José Saramago, a 14 años de la muerte del portugués universal

Por: Mónica López Ocón

Nacido en la pequeña la aldea portuguesa Azinhaga, José Saramago fue el primer escritor portugués en Ganar el Premio Nobel de Literatura. Fue un militante de la palabra y de las causas justas

José Saramago murió a los 87 años luego de una vida de lucha y de  haber ganado para su país el primer Premio Nobel concedido a un escritor portugués. Nacido en la aldea de Azinhaga, murió en Lanzarote, una isla ubicada en las Canarias. Su traslado fue unna forma de protesta por la repercusión que tuvo su libro El Evangelio según Jesucristo, que le valió el repudio de algunos sectores católicos de su país que lo consideraran  un escritor blasfemo.

En esa isla escribió sus últimos libros, Ensayo sobre la ceguera, los Cuadernos de Lanzarote y Caín, publicada en 2009, un año antes de su muerte.  

Fue precisamente ese libro, El Evangelio según Jesucristo, publiacado en 1991, el que lo hizo conocido al despertar una fuerte polémica. En 1998, la Academia Sueca lo consagró como Premio Nobel.

En el discurso de aceptación del máximo galardón de la literatura, como lo hizo siempre, Saramago fijó su posición frente al mundo al reivindicar su origen.

“El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida –conoció diciendo- no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando a pastar la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer”.

“Vivían de esta escasez mis abuelos maternos, de la pequeña cría de cerdos que después del destete eran vendidos a los vecinos de la aldea, Azinhaga de nombre, en la provincia del Ribatejo. Se llamaban Jerónimo Meirinho y Josefa Caixinha esos abuelos, y eran analfabetos uno y otro”.

Más adelante en su discurso, Saramago se encargaría de establecer la relación entre su origen y su literatura.

“Muchos años después, -dijo-escribiendo por primera vez sobre éste mi abuelo Jerónimo y ésta mi abuela Josefa (me ha faltado decir que ella había sido, según cuantos la conocieron de joven, de una belleza inusual), tuve conciencia de que estaba transformando las personas comunes que habían sido en personajes literarios y que ésa era, probablemente, la manera de no olvidarlos, dibujando y volviendo a dibujar sus rostros con el lápiz siempre cambiante del recuerdo, coloreando e iluminando la monotonía de un cotidiano opaco y sin horizontes, como quien va recreando sobre el inestable mapa de la memoria, la irrealidad sobrenatural del país en que decidió pasar a vivir.”

“La misma actitud de espíritu que, después de haber evocado la fascinante y enigmática figura de un cierto bisabuelo berebere, me llevaría a describir más o menos en estos términos un viejo retrato (hoy ya con casi ochenta años) donde mis padres aparecen”. 

La infancia se lleva a cuestas toda la vida, pero no siempre la niñez da lugar a una escritura como la de José Saramago. Fuera cual fuere el tema del que hablaba, lo hacía desde su propio origen, desde su infancia pobre con abuelos analfabetos.

Coherente con el recuerdo de su la pobreza de su origen fue su militancia política en el Partido Comunista y la escritura de numerosas novelas, relatos, memorias, poemas,  literatura infantil y juvenil, crónicas y diarios.

Foto: AFP

José Saramago, el hombre que pintó su aldea

El propio Saramago dijo siempre que todo lo que escribió en su vida estuvo relacionado con su país de origen, Portugal. Sentía que no podía ser de otra manera, aunque en un tiempo lo preocupó que ese localismo fuera excesivo y se convirtiera en un obstáculo para que su literatura trascendiera más allá de las fronteras de su país.

Afortunadamente, se equivocó. Una vez más la conocida frase “Pinta tu aldea y serás universal” tuvo razón. Saramago no sólo trascendió más allá de su país, sino que ganó el Premio Nobel de Literatura y, de ese modo, la universalidad.

Entre su nacimiento y el momento crucial de su carrera mediaron muchos libros. Su primera novela fue Tierra de pecado y se publicó en los 40, aunque  sin gran repercusión. Fue traducida al castellano por Alfaguara  recién en el año 2021.

En el momento de su escritura, Saramago tenía 24 años y se ganaba la vida como empleado administrativo en los Hospitales de Civiles de Lisboa. Un año antes se había desempeñado como integrante del servicio de cerrajería del mismo establecimiento. Se  había casado recientemente con  Ilda Reis.

Corría el año 1944, el dinero era escaso y su biblioteca de ese entonces se reducía a un estante dentro de un armario. En 1947 nacería su hija Violante.

Por ese entonces, Saramago soñaba con ser maquinista de tren, pero su miopía se lo impidió. Quizá gracias a su miopía, la literatura le ganó a la actividad ferroviaria.

Su segunda novela, Claraboya, tuvo aún menos suerte que la primera. Se la publicó no sólo luego de su consagración, sino también luego de su muerte, recién en el año 2012 como una forma de rastrear los orígenes del escritor conocido en todo el mundo.

Fue a partir de Levantado del suelo (1980) que Saramago comenzó  una carrera ascendente. Vendrían luego éxitos literarios como Memorial del convento, El año de la muerte de Ricardo Reis hasta alcanzar la fama con El Evangelio según Jesucristo, Memorial del convento y Todos los nombres hasta alcanzar la consagración definitiva con el Premio Nobel.

Para ese entonces ya estaba casado desde 1988 con Pilar del Río, su segunda mujer, a quien conoció en una entrevista periodística que le hiciera ella. Hoy es quien preside la Fundación José Saramago. Dado que, además de periodista es traductora, tradujo varias de las novelas de Saramago del portugués al castellano.

Además, filmó junto a él el documental José y Pilar, dirigido por Miguel Concalves Mendes. Más tarde, muchas de las entrevistas realizadas para ese documental serían recogidas en José y Pilar. Conversaciones inéditas, editado por Alfaguara.

“Termino”, anunció Saramago antes de culminar su discurso ante la Academia Sueca y concluyó  y de manera coherente con la humildad de este “comunista hormonal” como se autodefinió, concluyó: “La voz que leyó estas páginas quiso ser el eco de las voces conjuntas de mis personajes. No tengo, pensándolo bien, más voz que la voz que ellos tuvieron. Perdóneseme si les pareció poco esto que para mí es todo”.

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