No sólo fue un lúcido analista tanto de la realidad nacional como de la literatura, además llevó sus convicciones a la práctica tanto desde Carta Abierta como desde la Dirección de la Biblioteca Nacional, a la que Horacio González convirtió en un centro cultural abierto a todo el mundo,

Pero el coronavirus, lamentablemente, le ganó la partida y fue así que este sociólogo, ensayista y docente nacido en 1944, murió a los 77 años dejando no sólo un gran obra escrita, sino también el ejemplo de un intelectual que no se estacionó en el limbo de la teoría, sino que bajó al barro para pelear pacíficamente por lo que creía. El 19 de mayo ingresó al Sanatorio Güemes.
«En la dura pelea contra el Covid y sus consecuencias, Horacio González está más frágil: tuvieron que volver a colocarle el respirador y está sedado», informaba la interprete Liliana Herrero, su compañera de vida.
Quizá la prueba más contundente de lo que fue González, además de sus libros y reflexiones, es el recuerdo de quienes tuvo cerca como sus colaboradores. No hay nadie que lo haya conocido que no lo recuerde como un ser excepcional intelectualmente brillante y afectuoso con quienes lo rodeaban.
Durante su gestión, abrió las puertas de la Biblioteca Nacional para todo el mundo. Cada visitante se encontraba allí tan cómodo como en su propia casa. Más allá de la consulta de libros, era posible disfrutar de exposiciones únicas que posiblemente ningún director con un mentalidad académica cerrada se hubiera atrevido a organizar como, por ejemplo, la de Luis Alberto Spinetta.
Durante la gestión de González el Departamento de Publicaciones no tuvo descanso. Él reunió y publicó tesoros de la cultura argentina que ninguna editorial privada hubiera publicado nunca. Fue una prueba de la necesidad de que exista un Estado presente que hoy el gobierno se empeña en destruir y, hasta el momento, parece que lo va logrando. Además, había música, espectáculos, presentaciones…
Demuestra quién el homenaje que le brindaron todos los empleados de a Biblioteca Nacional cuando concluyó su trabajo al frente de esa casa a la que transformó desde las raíces. Todos, sin excepción, se reunieron en la explanada de la Biblioteca y le brindaron el mayor aplauso que pueda cosechar un funcionario.
Fue de agradecimiento por su gestión brillante, por su poder de convocatoria a asistir a un espacio como una Biblioteca Nacional sobre el que suele acumularse el polvo de la historia, pero también por el trato diario, por ese clima de cordialidad que supo crear como ningún otro.
El hueco que dejó su ausencia se hace más grande cada día a medida que avanzan los dislates de un gobierno arbitrario, autoritario, sordo, ciego y mudo ante los reclamos populares que se caracteriza, además, por la imposibilidad de hacer el más mínimo análisis objetivo de la situación.
En este marco, la figura de González se agiganta, Seguramente, el habría sabido dar con la palabra clave, el análisis junto, el diagnóstico acertado, lo que resultaría ampliamente reconfortante en este clima de angustia y desconcierto.
Al conocerse su fallecimiento, Daniel Filmus publicó en las redes sociales: “Tremenda perdida para la cultura argentina, falleció el querido Horacio González. Gran compañero, forjador del pensamiento nacional con un talento y originalidad inigualables. Militante peronista de las causas populares. Lo vamos a extrañar mucho. Abrazo a Liliana familiares y amigos”.
No cabe de duda que, si su salud se lo hubiera permitido y el covid no lo hubiera traicionado, habría estado en la marcha de los jubilados de los miércoles, en la gran marcha de Plaza de Mayo cuando Cristina Fernández de Kirchner quedó detenida y en la puerta de su casa esperando que saliera al balcón. Además, habría reflexionado sobre estos hechos con la lucidez que era una de sus marcas de identidad.
En una entrevista publicada en este mismo diario dijo González acerca del macrismo: “El aspecto institucional de la cultura macrista trajo una lógica empresarial al gobierno, un mensaje de disolución de instituciones públicas y presentó como un logro para el país el encadenamiento al mundo de las grandes ficciones financieras”.
“Sin embargo, todo eso tarde o temprano va a ser registrado por el arte y la vida cultural argentina como un modo de respuesta, porque el arte y la vida intelectual tienen en su propia esencia, precisamente, indagar sobre lo lúgubre”.
“Entiendo lo que llamamos macrismo como una especie de danza chistosa sobre una plataforma que parece sustentable pero que, sin embargo, nos induce a pensar en un mundo muy resquebrajado. Lo representa simbólicamente el modo en que Macri bailaba sobre las desgracias que él mismo producía, su tipo de sonrisa, su modo de manejar un cuerpo desencajado danzante sobre las desazones de las desigualdades, de los resultados que afectaban a la vida pública, institucional, cultura”.
González no llegó a ver los estragos producidos por el mileísmo, pero quizá estas palabras ayuden a intuir de qué modo analizaría la situación que estamos viviendo hoy en el que despiadado salvajismo del gobierno actual continúa y refuerza el precedente.
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