
Alcanza con mirar un rato la mayoría de los canales de televisión. De pronto volvió la inseguridad. Cualquier estadística del delito que se mire en este momento indica que todos los crímenes bajaron producto de los cuatro meses de medidas restrictivas. Hay menos gente circulando, muchos comercios cerrados, poco espacio para delinquir. Pero a los medios -ya se sabe- les alcanza con un caso resonante y repetirlo hasta el hartazgo.
A eso hay que sumar el incremento de los positivos de Covid19. Ahora lo descubrieron los mismos que militaban contra la cuarentena. Se dieron vuelta en el aire y se transformaron en críticos de la flexibilización. Porque lo importante es al menos crear la sensación de que todo está saliendo mal: consecuencias económicas, inseguridad, colapso sanitario, y finalmente, colapso político. Aunque todo esté cargado de una relativa virtualidad, muestra una línea de acción.
Hay un elemento objetivo: es probable que en lo que queda de julio y la primera quincena de agosto se produzca un cuello de botella. Se juntaron tres factores: el peor momento del invierno, el pico de casos diarios de Covid-19, y una dificultad para que la población siga acatando de modo masivo medidas de restricción. Por eso la derecha redobla la apuesta.
Un rasgo cultural impreganado en un sector amplio de la sociedad ayuda a esta estrategia. Lo suele encarnar de modo nítido el gran escritor Jorge Asís. Hace dos meses decía en sus apariciones en los medios: “Son los muertos imaginarios del gobierno”. Y hace dos días subió un twitt: “Ahora nos quedaremos con los muertos y la economía destruida. Agradecimientos”. No se está afirmando aquí que Asís pretenda el colapso político. Pero sí que su conclusión representa un rasgo cultural que se sintetiza en una frase muy habitual: “¡Qué país de mierda!”.
Ese país en el que todo sale mal, en el que nada funciona bien. Es paradójicamente una creencia muy difundida en muchas de las personas a las que mejor les va (como a Asís). Y que viven convencidas de que su “éxito” es a pesar del país y no gracias a él. La famosa frase del expresidente Kennedy “no preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país” funciona de modo invertido. La estrategia de colapso se monta sobre este rasgo cultural.
El gobierno puede mejorar su estrategia comunicacional, evitar algunos cruces internos, pero finalmente deberá responder con la realidad. Los próximos 30 días son el cuello de botella de la pandemia. De cómo se maneje esa situación surgirá el ganador de esta batalla.
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