La CELAC: el organismo estratégico para futuro de la región en la pospandemia

Por: César Verduga Vélez

El 18 de septiembre habrá una nueva cumbre de el órgano que reúne a los países de Latinoamérica y el Caribe en México.

La CELAC es el mayor proyecto de integración y cooperación latinoamericana y caribeña en su bicentenaria historia. El 18 de septiembre celebrará su VII cumbre de jefes de estado. En Julio se reunieron previamente los cancilleres en la reunión preparatoria.

Creada en 2010, fijó sus principios y objetivos en “avanzar de manera decidida hacia una organización que agrupe a todos los Estados de América Latina y El Caribe”. “Reafirmar la necesidad de realizar esfuerzos, con nuestros pueblos, que nos permitan avanzar en la unidad y en la integración política, económica, social y cultural. Avanzar en el bienestar social, la calidad de vida, el crecimiento económico y promover nuestro desarrollo independiente y sostenible, sobre la base de la democracia, la equidad y la más amplia justicia social.”

Este es un espacio propio de concertación y convergencia que refleja los múltiples esfuerzos que han venido realizando los países de América Latina y el Caribe para actuar con eficacia en los foros globales y no rezagarse frente a otras regiones que actúan como bloques en las negociaciones.

Se fundamenta en principios y valores comunes: el respeto al derecho internacional; la igualdad soberana de los estados; el no uso ni la amenaza del uso de la fuerza; la democracia; el respeto a los derechos humanos; el respeto al medio ambiente, tomando en cuenta los pilares ambiental, económico y social del desarrollo sustentable; la cooperación internacional para el desarrollo sustentable; la unidad e integración de los estados de América Latina y el Caribe; y un diálogo permanente que promueva la paz y la seguridad regionales. Y se basa en la solidaridad, la inclusión social, la equidad e igualdad de oportunidades, la complementariedad, la flexibilidad, la participación voluntaria, la pluralidad y la diversidad.

Con la constitución de la CELAC se dio un importante paso en lo que respecta a la consolidación de un mecanismo político más representativo de la región con la capacidad de actuar y posicionar a América Latina y el Caribe dentro de los foros globales y ante acontecimientos relevantes del ámbito internacional.

Eso es particularmente importante hoy cuando los recientes acontecimientos de Afganistán han estremecido al mundo, mostrando que todas las modernizaciones de distinto signo ideológico que se han querido imponer mediante la intervención militar de ingleses,  soviéticos y americanos, han fracasado en ese país. En este mundo complejo e incierto  surgen varios interrogantes, que los think tank (TT) del planeta se formulan: ¿Estamos en presencia o no de una nueva Guerra Fría? ¿La crisis económica es crisis del sistema o crisis de pandemia y cómo se sale de allí? ¿Habrá mayor articulación o tensión entre los estados, organismos multilaterales y bloques regionales?

A partir de estas preguntas y los escenarios propuestos o descritos por los diversos tanques de pensamiento apuntamos las siguientes reflexiones y sugerencias en torno a América Latina y el Caribe y la geopolítica global en 2021:

1) Si bien existen algunos elementos que marcan una continuidad con la guerra fría, destacamos que existen nuevos factores que redimensionan el conflicto entre potencias. La construcción discursiva en torno a la guerra fría oculta o minimiza las diferencias Norte-Sur, el hipernacionalismo que caracteriza el comercio y la gestión de las vacunas e insumos COVID de forma bilateral, la crisis económica, los altos niveles de explotación laboral, el avance del cambio climático, el sostenimiento de políticas bélicas de menor escala y bajo el marco de guerras híbridas.

2) Tanto Estados Unidos como China y Rusia, profundizan sus estrategias de poder blando, centradas  especialmente en la vacuna y los suministros COVID, también en América Latina y el Caribe (ALC.)

3) La pandemia se suma a las crisis múltiples  afectando de forma distinta a los países. Una de esas formas en ALC es la falta de acceso a vacunas, la necesidad de mayor presencia del Estado en lo social, sobre todo en salud, y la necesidad de romper el ciclo de endeudamiento-crisis-ultraliberalismo-privatización indiscriminada de servicios públicos.

4)En términos globales, puede ser un escenario propicio para la reunificación y el mutuo fortalecimiento de países periféricos para otorgar nuevo impulso a espacios como el Movimiento de Países No Alineados, a la vez que se aboga por fortalecer mecanismos de integración regional que permitan el mejor posicionamiento posible frente a las diversas crisis en ciernes.

5) La cuestión migratoria y el modo en que EE UU negocia diversas salidas (prevaleciendo la securitización) con México y Centroamérica está teniendo impacto en aspectos de seguridad y económicos que por el momento no parecen reducir el problema sino agravarlo en el contexto de pandemia.

