El ICE, sin límite: el siniestro organismo de Trump también acorrala a niños y jóvenes

Mientras tiraba bombas en Irán y descargaba en Israel toneladas de municiones para acabar con el pueblo palestino, Donald Trump, un laborioso sembrador de odio y además presidente de Estados Unidos, no se olvidaba de ninguna de sus presas, los sectores internos más vulnerables: niños deportables, inmigrantes muy necesarios a la economía pero muy útiles para saciar la xenofobia de los norteamericanos y también jóvenes con instinto suicida que “fomentan la ideología de género radical”. A todos los persiguen los agentes del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE) con un ahínco que los principales medios describieron con detalles inquietantes: llegan con un uso excesivo de la fuerza, armados hasta los dientes, sin identificarse, encapuchados. Podría decirse que siguen un método que rememora los secuestros propios de los años del Plan Cóndor sudamericano.  

Al principio la cacería apuntó hacia los inmigrantes, básicamente centroamericanos que ingresaron permeando la frontera con México y que llegaron a trabajar, expulsados por la miseria, la falta de empleo y la violencia de los gobiernos de sus países de origen y de las bandas de traficantes varios. La Casa Blanca bajó la orden de detener y deportar a un millón y medio de personas por año, redondeó en 3000 por día, un número al que nunca se pudo llegar desde el 20 de enero, la jornada en la que Trump juró para su segundo mandato. Fue entonces que los comandos del ICE ampliaron el espectro de sus víctimas y atacaron a los niños, con lo que por cada uno matan dos pájaros de un solo tiro. El chico y sus padres.

Redadas y ausentismo

Desde el mismo día que el régimen puso en marcha sus medidas represivas, apenas asumido Trump, como si esa prioridad explicara todos los males que pueda padecer la gran potencia, las autoridades escolares de los distritos donde la migración es significativa denunciaron un constante y elevado índice de ausentismo. Coincidieron en señalar que el fenómeno no tenía antecedentes ni en los tiempos de mayor persecución étnica en los estados del sur y el oeste, casualmente los territorios usurpados a México en el siglo XIX (California, Nuevo México, Arizona, Texas, Nevada, Utah y parte de Colorado y Wyoming, según la inteligencia artificial de Google “una extensa zona que había sido mal gobernada, descuidada, desde los tiempos de la Nueva España”).

A partir de enero pasado, y de forma sostenida, la californiana Universidad de Stanford, en el área de influencia de San Francisco, abordó el tema y encontró que el 22% del alumnado registraba una inasistencia permanente. Las redadas del ICE han dañado el rendimiento del estudiantado y alteraron el funcionamiento de las escuelas, incluso cuando los operativos no hayan ocurrido en los mismos colegios o en sus alrededores. «El miedo, convertido en terror, se ha extendido a otros ámbitos, más aún después de que Trump ordenara al ICE que actuara libremente, también, en las iglesias y en cualquier ámbito laboral, y dispusiera la deportación de los migrantes irregulares por imaginarios vínculos con bandas criminales, todos por el mismo, supuesto delito”, denunció el instituto universitario.

Stanford no es la única que delata la cacería de indocumentados como una “práctica orientada a sembrar el terror”. Las organizaciones sociales que defienden a los migrantes coinciden con la Universidad cuando señalan que el gobierno califica los interrogatorios a los niños como “controles de bienestar”, cuando en realidad son parte de una política que busca la punta de un hilo que en el otro extremo incluye la expulsión de los inmigrantes hacia sus países de origen. O a las cárceles que le ha cedido el autoritario régimen salvadoreño de Nayib Bukele.

«Movilización represiva»

Trump no tiene forma de disfrazar sus políticas de odio. Los agentes asignados a las requisas no son trabajadores sociales ni especialistas en bienestar infantil ni inspectores de trabajo ni psicopedagogos. Son agentes de la unidad de Investigaciones de Seguridad Nacional (ISN), un cuerpo especializado del ICE que se encarga del combate al contrabando de armas y drogas, el tráfico de seres humanos, los ciberdelitos, el lavado de dinero y otras transgresiones de carácter financiero. Los responsables de las visitas son los especialistas del ISN, pero nunca están solos, los acompañan agentes del FBI, la DEA y en determinadas ocasiones de la CIA.

“La movilización represiva es apabullante, de pronto parece que el ICE estuviera en todas partes. Vimos a los agentes apuntándoles con su rifle a las vacas, en un tambo de Nuevo México se llevaron a 21 de los 55 trabajadores que empleaba y nadie dice dónde están”, denunció la Asociación de Productores Lácteos de Nuevo México. “Esta gente no entiende nada, ignoran que las vacas necesitan que se les dé de comer y se las ordeñe dos veces por día”. El Foro Nacional de Inmigración señaló que “con una tasa de desempleo de sólo el 4,2%  las empresas y los productores están desesperados por encontrar trabajadores, y la inmigración se los ofrece”. El año pasado representaron el 24% de la fuerza laboral y el 38% de los empleos en el caso de la agricultura, la pesca y la silvicultura.

Como aquellos niños de los tiempos de gloria, que le vendían al almacenero de la esquina las botellas vacías y los diarios viejos para pagarse la entrada de la matiné, Trump rasca de todos lados. La semana pasada liquidó la línea telefónica de prevención del suicidio “por razones de género”. Un vocero presidencial explicó que Trump “no dará el dinero de los contribuyentes a un servicio de chat en el que se anima a los niños a abrazar la ideología de género radical”. Se le olvidó decir que desde 2022 los buenos consejos de los psicólogos del 988 les salvaron la vida a 1,3 millones de adolescentes y jóvenes.                                                                             

Cubierto por el manto de un amoroso padre protector, y con la hipocresía y el engaño a flor de piel, el gobierno de Trump intenta disimular la esencia de su política de odio y desprecio hacia sus enemigos prioritarios, los inmigrantes, los niños y los pobres.

Así, el secretario de Estado, Marco Rubio –el Ministerio de Educación fue desmantelado– dijo que las redadas en las escuelas tienen el único objetivo de “controlar que sea garantizado el bienestar de los niños, asegurarnos que estén escolarizados y reciban los cuidados necesarios”. Dictando la onda discursiva del gobierno, hueca y grandilocuente, tras perseguir a los peones rurales Trump había prometido ayudar a “los grandiosos agricultores, que nos dicen que nuestra política migratoria les quita una mano de obra irreemplazable”. La ayuda nunca llegó.