Un enfrentamiento con cuidacoches ocurrió durante la madrugada de este sábado. Temor y fascinación ante un legado de violencia y libertad en la ruta que el periodista Hunter S. Thompson retrató en los años sesenta.

No había despuntado el sol sabatino y frente a la gobernación provincial, ubicada en 51 entre 5 y 6, cuando los Hell’s Angels se agarraron a trompadas con un grupo de cuidacoches. También se vieron involucrados a algunos repartidores. La pandilla salvaje tendrá su encuentro global este fin de semana en Berazategui.
Historia en el camino
“La carrera estaba en marcha, ‘fuera de la ley’ de todo el estado rodaban en manada hacia Monterey: desde el norte, de San Bernardino y Los Ángeles por la 101; desde el sur, de Sacramento por la 50… desde el sur, de Oakland, Hayward y Richmond por la 17; y desde Frisco por la Coast Highway. Los más pesados, la élite de los forajidos, eran los Hell’s Angels… llevando la calavera alada en la espalda de sus chalecos sin mangas y llevando a sus ‘mamis’ atrás, en sus enormes ‘chanchos tuneados’. Rodaban con una arrogancia fina y mugrienta, seguros de su reputación como la banda de motociclistas más podrida de toda la historia de la cristiandad”. Así presenta Hunter S. Thompson a la pandilla rodante en su clásico de clásico del periodismo gonzo.
Publicado en 1966, Hell’s Angels: una saga extraña y terrible de las bandas de motociclistas forajidos es un libro brillante, engordado por una minuciosa crónica: inmersión visceral en la brutalidad, el miedo y el asco que rodeaban a los motoqueros más peligrosos arriba del Río Bravo. El gonzo Thompson no los idealizó, aunque tampoco los condenó con la moralina puritana yanqui. Más bien los retrató, y al hacerlo, definió el molde de los desangelados motoqueros. Pesadilla a secas del húmedo sueño americano.
La legendaria caterva de motociclistas, sinónimo de caos y violencia, desembarcó sin sus bólidos en La Plata para una convención mundial. Los muchachos se mueven en micros larga distancia, colmaron casi todo un hotel y ocuparon plazas en otros siete. Dicen que hay más de 150 en la capital bonaerense llegados de América del Norte, Europa y más allá. Visitan espacios culturales y la Catedral.
Finalmente, el ágape motero se realizará este fin de semana en Berazategui. «Allí nos reuniremos entre 500 y 600 personas que llegaron de distintas ciudades. Somos una organización que tiene 80 años y nos juntamos para celebrar, compartir y divertirnos», explicó Marcelo Mazza, cabecilla de la filiar gaucha en una entrevista televisiva. Este fin de semana, el sur postrero del Conurbano promete transformarse en un film hiperrrealista digno de José Celestino Campusano, pero con protagonistas gringos.
Busco mi destino
Los Hell’s Angels nacieron en la casi siempre soleada California en 1948. Fueron paridos por la posguerra, la desilusión y los “sueños de libertad” de ex soldados que encontraron en las motos y la hermandad un destino. Su icónico parche, la calavera alada, se convirtió en el símbolo de un estilo de vida outlaw. Escribe Thompson en su libro sin inmodestia: «Los Hell’s Angels son el extremo más brutal del fenómeno de los motoqueros fuera de la ley… son los maestros de su propio tiempo y su propio destino, pero también son víctimas de una locura que se autoperpetúa».
Con ocho décadas pesadas sobre sus lomos, su historia está repleto de andanzas y desandanzas por las rutas en sus corceles metálicos. También, de incidentes fogosos, enfrentamientos con otras pandillas y vínculos non sanctos con el narcotráfico, la extorsión y la cruda violencia.
¿El más célebre? Altamont, en 1969, cuando fueron contratados como seguridad en un festival que reunió 300 mil almas: el ”Woodstock” de California. Tocaron Santana, Jefferson Airplane y algunos temas los Rolling Stones. Cuando Jagger y compañía escupían desde las tablas su “Simpatía por el demonio”, se desató un infierno real de golpes y palizas. Un par de temas después, un miembro de los Hell’s Angels mató a puñaladas a un joven armado que quiso subir al escenario. Ni paz ni amor, en tragedia terminaba la primavera del amor hippie sesentero.
Hunter Thompson tampoco se salvó de la violencia de los moteros. De hecho, fue linchado por varios miembros del club, tras un altercado post publicación de su ópera prima, una anécdota que sella el carácter crudo y sin beneplácitos de su investigación: «Mi relación con los Angels había terminado en una explosión de violencia, lo que parecía un final predecible”.
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