6) El relato y las decisiones de corte progresista del gobierno de Joe Biden al interior de EE UU se da en un contexto de clara y persistente disputa por recursos, mercados, y desarrollo tecnológico con China y con la Federación de Rusia, también en territorio latino-caribeño.

7) Venezuela prevalece como la zona de mayor tensión regional, especialmente en la frontera colombo-venezolana. Si bien el escenario de conflicto interestatal sigue siendo una opción reservada, hay que anticiparse con una diplomacia regional de paz.

Ante este escenario caben algunas reflexiones :

A) La deuda externa será uno de los mayores retos para la región y puede comprometer el desarrollo regional y la soberanía de las naciones. Buscar mecanismos regionales más allá de préstamos con China e instituciones financieras internacionales (IFI) debe ser prioridad ante el agravamiento de la crisis económica mundial y las tensiones entre potencias.

Es necesario evitar un escenario similar al de “la década perdida” en la región:   ante una caída general de la producción y el aumento del endeudamiento con instituciones internacionales (endeudamiento hoy disputado entre esos organismos y China) es vital evitar que se entreguen sin negociaciones soberanas y convenientes los recursos naturales, sobre todo estratégicos.

B) Fortalecer mecanismos de integración que sobrepasen lo comercial y tiendan hacia áreas como ciencia y tecnología, patentes. Para ello será necesario evitar relacionarse con las potencias en una lógica bilateral y lograr afianzar a la CELAC como un marco de actuación multilateral unitario desde Latinoamérica y el Caribe.

Los países de la región deberían rehuir a cualquier tentación   hipernacionalista además de relacionarse en una lógica bipolar, abogando en cambio por seguir construyendo los mecanismos de concertación e integración política y económica regional y manteniendo relaciones extra regionales bajo las condiciones que permitan mayores beneficios para las mayorías sociales, afectadas por la crisis económica y pandémica.

Como objetivo de la región en su conjunto (no solo a nivel estatal), será clave lograr que los países que más contaminan reduzcan sus emisiones (evitando reproducir la lógica de los “bonos verdes”) que lo mismo alimentan al capital financiero y mal privatizan amplios territorios.

Atender al cambio climático en curso, el agotamiento de grandes yacimientos petroleros y una demanda energética fósil sostenida, hará que grandes áreas sean disputadas y sufran transformaciones socialmente positivas. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en los siguientes nueve años podrían perderse 80 millones de empleos a causa del cambio climático y son los países periféricos los que experimentarán mayores consecuencias sociales, económicas y climáticas.

Aprovechar las fortalezas económicas y recursos de la región para establecer cadenas de producción regionales en áreas como la minería-metalmecánica y siderurgia, energía eléctrica, petroquímica y farmacéutica.

Podría impulsarse la articulación de cadenas de valor regional en diversos rubros como manufacturas, petroquímica, generación de electricidad. Se podría tomar como punto de partida la experiencia de la vacuna contra el COVID, que está siendo fabricada por diferentes empresas en diversos países de la región, convendrían acuerdos de producción de genéricos, desarrollo de patentes conjuntas, entre otros rubros ligados al sector farmacéutico. Deberían renovarse los esfuerzos por ampliar y profundizar acuerdos de integración regional y cooperación Sur-Sur, como una de las alternativas para salir de la crisis en el corto plazo y en mediano plazo, debilitar el modelo primario exportador, apostando por otras alternativas.

Parece urgente el replanteo de una política regional de industrialización de los recursos naturales, en particular de los minerales estratégicos como litio, tierras raras, petróleo, gas, etc. En ese futuro “no fósil”, ALC es cada vez más indispensable, pues concentra alrededor del 90 % de las reservas de litio del planeta en el llamado  triángulo del litio (Argentina, Chile y Bolivia), a lo que se agregan los recientes descubrimientos en México y Perú.

La próxima cumbre de la CELAC debe fortalecer los acuerdos ya alcanzados de cooperación en vacunas, en la creación de una Agencia CELAC del espacio, porque el espacio no es una propiedad de las grandes potencias sino de toda la humanidad y en la conformación de un fondo ALC para emergencias. Así como ALC es zona desnuclearizada gracias a los Acuerdos de Tlatelolco puede aspirar a ser un jugador geopolítico importante, basado en los principios y objetivos de su carta constitutiva.

México es un país adecuado para la reunión. Esa nación ha acumulado una gran experiencia en convivir pacíficamente y construir tratados de libre comercio y cooperación con vecinos  histórica y culturalmente distintos.

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