J. P. Zooey: «Hoy vivimos el Apocalipsis, el fin de lo humano»

Por: Mónica López Ocón

El autor acaba de publicar Corazones estallados, un ensayo que habla de un presente en que el pensamiento racional se ha transformado en una especie en extinción. Las redes sociales promueven una fragmentación del pensamiento imposible de articular.

Luego de dedicarse a la ficción desde 2007, J. P. Zooey escribió su primer ensayo, Corazones Estallados. La política del posthumanismo (Cía. Naviera ilimitada). En él se refiere a la manera en que las redes sociales dan forma a una nueva subjetividad. El libro, en el que se da un poco frecuente cruce entre la inteligencia teórica y el humor, termina con una entrevista a J. P. Zooey realizada por J. P. Ringelheim, es decir, por ese profesor universitario que durante diez años se ocultó bajo el seudónimo J. P. Zooey hasta que decidió revelar su verdadera identidad. O acaso no haya una identidad verdadera y otra falsa, sino dos identidades auténticas. De hecho, J. P. Zooey se independizó de Juan Pablo Ringelheim y se dedica a escribir por su propia cuenta.

-¿Por qué tenías el deseo de que no te conocieran?

-No sé si era un deseo de que no me conocieran. Era un deseo de separar la literatura de una biografía que la respaldara para que el lector leyera el texto puro. Eso sirvió bastante porque quienes leían, como no tenían una referencia a quien remitir, se sentían en total libertad de decir lo que quisieran sobre mis libros. A partir de que se conoció mi identidad civil, todo eso decreció porque había una cara que recibía ese impacto.
-Thomas Pynchon pudo sostener su anonimato.
-Bueno, es Thomas Pynchon. Yo lo quise o lo pude sostener sólo diez años. En esos diez años aprendí algunas cuestiones que tenían que ver con el anonimato que me dieron satisfacción. Me quedaba por aprender lo que era aparecer públicamente, que es lo que estoy haciendo ahora. Pienso que publicar este libro de ensayo desde el anonimato no hubiera estado bien.
-¿Por qué?

-Porque es un libro que tiene definiciones políticas y creo que las definiciones políticas tienen que estar respaldadas. La política no se debe ejercer desde las sombras y éste es un libro político. Yo valoro de los políticos que hacen política poniendo el cuerpo, mientras que otros sectores sociales, por ejemplo ciertos empresarios, hacen política desde las sombras. Desde mi modesto lugar de escritor yo pensaba que si algún día escribía un ensayo, iba a aparecer y aparecí hace dos años.
-¿Cuáles son las diferencias entre humanismo y posthumanismo?

-El humanismo tiene como características la introspección. Tiene que ver con la reflexión, con la liberación de dogmas religiosos, con la emancipación de una idea de destino que signaba todos y cada uno de los asuntos humanos. Desde el Renacimiento el hombre quiere empezar a conocer de manera racional aquellos asuntos del alma y del espíritu que lo ocupan. Posteriormente se vincula con la difusión de los libros escritos acerca de esos mismos asuntos humanos, también de la literatura y de la ficción. Eso va desarrollando un modo de argumentar y racionalizar la vida personal y social que deriva en formas políticas como las de la Revolución Francesa burguesa, pero revolución al fin que, como forma política, da nacimiento a lo que va a ser la política hasta nuestros días. Instituciones como el Parlamento se originan en la voluntad de discutir racionalmente, que ya tenían los humanistas del Renacimiento italiano.
-¿Cuándo comienza el fin del humanismo?

-Según lo que estudié a partir de autores como Peter Sloterdijk o Marshall McLuhan, lo que defino en mi libro como posthumanismo tendría inicio a través de otros medios de comunicación como pueden haberlo sido la radio y la televisión, pero se profundiza fuertemente, según mi hipótesis, a través de las redes sociales, donde toda expresión de una idea acerca de lo humano y de lo político, es decir, de lo social, se elabora más a partir de la emocionalidad que de la racionalidad. Los posteos en Twitter suelen ser socarrones, manejan el humor, la ironía, la chicana por la brevedad que requiere esa red y por la competencia a que se ve expuesto cada tuit en relación con otros. Para capturar la atención del usuario hay que hacer casi un slogan publicitario. Ese slogan va a interpelar más a la emocionalidad que a la racionalidad.
-¿Qué diferencias hay entre las tecnologías analógicas y las digitales?

