Hugo Alconada Mon: «Hay que urgir a los colegas a aumentar umbrales de seguridad en su trabajo»

Por: Sebastián Rodríguez Mora

El periodista fue víctima de ataques a través de redes sociales e intentos de hackeo de sus cuentas por revelar el plan de inteligencia del gobierno para perseguir al periodismo. Su mirada sobre la profesión.

“Si te parece hablemos mañana, a ver qué pasa con el Gobierno. Capaz me tenés que llevar un cepillo de dientes y dentífrico a Tribunales, ja”, comenta Hugo Alconada Mon (nacido en La Plata, 1974). Con mañana se refiere al lunes 26 de mayo, cuando comienza a caer sobre él una andanada incesante de ataques a través de redes sociales. En paralelo, denuncia un intento de hackeo a sus cuentas y herramientas de trabajo. El domingo en que se abre el diálogo que redundó en esta entrevista con Tiempo, ya circulaba la investigación en la que él reveló que el Plan Nacional de Inteligencia de la SIDE del gobierno de Javier Milei sienta las bases de un sistema para perseguir al periodismo.

“En el plano personal es desgastante, cansa, pero al mismo tiempo es mi trabajo y me apasiona, entonces es una mezcla de sensaciones muy contradictoria”, define Alconada el trajín de los últimos días. Trabajo, compromiso, poder, error, libertad: por ahí viene la cosa para uno de los periodistas que el Poder Ejecutivo individualiza en su ofensiva contra casi todo el sistema de medios argentino.

“Yo soy la excepción. Hay muchísimos colegas en medios más pequeños o que trabajan en soledad en distintos puntos del país que no tienen redes de contención y escudos protectores. Entonces el riesgo es que, con toda lógica, extremen sus recaudos y eviten algunos temas a investigar para evitarse riesgos. Ahí es donde vemos que hay un retroceso en la libertad de prensa”, dice este prosecretario de redacción de La Nación, integrante de la Fundación Gabo y habitual colaborador de El País de España.

–¿Qué pensás sobre esa definición de Milei sobre el periodismo, que dice que no hace falta porque con Twitter alcanza?

–Primero, es una falacia. Y segundo, se cae por sí sola. En redes sociales corren bulos, mentiras, fake news y no hay forma de pararlos. Recuerdo algunas insólitas, como cuando empezó a circular por Twitter que durante unas protestas en Londres se había escapado un tigre del zoológico, y que estaba suelto los subterráneos de la ciudad. Del mismo modo, en Twitter tenés redes que declaman que la tierra es plana. El rol del periodista es contrastar y verificar la información, buscar fuentes confiables, editar y en ocasiones incluso no publicar. Hay temas en los cuales no se puede publicar todo. A veces hay menores de edad involucrados, otras podés terminar revictimizando a, por ejemplo, personas que sufrieron abuso infantil o violaciones. Cuando todo corre, como en redes sociales, es difícil determinar qué es lodo y qué es valioso.

–En vista de lo que revelaste sobre el Plan de Inteligencia Nacional, ¿recomendarías a los y las colegas que tomen resguardos?

–Sí, hay que urgir a todos los colegas a aumentar los umbrales de seguridad en redes sociales, plataformas digitales y soportes tecnológicos. Resguardar laptops, teléfonos celulares, pendrives, todos los materiales. Ver y evaluar qué se escribe, qué se dice por teléfono. Sin caer en la paranoia, por supuesto, pero sí aumentar un poco más los cuidados. Y no solamente por nuestra seguridad, sino por la de nuestras fuentes.

Lo que informa y lo que daña

“Donald Trump sólo se explica en EE UU a partir de múltiples errores cometidos por administraciones anteriores, tanto demócratas como republicanas, del mismo modo que Bukele se explica en El Salvador a partir del caos que había en El Salvador durante décadas. En Argentina también, Javier Milei sólo se explica tras el fracaso de los gobiernos de Mauricio Macri y Alberto Fernández, como mínimo», desliza Alconada.

Agrega: «El presidente Javier Milei es visto en el exterior, de una manera que ya lo sabemos, como parte de una nueva derecha, una derecha más radicalizada, que por momentos es reaccionaria, por momentos es populista, y que en definitiva adscribe a un recorrido que también incluye desde Víctor Orbán en Hungría hasta Bukele en El Salvador, por supuesto Jair Bolsonaro en Brasil, Trump en los Estados Unidos y varios líderes más.

