como la capacidad que tiene cada sujeto de reconocer sus propios intereses como nación y como clase en primera instancia; y en segunda instancia mirar a su alrededor para ver quién puede tener intereses similares o compatibles para construir una alternativa de poder. Por motivos históricos –es un fenómeno global y en cada país por diferentes temas–, hay un montón de compatriotas cuyo proceso de maduración política se detuvo a los ocho años. Aquí en Argentina suponemos que tiene que ver con la última dictadura, el «no te metás».

–¿Y ese proceso se reproduce en las nuevas generaciones?

–Si en casa no se habla de política, si es un tabú, si yo voy a la biblioteca y tengo novelas, revistas, diccionarios y no tengo libros de política, si no hay insumos para seguir con la maduración, es muy difícil. Lo que planteamos es que hay que reconciliar a una porción importante de personas con la política para que salgan de esa situación de vulnerabilidad. La tarea de los talleres es hacer de cada militante un cuadro persuasivo.

–En los talleres dan cuenta de conceptos provenientes de otros campos: el teatro, la antropología y hay algo de las ciencias duras.

–La comunicación ya desde la formación se nutre de saberes de otros campos. La clave está a qué campo vamos a abrevar. Nosotros enlazamos con la sociología, con la teoría bélica, con componentes psicodramáticos, alimentamos la comunicación política con campos que no son habituales. Nos hemos convertido casi en etnógrafos (no profesionales) para construir personajes que chequeamos con participantes del taller para ver si conocen sujetos similares. Es un trabajo antropológico sobre las personas.

–¿El objetivo de los talleres y el libro es reparar los vínculos rotos por las diferencias políticas?

–Exactamente. Nosotros creemos que si no hay vínculo no hay persuasión posible, hay que recomponer esa relación. Cuando arrancamos los talleres lo primero que preguntamos es: ¿cuántos de ustedes se pelearon con amigos, familiares y compañeros de trabajo por motivos políticos?, y todos levantan la mano, todos. Entonces sacamos dos conclusiones: este distanciamiento no es casual, si pasó en los más de 360 talleres que dimos y pareciera que está pasando en Brasil, Ecuador, etc., sin dudas que este distanciamiento fue creado y aprovechado por la derecha; y segundo, Macri ganó por un puñado, vamos a aprender cómo recuperar ese puñado.

–¿Querer eliminar esas diferencias, no es pretender terminar con la llamada «grieta histórica»?

–No, porque en la Argentina hay dos proyectos antagónicos históricos. Somos dos proyectos tratando de seducir a un tercero, el tercero está en disputa y se va a ir con el que mejor sepa interpelarlo, escucharlo, convencerlo, articular un discurso. Con ese no hay grieta, se parece mucho más a nosotros que a Dietrich, a Pichetto, a Macri o a Peña. Los que son irrecuperables son los que adhieren ideológicamente al macrismo porque saben de qué se trata, y los que están invadidos por el odio. Con los que odian no hay que perder el tiempo. Hay un montón de otros argentinos que los votaron, que están desencantados y que son gravemente maltratados por Macri. Nosotros solemos abordar esta tragedia desde su dimensión política, económica y social, pero nuestro interlocutor –por esto que hablábamos de su niñez política–, no piensa ni en términos políticos ni económicos, por lo general, vive la tragedia en una dimensión individual y humana. En concreto: si yo lo escucho puedo saber qué forma adopta el drama del macrismo en su vida.

–¿Qué similitudes y/o diferencias hay entre la política comunicacional que propone Durán Barba y las elaboradas por ustedes?

–Durán Barba tiene un gran mérito por haber convertido en presidente a una persona con las característica que todos conocemos. Sin embargo él no inventó nada. La preocupación de la mayoría de los consultores es entender cómo funcionan los mecanismos en proceso de decisión de los votantes «independientes». Nosotros entendemos que hace muchos años el peronismo va a las batallas con mapas viejos o con GPS desactualizados. Desde 2015 que nos constituimos, hasta hoy, venimos estudiando cómo piensa y cómo siente el sujeto fluctuante. La diferencia es que nosotros no mentimos. No es un posicionamiento ético, es práctico: para qué vamos a mentir si tenemos material real, este gobierno agrede al pueblo todos los días. Lo que hay que hacer es traducirlo al idioma de este sector fluctuante, porque si le hablamos como hablamos entre nosotros, no nos va a entender y si persistimos en ese idioma nada va a cambiar. «

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