-Quisiera aclarar primero que no soy apocalíptico, estamos en el Apocalipsis. Si uno piensa que el presidente de Brasil llegó al gobierno a través del voto popular, del impacto emocional, sin ningún tipo de argumentación ni racionalidad y que, por desidia o desinterés, dejó que se quemara gran parte del pulmón del planeta, es evidente que estamos ante una crisis humana. El parlamento europeo discutió hace poco otorgarles a los robots derechos de personas, mientras en la misma Europa se crean campos de concentración para los inmigrantes llamados “ilegales”, creo que estamos en el Apocalipsis. Me refiero también a la guerra comercial entre Estados Unidos y China que está llevando adelante un presidente como Donald Trump. No digo Apocalipsis porque vaya a caer fuego desde el cielo, sino porque es el fin de lo humano. Una serie reciente, Years and Years (Años y años) plantea que hacia el fin de lo humano posiblemente nuestras memorias y emociones sean descargadas a moléculas de agua. Eso habla del fin de la humanidad. Convertidos en gotas de agua dentro del agua, aunque la imagen sea preciosa, no va a haber verbalidad. Y La Biblia judeocristiana ya plantea que lo humano tiene que ver con lo verbal: en un principio fue el verbo.
-Todas las tecnologías recibieron críticas, incluida la imprenta.

-Sí, Platón incluso criticó la escritura. Pero ese es el punto que menos me interesa. Lo que me importa es cómo las nuevas tecnologías formatean un tipo de subjetividad no a través de sus contenidos, sino de sus formas. Sólo leemos fragmentos y la forma de las redes hace que pasemos de un tuit sobre el casamiento de un primo, a otro sobre la muerte de una mascota, a otro sobre la quema de la Amazonía, a otro sobre la represión de una marcha policial. ¿Qué tipo de pensamiento sobre lo social puede haber si permanentemente impacta sobre nuestra retina, mientras vamos pasando los posteos, información que no se puede articular? Es la crisis de los relatos, de la argumentación, de la racionalidad. Fíjate cómo estigmatizaron los medios de comunicación el relato kirchnerista. Bienvenidos los relatos políticos, las explicaciones políticas sobre hechos que, si aparecen sueltos, los ciudadanos no podemos articular de manera racional y, por lo tanto, no podemos comprender.
-¿Y el relato macrista?

-Pensemos que Macri llamó a votarlo sin argumentos. Desde hace dos milenios la política se basa en la argumentación. Eso habla de que estamos viviendo una crisis profunda del humanismo
-Es el mundo del disparate.

-Sí, al punto que las metáforas del PRO no llegan a articularse en un relato, ni siquiera en un cuento breve. Le habla a un electorado infantilizado. Utiliza recursos propios de las fiestas infantiles: los globos, el bailecito, canciones simples y de moda como la de Tan Biónica. Hablo de lo infantil porque los niños viven en un mundo cargado de emocionalidad y de menor racionalidad. Por eso el macrismo apunta a adultos infantilizados, más permeables a cuentos en el doble sentido de relatos hiperbreves y desarticulados, y de mentiras.
-¿Es posible sustraerse del bombardeo tecnológico?

-Autores como Michel Houellebecq, Franco Berardi y Remedios Zafra hablan de la posibilidad de la desconexión como un acto político soberano y emancipador del circuito de electrocución permanente, del bombardeo informativo que no nos deja pensar. La percepción de los adolescentes o los que tienen veintipocos años está más preparada para entender a una velocidad mayor a la que tengo yo, por ejemplo, con 45 años. Pero la pregunta es si ese entrenamiento los está preparando también para incorporar y trabajar interiormente la información que reciben. ¿Después de pasar horas y horas frente a las pantallas les queda algo en la memoria? Lo dudo, porque la memoria, que es orgánica, requiere de un tiempo de incorporación y las redes anulan esa temporalidad lenta que permite incorporar, por ejemplo, el argumento de un libro. Por lo tanto, si no queda nada en la memoria, no queda nada inspirador. Recordemos que para los griegos la memoria es la madre de todas las musas. Hoy todo tiene que ser fácil, rápido, fragmentado. Por eso existen las charlas TED, que son una especie de Glovo o Rappi del conocimiento.

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