–En este momento de desprestigio del periodismo, ¿qué grado de responsabilidad le cabe a las personas que lo ejercen o ejercieron? ¿Y cuánto tiene que ver con las empresas de plataformas?

–Creo que allí hay dos factores que no se oponen entre sí. Muchos de los reproches que afrontamos en nuestro oficio son correctos. El vedettismo, la superficialidad, la trivialidad, la corrupción, todos son ciertos. También nos pasa con el clickbait, los títulos engañosos, las prácticas sensacionalistas. Por supuesto que muchos lectores, oyentes, televidentes y navegantes dicen yo no tengo más ganas de esto. Y eventualmente vuelven a los medios cuando ocurre algo muy grave, necesitan información certera. Si no, prefieren moverse y creen que se pueden informar a través de redes sociales. Y eso es un error.

“Por supuesto que las empresas de plataformas tienen una cuota responsabilidad por el manejo de la publicidad y por cómo desarrollan sus algoritmos. Aquellas noticias que son negativas, sensacionalistas, tienen mayor preponderancia. Cuando fueron los saqueos en Londres que mencioné antes, la mentira sobre el tigre en el subterráneo de Londres, circuló de manera exponencial y a una velocidad notable. Por el contrario, la desmentida de Zoológico prácticamente no circuló”, abre el panorama Alconada.

En su rol dentro de una empresa como La Nación, no se guarda el reclamo a Google. “Absorben las noticias de los medios tradicionales y se quedan con la publicidad. Las grandes empresas periodísticas y los periodistas difundimos información gratis y a su vez, lidiamos con la dificultad de generar esa noticia. Para informar hay que viajar, verificar, contratar periodistas. Y los beneficios van para otro lado. Conclusión: las redacciones se achican”.

–¿Cómo se convive con el error en el ejercicio cotidiano de la profesión?

–Como algo natural en nuestro oficio que tenemos que tratar de reducir y enmendar. ¿Sabés la cantidad de investigaciones en las que empiezo a hacer llamados y con el teléfono en la oreja me doy cuenta de que para tratar de verificar algo estoy hablando con alguien que está involucrado, con lo cual, en definitiva, estoy alertando sobre lo que estoy investigando? En el momento en que corte la llamada van a empezar a destruir las evidencias. También se erra respecto a cómo escribir cuando el foco no era ése, el título debió ser éste, el primer párrafo debió ser esto, debí difundirlo por redes sociales de este otro modo. Es permanente, y entonces hago una auditoría interna de mi trabajo. Todos los jueves hago una evaluación, y a su vez después me pongo a analizar de cada investigación que publico cómo podría haberla hecho mejor, distinto, con menos errores. El jefe de investigaciones del Washington Post, Jeff Leen, una vez me dijo que el índice de eficacia de ellos es del 20%. Es decir, logran publicar una de cada cinco investigaciones, el resto queda en el camino porque no pueden verificarla, porque era falsa o errónea la hipótesis.

–¿Te arrepentís de alguna investigación que encaraste?

–Diría que me arrepiento del dolor causado en algunas investigaciones. Creo que lo que encaré merecía ser publicado por su relevancia e interés público, las personas involucradas, los temas en los cuales me centro, que siempre giran en torno a corrupción, lavado de activos, evasión tributaria, fraude corporativo, espionaje, inteligencia, narcotráfico. Pero hay veces en las cuales lamento haber causado dolor. Quizás eso es lo más doloroso, cuando no ves el impacto que las investigaciones tienen, por ejemplo, en los hijos e hijas de las personas sobre las cuales estoy escribiendo.

Hasta el momento en que se publican estas líneas, ni Hugo Alconada Mon ni cualquier otro colega está preso por su actividad profesional. Pero qué hacer con esta libertad tan desafiante y por momentos, agotadora.

–¿Cómo definirías la libertad en términos periodísticos?

–Como un privilegio, un derecho, una obligación que hay que ganar cada día y que cada día podemos perder. Entonces es una práctica cotidiana, un ejercicio. «

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