«La casa del Dragón»: una orgía de batallas, traiciones y seres mitológicos que escupen fuego

Por: Adrián Melo

La segunda temporada del spin-off de "Game of Thrones" revela el brutal enfrentamiento entre los bandos comandados por el joven Aegon II Targaryen y la rebelde Rhaenyra Targaryen.

Tras la muerte del rey Viserys como consecuencia de la lepra, se yerguen vientos de guerra civil. Para ocupar el trono vacante, un bando lucha a favor del joven e intempestivo rey Aegon II Targaryen (Tom Glynn-Carney) y el otro defiende a la orgullosa y rebelde reina Rhaenyra Targaryen (Emma D’Arcy), sendos hijos del monarca difunto. Ésta última –a la postre nuestra heroína absoluta– se erige como líder de la facción negra y, por el otro lado, la reina y ex mejor amiga de Rhaenyra, Alicent Higthtower (Olivia Cooke), capitanea a la facción verde a favor de Aegon II.

En este sentido, en la primera temporada los prolegómenos fueron la lenta combustión de la mecha para que estalle la lucha cruenta de connotaciones épicas denominada Danza de los Dragones. En el último capítulo de la temporada inaugural, se asistió al momento clave en que Rhaenyra pierde su habitual calma y se decide a llevar adelante el conflicto bélico largamente postergado y que siempre había rehusado en nombre de mantener la paz, a pesar de las insistencias de sus partidarios y de su propio esposo, Daemon Targaryen (Matt Smith). En efecto, en el capítulo titulado «The Black Queen» (La Reina Negra), Rhaenyra se anoticia de la muerte de su hijo Lucerys Velaryon a manos del príncipe Aemond Targaryen (Evan Mitchell) y su dragón. Es entonces cuando la mujer que había perdido a su padre y a su amante (Harwing Strong) conoce el verdadero significado y las dimensiones casi sobrehumanas que puede alcanzar el dolor. Resulta clave la escena en la que, tras enterarse fuera de campo del homicidio (¿involuntario?) de su vástago, aún de espaldas se logra percibir la angustia de Rhaenyra y el movimiento corporal instintivo de llevarse la mano al vientre evocando a Lucerys. Para ella, el error homicida es una abierta declaración de guerra.

Congruentemente, la segunda temporada se abre con las consecuencias de la muerte de Lucerys por culpa del hijo de Alicent. Es este sufrimiento de madre, el que, tras pasar varios días buscando los restos anegados de su hijo muerto, le provoca decir a Rhaenyra: «Quiero a Aemond Targaryen» y hace que el primer capítulo se titule «Un hijo por un hijo». El imperativo parece ser la sangre derramada.

Se vienen batallas épicas.

Por eso en esta temporada asistimos a una verdadera orgía de sangre que incluye horrendas decapitaciones, duelos entre dos gemelos idénticos, brutales asesinatos e imprevistas –e incluso repugnantes– traiciones que dan lugar a muertes espectaculares y fuera de lo común destinadas a impresionar y emocionar por partes iguales al espectador.  Por fortuna, las mismas vienen compensadas con otras orgías más concupiscentes: escenas audaces de sexo plenas del erotismo más refinado y perverso, desnudeces por doquier para exaltar los sentidos, goces de todo tipo de sexualidades y hasta un festival de la carne en una escena de burdel que linda con la pornografía.

De manera que sangre y sexo, en complemento con las pasiones y las traiciones humanas demasiado humanas siguen siendo leit motiv de esta saga. Y, por supuesto, la marca de identidad: los dragones –una amenaza de fantasía medieval que puede ser metáfora de las bombas nucleares en la contemporaneidad–. Al respecto, en esta segunda temporada aparecen nuevos dragones y sucede una de las más grandiosas peleas entre dragones que se hayan visto en el streaming.

Pero, por encima de todo, lo que sigue constituyendo el mayor mérito de House of the Dragon es que es una aguda reflexión sobre el poder y sobre los modos de ejercicio del poder. Como ficción hija de la era Trump y de la era Biden –y que puede ser extrapolable a los locales tiempos de Milei–, lo que parece asumir la serie spin off de Games of Thrones es que el poder –no sólo para garantizar el mayor bienestar posible de los humanos, sino simplemente para perdurar– no puede ser guiado por los impulsos o el odio, sino que debe ir acompañado de la sabiduría, la reflexión y el diálogo. Por ello, el ejemplo de monarca sigue siendo el de Viserys.

¿Guerra o paz?

Cuando Rhaenyra, movida por su aflicción, deje atrás su proverbial serenidad –aprehendida de su padre– sólo puede esperar muerte y destrucción a su alrededor. En este aspecto, la serie adquiere connotaciones shakespereanas. Como en Coriolano, los humanos se convierten en máquinas de odiar y matar (y luego pierden su humanidad y hasta olvidan por qué odian). Como en Macbeth, la sangre llama a la sangre y sólo puede provocar más sangre. Como en Romeo y Julieta hay dos bandos (la grieta se expresa en los Negros y los Verdes), pero esta vez el odio de los hijos no provocará la reconciliación de los padres, sino todo lo contrario.

 Tal como Alicent le dice a su padre Otto Hightower (Rhys Ifans), «(Si bien en ocasiones es necesario que se derrame sangre) … eso no significa que deba ser sin sentido». Es ese mismo motivo el que, frente a la insensata acción de Aegon de provocar la muerte de Luceys, hace que Otto le diga a su tuerto nieto que es un idiota, legando así una de las más memorables escenas de la serie.

Por momentos enrevesada y demasiado compleja, en su segunda temporada House of the Dragon continúa siendo una de las mejores opciones del streaming. La producción no baja su calidad en relación con los paisajes y la belleza de las imágenes –aun cuando éstas alcancen el paroxismo de la crueldad–. A eso se suman las sólidas interpretaciones de sus protagonistas que logran cúspides de emoción, dolor y sed de venganza que parecen traspasar las pantallas. En conclusión, es un producto digno sucesor de Games of Thrones y, como aquel, atraviesa una multiplicidad de géneros: es un drama con cúspides y tópicos clásicos de la tragedia griega, es una novela de aventuras, es una miniserie bélica, es una interesante fábula política que habla de la contemporaneidad y de los terroríficos riesgos de las políticas de odio y crueldad a nivel global. «

La Casa del Dragón

Segunda temporada. Showrunner: Ryan Condal. Con: Emma D’Arcy, Olivia Cooke, Tom Glynn-Carney, Evan Mitchell, Rhys Ifans. Estreno: 16 de junio a las 22 horas por Max y HBO.

La luchas por el poder y la sangre marcan la segunda temporada de La Casa del Dragón.

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