Juego de espías: internas, despilfarros y absurdos

Durante el mediodía del pasado 2 de diciembre, Javier Milei le tomó juramento a la nueva ministra de Seguridad, Alejandra Oliva. En el Salón Blanco de la Casa Rosada imperaba un clima festivo.

Allí se lo vio al embajador de los Estados Unidos, Peter Lamelas, junto al titular se la SIDE, Sergio Neiffert. Ambos conversaban animadamente, entre sonrisas, confidencias y sorbos de champán.

“El Señor 5” lucía exultante, como si ninguna sombra acechara sobre él. Lo cierto es que en esa escena palpitaba una trama aún imperceptible.

Pues bien, al día siguiente, Neiffert fue súbitamente eyectado del cargo. Es posible que tal circunstancia lo sorprendiera más que a nadie. 

Pero exhumó del olvido la inesperada visita a su hogar, situado en la zona residencial de Martínez, del subsecretario administrativo de la SIDE, José Lago Rodríguez, ya avanzada la noche del 7 de noviembre.

Había sido enviado allí por Santiago Caputo para pedirle la renuncia. Todo indica que el diálogo entre ellos no fue en buenos términos.

De eso dan cuenta algunos vecinos, quienes vieron a Neiffert despedirse de su colaborador en la puerta del inmueble de una manera algo exaltada.

– ¡Tomátelas, hijo de puta!– vociferaba.

Un detalle de color: el tipo estaba en calzoncillos.

En este punto, es necesario poner en foco el contexto del asunto. De hecho, fue nada menos que Caputo quien puso al frente de la SIDE a este publicista y gestor de negocios inmobiliarios, sin ninguna experiencia en el oficio del espionaje. Eso sucedió en julio de 2024,

Desde entonces, han pasado ciertas cosas, como la rivalidad de “El Mago del Kremlin” –como a él le gusta ser llamado– con Karina Milei. Una interna en la que, por ahora, ese individuo no lleva las de ganar.

A eso se le suman los reproches de Caputo hacia quien fue su “pollo” por las sospechas de que, en agosto, la filtración del audio de Diego Spagnuolo pudo haber sido obra de algún sector de la SIDE. Y si no fuese así, no es menos reprochable –según su estricta manera de ver las cosas– la gran incompetencia del organismo en su tarea de prevenir y evitar situaciones como esa.  

De modo que, últimamente, Neiffert comenzó a coquetear de una forma casi obscena con Karina, lo que habría causado más enojo en el consultor.

Lo significativo es que tanto Karina como su hermano, el presidente, no pusieron reparos en el despido de Neiffert. Incluso hay quienes conjeturan que la orden de sacarlo del medio provino de la mismísima pastelera.

Es más, no faltan los que dicen que semejante “cancelación” se selló en su despacho tras concluir la jura de la ministra Monteoliva.

De hecho, a la medianoche de ese martes, la Vocería de Gobierno anunció el final de su mandato en la SIDE, sin agradecerle los servicios prestados. El pobre Neiffert se había convertido en una mancha venenosa.

En tanto, Cristian Ezequiel Auguadra ya se calzó el traje de “Señor 5”.

Este contador público de 55 años era, hasta la semana pasada, el inspector general de la División de Asuntos Internos del organismo. Y, al parecer, cuenta con el apoyo del personal jerárquico de la SIDE.

No obstante, en su trayectoria reciente hay un par de máculas.

Fue en septiembre cuando el ya mencionado Lago Rodríguez y Alejandro Colombo, quien dirige el Servicio de Inteligencia Argentino (SIA), hicieron un viaje a Bakú, la capital de Azerbaiyán, con la excusa de asistir a una reunión internacional de espías. Los acompañaba otro agente, un muchacho de 24 años. En realidad fueron  –en clase ejecutiva, alojándose en hoteles de lujo– con una misión encubierta: asistir al Gran Premio de Fórmula 1 que se disputó allí, para alentar a Franco Colapinto (quien terminó, como ya es su costumbre, en la vigésima posición). Tal periplo le costó al erario público alrededor de 50 mil dólares. 

Luego trascendió la identidad del tercer viajero. Vamos a mantenerlo en reserva para no violar la Ley de Inteligencia, pero su apodo es “Lalo” y oficia en la SIDE de asesor. Se trata nada menos que del hijo de Auguadra.

Ya entronizado en la cúpula de “La Casa” –tal como sus agentes de dicen a la SIDE–, una de sus primeras medidas fue poner al frente de Asuntos Internos (el puesto que él dejó) a su amigote Daniel Valdiviezo. Ellos, en el pasado, estuvieron anudados en un emprendimiento junto a otro socio: Ángel Stafforini. Se trataba de la firma West Transfer SRL, dedicada a servicios de transporte. Eso ocurrió a mediados de 2012.

Stafforini era el contador –y hombre de confianza– del secretario general de la Unión Ferroviaria, José Pedraza, detenido en ese año por el asesinato del militante del Partido Obrero (PO) Mariano Ferreyra, en octubre de 2010. 

El sindicalista había ordenado un ataque a tiros sobre una manifestación de trabajadores tercerizados que reclamaban su ingreso a planta permanente.

A través de Transfer SRL, el bueno de Stafforini logró reunir unos 50 mil dólares para direccionar el sorteo en la Cámara de Casación con el propósito de que la causa quedara en manos de una sala que beneficiaría la situación procesal de Pedraza y de los autores materiales del asesinato.

Fue un intento fallido: Pedraza, condenado a 15 años de prisión, empezó a tomar sus primeras lecciones de arpa, en 2013, estando preso.

A raíz de aquel soborno, Stafforini está siendo actualmente juzgado por el Tribunal Oral Federal (TOF) N°8. Mientras tanto, sus viejos socios juegan a los espías.

La sucesión de Neiffert por Auguadra se hizo entre gallos y medianoche, en un sentido literal. Y sin ninguna clase de control parlamentario, debido a los recientes cambios normativos que eliminaron la obligación de que en la Cámara Alta se revisaran los antecedentes de los jefes del espionaje vernáculo.

La SIDE oscila entre el ajuste y el despilfarro.

Con respecto a lo primero, una de las últimas medidas de Neiffert fue el despido de 130 empleados (administrativos en su mayoría). Sobre lo segundo, su presupuesto oficial –a través de un DNU presidencial– incrementó en 26.000 millones de pesos los 107 mil millones recibidos cada año, a lo que, claro, se suman, los gastos reservados.

Ser el ojo secreto del régimen no sale gratis. «